Kitáb-i-Aqdas

Descripción del Kitáb-i-Aqdas por Shoghi Effendi tomada de Dios Pasa, su historia del primer siglo bahá'í

A pesar del carácter singular y extraordinario que tuvo tal Proclamación, ésta resultó ser nada más que un preludio de una revelación aún más potente del poder creador de su Autor, y de lo que bien puede figurar como el hecho más notable de Su ministerio: la promulgación del Kitáb-i-Aqdas. Mencionado en el Kitáb-i-Íqán, el Aqdas, repositorio principal de aquella Ley que había previsto el Profeta Isaías, y que el escritor del Apocalipsis había descrito como el »cielo nuevo« y la »tierra nueva«, el »Tabernáculo de Dios«, la »Ciudad Santa«, la »Novia«, la »Nueva Jerusalén que desciende de Dios«, este »Libro Más Sagrado«, cuyas disposiciones deben permanecer inviolables al menos mil años, y cuyo sistema abarcará todo el planeta, puede realmente considerarse la emanación más brillante de la mente de Bahá'u'lláh, el Libro Madre de Su Dispensación y la Carta de Su Nuevo Orden Mundial.

Revelado poco después de que Bahá'u'lláh fuese trasladado a la casa de 'Údí Khammár (alrededor de 1873), en una época en la que aún le asediaban las tribulaciones que con sus actos Le habían infligido Sus enemigos y los supuestos seguidores de Su Fe, este Libro, este tesoro que encierra las inestimables gemas de Su Revelación, descuella único e incomparable entre las Sagradas Escrituras del mundo, en virtud de los principios que inculca, las instituciones administrativas que establece y la función con que inviste al designado Sucesor de su Autor. Pues, a diferencia del Antiguo Testamento y de los Libros Sagrados que lo precedieron, en los que no constan los preceptos expresos del Profeta mismo; a diferencia de los Evangelios, en que las escasas declaraciones atribuidas a Jesucristo no ofrecen una guía clara sobre la futura administración de los asuntos de Su Fe; incluso a diferencia del Corán que, a pesar de ser explícito en las leyes y disposiciones formuladas por el Apóstol de Dios, no se define sobre el importantísimo tema de la sucesión, el Kitáb-i-Aqdas, revelado de principio a fin por el Autor mismo de la Dispensación, no sólo preserva para la posteridad las leyes y disposiciones básicas en que debe descansar la estructura de Su futuro Orden Mundial, sino que ordena, además de la función de interpretación que confiere a Su Sucesor, las instituciones necesarias que son lo único que puede resguardar la integridad y la unidad de Su Fe.

En esta Carta de la civilización mundial del futuro, su Autor (Juez al tiempo que Legislador, Unificador y Redentor de la humanidad( anuncia a los reyes de la tierra la promulgación de la »Ley Suprema«; los declara Sus vasallos; Se proclama a Sí mismo el »Rey de Reyes«; niega toda intención de apoderarse de sus reinos; Se reserva el derecho de »cautivar y poseer los corazones de los hombres«; advierte a los dirigentes eclesiásticos del mundo que no pesen el »Libro de Dios« con las normas corrientes entre ellos; y afirma que el Libro mismo es la »Balanza Infalible« establecida entre los hombres. Estatuye en él formalmente la institución de la »Casa de Justicia«, define sus funciones, fija sus ingresos y denomina a sus miembros los »Hombres de Justicia«, los »Representantes de Dios«, los »Fiduciarios del Todomisericordioso«; alude al futuro Centro de Su Convenio, invistiéndole con el derecho de interpretar Sus sagradas Escrituras; prevé de forma implícita la institución de la Guardianía; da testimonio del efecto revolucionador de Su Orden Mundial; enuncia la doctrina de la »Más Grande Infalibilidad« de la Manifestación de Dios; asevera que esta infalibilidad es el derecho exclusivo e inherente de los Profetas; y descarta la posibilidad de que aparezca otra Manifestación antes del transcurso de al menos mil años.

En este Libro, además, prescribe las oraciones obligatorias; señala la época y la duración del ayuno; prohíbe la oración obligatoria colectiva, salvo para los muertos; fija la Alquibla; instituye el Huqúqu'lláh (Derecho de Dios); formula la ley de la herencia; ordena la institución del Mashriqu'l-Adhkár; establece la Fiesta de Diecinueve Días, las festividades bahá'ís y los días intercalares; suprime la institución del sacerdocio; prohíbe la esclavitud, el ascetismo, la mendicidad, el monacato, la penitencia, el uso de púlpitos y el besar las manos; ordena la monogamia; condena la crueldad para con los animales, la ociosidad y la pereza, la murmuración y la calumnia; censura el divorcio; proscribe los juegos de azar así como el consumo de opio, vino y otras bebidas embriagantes; especifica las penas por asesinato, incendio intencional, adulterio y robo; recalca la importancia del matrimonio y establece sus condiciones esenciales; impone la obligación de emplearse en un oficio o profesión, elevando dicha ocupación a la categoría de oración; hace hincapié en la necesidad de proveer los medios para la educación de los niños; y asigna a toda persona el deber de escribir su testamento y de mostrar estricta obediencia al Gobierno.

