El Llamamiento del Señor de las Huestes

Súriy-i-Mulúk

¡Él es el Todopoderoso!

Esta es una Tabla de este Siervo, llamado Ḥusayn en el reino de los nombres, dirigida al concurso de los reyes de la tierra. Ojalá la reciban con apertura de espíritu, descubran en su mensaje los misterios de la divina providencia y sean de los que comprenden su significado, para que por ventura renuncien a cuanto poseen, se vuelvan hacia los retiros de santidad y se acerquen a Dios, el Todoglorioso, el Incomparable.

¡Oh reyes de la tierra! Prestad oído a la Voz de Dios, que llama desde este Árbol sublime y cargado de frutos, que ha brotado de la Colina Carmesí, en la santa Llanura, entonando estas palabras: «No hay otro Dios sino Él, el Poderoso, el Omnipotente, el Sapientísimo». Este es un Sitio que Dios ha santificado para quienes se aproximan a él, Sitio donde se oye Su Voz proveniente del Árbol de Santidad celestial. Temed a Dios, oh concurso de reyes, y no permitáis ser privados de esta muy sublime gracia. Desechad, pues, las cosas que poseéis y aferraos firmemente al Asidero de Dios, el Excelso, el Grande. Dirigid vuestros corazones hacia la Faz de Dios y abandonad lo que vuestros deseos os han ordenado seguir, y no seáis de los que perecen.

Relátales, oh Siervo, la historia de ‘Alí, cuando vino a ellos con la verdad, portando Su glorioso y poderoso Libro, y sosteniendo en Sus manos un testimonio y una prueba procedentes de Dios, y muestras santas y benditas de Él. Sin embargo vosotros, oh reyes, habéis desoído al Recuerdo de Dios en Sus días y no os habéis dejado guiar por las luces que aparecieron y brillaron en el horizonte de un Cielo resplandeciente. No examinasteis Su Causa, cuando haberlo hecho habría sido mejor para vosotros que todo sobre lo que brilla el sol, si tan solo lo percibierais. Permanecisteis indiferentes hasta que los teólogos de Persia –esos desalmados– emitieron juicio contra Él y Le dieron muerte injustamente. Su espíritu ascendió a Dios, y los ojos de los moradores del Paraíso y los ángeles que están cerca de Él lloraron amargamente en razón de esta crueldad. Guardaos de ser descuidados de aquí en adelante, como lo habéis sido anteriormente. Volved, pues, a Dios, vuestro Hacedor, y no seáis de los desatentos.

Di: Ha amanecido el Sol del virreinato, se ha hecho claro el Punto del conocimiento y la sabiduría, y se ha puesto de manifiesto el Testimonio de Dios, el Todopoderoso, el Sapientísimo. Di: La Luna de la eternidad ha ascendido al centro mismo del cielo, y su luz ha iluminado a los moradores de los dominios de lo alto. Mi rostro ha aparecido desde detrás de los velos y ha arrojado su luz sobre todo cuanto hay en el cielo y en la tierra; y, sin embargo, no os volvisteis hacia Él, a pesar de que fuisteis creados para Él, oh concurso de reyes. Seguid, por tanto, lo que os digo, escuchadlo con el corazón y no seáis de los que se han apartado. Pues vuestra gloria no consiste en vuestra soberanía, sino más bien en vuestra cercanía a Dios y vuestra observancia de Su mandamiento, que ha sido enviado en Sus Tablas santas y resguardadas. Si cualquiera de vosotros gobernara toda la tierra y cuanto hay dentro de ella y sobre ella, sus mares, sus tierras, sus montañas y sus llanos, y empero no fuese recordado por Dios, nada de ello le aprovecharía, si tan solo lo supierais.

Sabed que la gloria de un siervo reside en su cercanía a Dios, y que, a menos que se aproxime a Él, ninguna otra cosa podrá jamás aprovecharle, aun cuando ejerciere dominio sobre toda la creación. Di: La brisa de Dios proveniente de los retiros del Paraíso ha soplado sobre vosotros, mas la habéis desatendido y optado por persistir en vuestro descarrío. Se os ha dado la guía procedente de Dios, mas no la habéis seguido y habéis preferido rechazar su verdad. La Lámpara de Dios ha sido encendida en la hornacina de Su Causa, mas habéis faltado a vuestro deber de buscar el resplandor de su gloria y acercaros a su luz. ¡Y todavía dormitáis en el lecho de la negligencia!

Levantaos pues, y afianzad vuestros pies y haced enmiendas por lo que se os ha escapado, y encaminaos entonces hacia Su santa Corte que se encuentra en la orilla de Su ingente Océano, para que os sean reveladas las perlas del conocimiento y la sabiduría, que Dios ha almacenado en el caparazón de Su radiante corazón. Tal es el consejo que más os aprovechará; haced de él vuestra provisión, para que seáis de quienes son guiados rectamente. Guardaos de impedir que sople sobre vuestros corazones la brisa de Dios, brisa que hace revivir los corazones de quienes se han vuelto hacia Él. Prestad oído a las claras advertencias que os hemos revelado en esta Tabla, para que Dios, a Su vez, os escuche a vosotros y abra ante vuestros rostros las puertas de Su misericordia. Él, ciertamente, es el Compasivo, el Misericordioso.

No dejéis de lado el temor a Dios, oh reyes de la tierra, y tened cuidado, no sea que transgredáis los límites que ha fijado el Todopoderoso. Observad los mandamientos que os han sido prescritos en Su Libro, y cuidaos de sobrepasar sus límites. Estad alerta para que no cometáis injusticia contra nadie, aunque fuera en la medida de un grano de mostaza. Transitad por el sendero de la justicia, porque este es, ciertamente, el recto sendero.

Resolved vuestras diferencias y reducid vuestros armamentos, para que se aligeren vuestros gastos y se tranquilicen vuestras mentes y vuestros corazones. Reparad las disensiones que os dividen y no necesitaréis ya armamentos, excepto los que requiera la protección de vuestras ciudades y territorios. Temed a Dios y guardaos de sobrepasar los límites de la moderación y ser contados entre los derrochadores.

Hemos sabido que estáis aumentando vuestros gastos cada año y cargando el peso de ello sobre vuestros súbditos. Esto, en verdad, es más de lo que pueden soportar, y es una grave injusticia. Decidid justamente entre las almas y sed los emblemas de la justicia entre ellas. Esto, si juzgáis con imparcialidad, es lo que os incumbe y lo que corresponde a vuestra posición.

Guardaos de tratar injustamente a quienquiera que recurra a vosotros y se acoja a vuestro amparo. Temed a Dios y sed de los que llevan una vida piadosa. No confiéis en vuestro poder, vuestros ejércitos, y vuestros tesoros. Poned toda vuestra fe y confianza en Dios, Quien os ha creado, y buscad Su ayuda en todos vuestros asuntos. El socorro proviene de Él solamente. Él socorre a quien desea con las huestes de los cielos y de la tierra.

Sabed que los pobres son el tesoro que Dios os ha confiado. Cuidado: no traicionéis Su confianza, no procedáis injustamente con ellos y no transitéis por los caminos de los traidores. Con toda seguridad, seréis llamados a dar cuenta de Su tesoro en el día en que se establezca la Balanza de la Justicia, día en el que cada cual recibirá lo que le corresponda, cuando se pesarán los hechos de todos, ya sean ricos o pobres.

Si no prestáis atención a los consejos que, en lenguaje incomparable e inequívoco, hemos revelado en esta Tabla, el castigo divino os asaltará desde todas direcciones y la sentencia de Su justicia será pronunciada contra vosotros. En ese día no tendréis poder para resistirle, y reconoceréis vuestra propia impotencia. Tened compasión de vosotros mismos y de quienes están bajo vuestro dominio, y juzgad entre ellos de acuerdo con los preceptos prescritos por Dios en Su muy santa y excelsa Tabla, Tabla en que Él ha asignado a cada cosa una medida determinada, en que Él ha dado una clara explicación de todas las cosas y que es, en sí misma, una amonestación para los que creen en Él.

Examinad Nuestra Causa, investigad las cosas que Nos han acaecido y decidid con justicia entre Nos y Nuestros enemigos, y sed de los que obran equitativamente con sus semejantes. Si no detenéis la mano del opresor, si no resguardáis los derechos de los oprimidos, ¿qué justifica entonces que os vanagloriéis ante la gente? ¿De qué podéis jactaros con derecho? ¿Es de vuestros alimentos y bebidas que os enorgullecéis, de las riquezas que almacenáis en vuestros erarios, de la diversidad y el precio de los ornamentos con que os adornáis? Si la verdadera gloria consistiera en la posesión de esas cosas perecederas, entonces la tierra sobre la cual camináis debería enaltecerse por encima de vosotros, porque os suministra y confiere esas mismas cosas por decreto del Todopoderoso. En sus entrañas se halla, de acuerdo con lo que Dios ha ordenado, todo cuanto poseéis. De ella, como señal de Su misericordia, deriváis vuestra riqueza. ¡Fijaos, pues, en vuestra condición, en aquello de lo que os gloriáis! ¡Ojalá pudierais comprenderlo!

¡Es más! ¡Por Aquel que sostiene en Su mano el reino de toda la creación! Vuestra gloria verdadera y perdurable no reside en otra cosa que en vuestra firme adhesión a los preceptos de Dios, vuestra plena observancia de Sus leyes, en vuestra decisión de asegurar que no queden incumplidas, y en seguir firmemente el camino recto.

¡Oh reyes de la Cristiandad! ¿No oísteis las palabras de Jesús, el Espíritu de Dios: «Yo Me voy, y vuelvo a vosotros»? ¿Por qué, entonces, cuando vino nuevamente a vosotros en las nubes del cielo, no os acercasteis a Él, para poder ver Su rostro y ser de los que alcanzaron Su Presencia? En otro pasaje Él dice: «Cuando venga Él, el Espíritu de la Verdad, Él os guiará a toda verdad». Y, sin embargo, mirad cómo, cuando Él os trajo la verdad, rehusasteis volver vuestros rostros hacia Él, y persististeis en divertiros con vuestros pasatiempos y vanidades. No Le disteis la bienvenida, ni buscasteis Su Presencia, para que pudierais oír los versículos de Dios de Su propia boca y participar de la múltiple sabiduría del Todopoderoso, el Todoglorioso, el Sapientísimo. Debido a vuestra omisión, habéis impedido que sople sobre vosotros el aliento de Dios, y habéis privado a vuestras almas de la dulzura de su fragancia. Continuáis vagando con deleite en el valle de vuestros deseos corruptos. Vosotros y todo lo que poseéis pasará. Con toda seguridad, volveréis a Dios y seréis llamados a rendir cuenta de vuestros actos en presencia de Aquel que reunirá a toda la creación.

Además, ¿no habéis oído lo que se ha consignado en el Evangelio acerca de aquellos «que no de la sangre, ni de la voluntad de la carne, ni de la voluntad del hombre, sino de Dios son nacidos», es decir, los que han sido puestos de manifiesto mediante el poder de Dios? Por lo tanto, resulta evidente que bien puede manifestarse alguien en el mundo de la creación que sea verdaderamente de Dios, el Todopoderoso, el Omnisciente, el Sapientísimo. ¿Cómo es entonces que, cuando tuvisteis noticia de Nuestra Causa, no indagasteis de Nuestros propios labios para distinguir lo verdadero de lo falso, descubrir Nuestro objetivo y propósito, y saber de las aflicciones que hemos padecido a manos de esta generación perversa y descarriada?

¡Oh Ministro del Rey de París! ¿Acaso has olvidado el pronunciamiento consignado en el Evangelio según Juan acerca del Verbo y quienes son sus Manifestaciones? ¿Y has hecho caso omiso de los consejos del Espíritu acerca de las Manifestaciones del Verbo, y has sido contado entre los negligentes? Si no, ¿por qué entonces conjuraste con el Ministro de Persia para infligirnos lo que ha hecho derretirse los corazones de los entendidos y perspicaces, correr las lágrimas de los moradores del Dominio de la eternidad, y plañir las almas de quienes están próximos a Dios? Y todo ello lo cometiste sin procurar examinar Nuestra Causa ni descubrir su verdad. ¿No es acaso tu claro deber investigar esta Causa, informarte de las cosas que Nos han acontecido, juzgar con equidad y adherirte a la justicia?

Tus días pasarán, tu ministerio llegará a su fin y tus bienes desaparecerán y dejarán de ser. Entonces, en presencia del Rey todopoderoso, serás llamado a responder por lo que tus manos han obrado. Cuán numerosos los ministros que vinieron a este mundo antes de ti, personas cuyo poder superaba al tuyo, cuya posición rebasaba la tuya y cuya riqueza excedía a la tuya, y empero volvieron al polvo, sin dejar sobre la faz de la tierra ni nombre ni vestigio, y están ahora sumidos en doloroso remordimiento. Entre ellos estaban los que faltaron a su deber para con Dios, siguieron sus propios deseos y hollaron el camino de la lujuria y la perversidad. Y entre ellos estaban los que observaron lo que había sido prescrito en los versículos de Dios, juzgaron con imparcialidad bajo la sombra de la guía divina, y entraron en el refugio de la misericordia de su Señor.

Te advierto a ti, y a quienes son como tú, que no actuéis con nadie como habéis actuado con Nos. Guardaos de seguir los pasos del Maligno y de andar por los caminos de los injustos. Tomad de este mundo solo lo que corresponda a la medida de vuestras necesidades, y renunciad a cuanto las exceda. Observad equidad en todos vuestros juicios, y no sobrepaséis los límites de la justicia ni seáis de los que se desvían de su camino.

Han pasado veinte años, oh reyes, durante los cuales cada día hemos probado la angustia de una nueva tribulación. Ninguno de los que Nos precedieron ha soportado lo que hemos soportado. ¡Ah, si tan solo lo comprendierais! Aquellos que se levantaron contra Nos nos han dado muerte, han derramado nuestra sangre, han saqueado nuestros bienes y han violado nuestro honor. Aunque conscientes de la mayoría de nuestras aflicciones, no habéis detenido, sin embargo, la mano del agresor. Pues ¿no es acaso vuestro claro deber refrenar la tiranía del opresor y tratar con equidad a vuestros súbditos, para que vuestro alto sentido de la justicia quede plenamente demostrado ante toda la humanidad?

Dios ha confiado en vuestras manos las riendas del gobierno del pueblo, para que reinéis con justicia sobre ellos, defendáis los derechos de los oprimidos y castiguéis a los malhechores. Si descuidáis el deber que Dios os ha prescrito en Su Libro, vuestros nombres serán contados entre los injustos a Su vista. Grave, ciertamente, será vuestro error. ¿Os aferráis a lo que vuestras imaginaciones han maquinado y arrojáis tras de vosotros los mandamientos de Dios, el Exaltadísimo, el Inaccesible, el Imponente, el Todopoderoso? Desechad las cosas que poseéis y aferraos a lo que Dios os ha ordenado observar. Buscad Su gracia, pues aquel que la busca huella Su recto Camino.

Reflexionad sobre la condición en que Nos encontramos y observad los males y dificultades a los que hemos sido sometidos. No Nos desatendáis, aunque sea por un momento, y juzgad con equidad entre Nos y Nuestros enemigos. Esto, de seguro, será para vosotros un beneficio manifiesto. Así os relatamos Nuestra historia y os contamos las cosas que Nos han acaecido, para que remediéis Nuestros males y aliviéis Nuestra carga. Que aquel que quiera Nos libere de Nuestra dificultad; y en cuanto a aquel que no quiera, Mi Señor es, ciertamente, el mejor socorro.

Alerta a la gente y hazles conocer, oh Siervo, aquello que Te hemos enviado, y no dejes que el temor a nadie Te desaliente, y no seas de los que vacilan. Se aproxima el día en que Dios habrá exaltado Su Causa y magnificado Su testimonio a los ojos de todos los que están en los cielos y todos los que están en la tierra. En todas las circunstancias, pon absoluta confianza en Tu Señor, fija Tu mirada en Él, y apártate de todos los que repudian Su verdad. Que Dios, Tu Señor, sea Tu único socorro y ayuda. Nos hemos comprometido a asegurar Tu triunfo sobre la tierra y a exaltar Nuestra Causa por encima de todos los seres humanos, aunque no se encuentre ningún rey que vuelva su rostro hacia Ti.

Recuerda Tu llegada a la Ciudad (Constantinopla), cómo los ministros del Sultán pensaron que desconocías sus leyes y reglamentos y Te creyeron uno de los ignorantes. Di: ¡Sí, por Mi Señor! Soy ignorante de todas las cosas salvo de lo que Dios, mediante Su generoso favor, ha tenido a bien enseñarme. Esto lo atestiguamos con toda seguridad, y lo confesamos sin vacilar.

Di: Si las leyes y ordenanzas a las que os atenéis son vuestra propia invención, de ningún modo las seguiremos. Así Me lo ha ordenado Quien es el Sapientísimo, el Informado. Tal ha sido Mi proceder en el pasado y así seguirá siendo en el futuro, mediante la fuerza de Dios y Su poder. Este es ciertamente el camino recto y verdadero. Si han sido ordenadas por Dios, mostrad entonces vuestras pruebas, si sois de los que hablan la verdad. Di: Hemos escrito todo lo que Te han imputado y todo lo que Te han hecho en un Libro que no deja sin registrar las acciones de nadie, por insignificantes que sean.

Di: Os incumbe, Ministros de Estado, observar los preceptos de Dios y abandonar vuestras propias leyes y ordenanzas, y ser de aquellos que están bien guiados. Esto es mejor para vosotros que todo cuanto poseéis, si tan solo lo supierais. Si quebrantáis los mandamientos de Dios, ni un ápice o una tilde de vuestras acciones será aceptable a Su vista. Pronto descubriréis las consecuencias de vuestras obras en esta vida vana, y recibiréis vuestra paga por ellas. Esta es, ciertamente, la verdad, la indudable verdad.

¡Cuán grande el número de aquellos que, en épocas pasadas, han cometido las mismas acciones que habéis cometido vosotros, y que, a pesar de tener un rango superior al vuestro, finalmente han regresado al polvo y han sido relegados a su inevitable perdición! ¡Ojalá reflexionarais en vuestro corazón sobre la Causa de Dios! Os pasará como a ellos, y se os hará entrar en una estancia en la que no encontraréis a nadie que os ampare u os ayude. Con toda certeza, se os preguntará por vuestras acciones, se os pedirá que rindáis cuentas por el incumplimiento de vuestras obligaciones para con la Causa de Dios y por haber rechazado desdeñosamente a Sus amados, quienes, con evidente sinceridad, han venido a vosotros.

Sois vosotros quienes habéis consultado de manera conjunta acerca de ellos, quienes habéis preferido seguir los impulsos de vuestros propios deseos y habéis abandonado el mandamiento de Dios, Quien ayuda en el peligro, el Todopoderoso.

Di: ¿Cómo es que persistís en vuestras propias astucias y desecháis los preceptos de Dios? Ciertamente, habéis cometido un agravio contra vosotros mismos y contra otros. ¡Ojalá pudierais comprenderlo! