28 de diciembre 2010
Traducción
28 de diciembre de 2010
A la Conferencia de los Cuerpos Continentales de Consejeros
Muy queridos amigos:
Han transcurrido ya quince años desde que, en una ocasión como esta, le dimos al grupo de Consejeros reunidos en Tierra Santa el primer indicio del rumbo que habría de tomar la comunidad bahá’í si iba a acelerar el doble proceso de su expansión y consolidación, un rumbo que la experiencia acumulada le había enseñado a trazar con confianza. No es menester referirnos aquí a la distancia recorrida en un mero decenio y medio; el historial de logros habla por sí solo. Hoy les invitamos a comenzar sus deliberaciones sobre la siguiente etapa de la gran empresa que ha acometido el mundo bahá’í, una etapa que se extenderá desde Riḍván 2011 hasta Riḍván 2016 y que constituye el primero de los dos Planes de Cinco Años consecutivos que culminarán en el centenario de la inauguración de la Edad Formativa de la Fe. Les pedimos que durante los próximos días formulen una concepción clara de la manera en que los Consejeros y sus auxiliares van a ayudarle a la comunidad a construir sobre sus extraordinarios logros, con miras a extender a otros ámbitos de acción el modo de aprendizaje que, indiscutiblemente, ha llegado a caracterizar sus esfuerzos de enseñanza, a adquirir la capacidad necesaria para emplear con un alto grado de coherencia los instrumentos y métodos que ha desarrollado con tanto esmero, y a engrosar, rebasando con mucho toda cifra anterior, las filas de quienes, atentos a la visión de la Fe, están laborando tan asiduamente en procura de la misión que Dios les ha conferido.
En nuestro mensaje de Riḍván de este año, describimos la dinámica del proceso de aprendizaje que a lo largo de cuatro Planes globales consecutivos ha cobrado impulso progresivamente, realzando así la capacidad de los amigos de trabajar en las bases. Desde esta posición estratégica, el panorama es realmente espléndido. Con más de 350.000 almas que han completado el primer curso del instituto en todo el mundo, la capacidad de darle forma a un modelo de vida que se distinga por su carácter devocional ha aumentado notablemente. En entornos diversos en cada continente, pequeños grupos de creyentes se están uniendo con otros en oración, volviendo sus corazones en súplica a su Creador e invocando la ayuda de esas fuerzas espirituales de las cuales depende la eficacia de sus esfuerzos individuales y colectivos. Que casi se haya duplicado la reserva de maestros de clases bahá’ís para niños en un período de cinco años, alcanzando un total aproximado de 130.000, ha permitido que la comunidad responda de todo corazón a las aspiraciones espirituales de los niños. Que se haya sextuplicado, en ese mismo periodo, la capacidad para ayudar a los prejóvenes a transitar por una etapa tan crucial de sus vidas indica el nivel de compromiso con este grupo de edad. Lo que es más, numerosos amigos por doquier se hallan dispuestos a entablar una conversación con personas de variadas procedencias e intereses, y a emprender con ellas una exploración de la realidad que lleve a una comprensión compartida de las exigencias de este período de la historia humana y de los medios necesarios para abordarlas. Y la multiplicación sistemática de las actividades básicas en todo el mundo —que cuentan ya con no menos de medio millón de participantes identificados— se va alimentando de los esfuerzos de cerca de 70.000 amigos capaces de servir como tutores de círculos de estudio.
Tal como quedó claro en nuestro mensaje de Riḍván, en el sistema creado para desarrollar sus propios recursos humanos, la comunidad del Más Grande Nombre dispone de un instrumento de potencialidades ilimitadas. En una gran diversidad de circunstancias, prácticamente en cualquier agrupación, le es posible a un núcleo creciente de personas generar un movimiento hacia la meta de un nuevo Orden Mundial. Diez años atrás, cuando introdujimos el concepto de agrupación —constructo geográfico que busca facilitar el pensar acerca del crecimiento de la Fe— presentamos un esquema de cuatro etapas globales de su desarrollo. A medida que la comunidad bahá’í se aprestaba a implementar las disposiciones del Plan, este esquema resultó ser inmensamente útil para darle definición y forma a lo que es esencialmente un proceso en marcha. La vasta experiencia que se ha acumulado desde entonces hace posible ahora que los creyentes conciban el movimiento de una población, impulsado por fuerzas espirituales crecientes, como un todo continuo rico y dinámico. Si bien ustedes ya están bastante familiarizados con este movimiento, examinar brevemente el proceso que se despliega en la agrupación servirá para poner de relieve su naturaleza fundamentalmente orgánica.