Además de estas disposiciones, Bahá'u'lláh exhorta a Sus seguidores a asociarse en amistad y concordia y sin discriminaciones con los seguidores de todas las religiones; les advierte que se alejen del fanatismo, la sedición, el orgullo, las disputas y las contiendas; les inculca limpieza inmaculada, veracidad estricta, castidad sin mancha, honradez, hospitalidad, fidelidad, cortesía, paciencia, justicia y equidad; les aconseja que sean »como los dedos de una sola mano y los miembros de un solo cuerpo«; los insta a servir a Su Causa; y les garantiza Su ayuda incuestionable. Además, Se explaya sobre la inestabilidad de los asuntos humanos; declara que la verdadera libertad consiste en la sumisión del hombre a Sus mandamientos; les previene contra la lenidad en el cumplimiento de Sus decretos; y ordena los dos deberes inseparables de reconocer a la »Aurora de la Revelación de Dios« y de observar todas las disposiciones reveladas por Él, dos deberes ninguno de los cuales (afirma Él) es aceptable sin el otro.

El significativo llamamiento hecho a los Presidentes de las Repúblicas del continente americano por el que les insta a aprovechar su oportunidad en el Día de Dios y a defender la causa de la justicia; la orden dada a los miembros de los parlamentos de todo el mundo, por la que se les apremia a adoptar una escritura y un idioma universales; Sus advertencias a Guillermo I el vencedor de Napoleón III; la amonestación que dirige a Francisco José, el Emperador de Austria; Su referencia a »las lamentaciones de Berlín« en Su apóstrofe a las riberas del Rin; Su reprobación del »trono de la tiranía« establecido en Constantinopla, y la predicción de las tribulaciones que habrían de sobrevenir a sus habitantes y de la extinción de su »esplendor aparente«; las palabras de ánimo y consuelo que dirige a Su ciudad natal, en las que asegura que Dios la ha elegido para ser »la fuente de alegría para toda la humanidad«; Su profecía de que se ha de alzar »la voz de los héroes de Khurásán« en glorificación de su Señor; Su aseveración de que en Kirmán se han de levantar hombres »dotados de gran valentía« que han de hacer mención de Él; y, finalmente, Su magnánima promesa, hecha a un hermano pérfido que Le había causado tanta angustia, de que un Dios soberanamente »perdonador y munífico« le perdonaría sus iniquidades con sólo arrepentirse: todo ello enriquece aún más el content de un Libro designado por su Autor como »la fuente de la verdadera felicidad«, »la Balanza Infalible«, el »Sendero Recto« y el »vivificador del género humano«.

Bahá'u'lláh, además, ha caracterizado expresamente las leyes y disposiciones que constituyen el tema principal de este Libro como »el aliento de vida para todo lo creado«, »la mayor fortaleza«, los »frutos« de Su »árbol«, »el mejor medio para el mantenimiento del orden en el mundo y la seguridad de sus pueblos«, »las lámparas de Su sabiduría y amorosa providencia«, »el fragante aroma de Su vestidura«, y las »llaves« de Su »misericordia« para Sus criaturas. »Este Libro« (Él mismo declara( »es un cielo que hemos adornado con las estrellas de Nuestros mandamientos y prohibiciones«. Afirma además: »Bienaventurado el que lo lea y medite sobre los versículos enviados en él por Dios, el Señor del Poder, el Omnipotente. Di: ¡Oh hombres! Recibidlo con la mano de la resignación […] ¡Por Mi vida! Ha sido enviado de una manera que causa asombro en la mente de los hombres. Verdaderamente, es Mi testimonio de mayor peso para todos los pueblos y la prueba del Todomisericordioso para todos los que están en el cielo y todos los que están en la tierra«. Y en otro lugar asevera: »Bienaventurado el paladar que saborea su dulzura, y el ojo perspicaz que reconoce lo que se atesora en él, y el corazón comprensivo que entiende sus alusiones y misterios. ¡Por Dios! Tal es la majestad de lo que en él ha sido revelado y tan asombrosa la revelación de sus alusiones ocultas, que el tronco de la expresión tiembla cuando intenta describirlas«. Y finalmente: »El Kitáb-i-Aqdas ha sido revelado de manera tal que atrae y abarca a todas las Dispensaciones divinamente designadas. ¡Bienaventurados los que lo lean! ¡Bienaventurados los que lo comprendan! ¡Bienaventurados quienes meditan sobre él! ¡Bienaventurados los que ponderen su significado! Tan enorme es su alcance, que ha abarcado a todos los hombres antes de que lo hayan reconocido. Pronto se manifestarán sobre la tierra su potencia soberana, su penetrante influencia y la grandeza de su poder«.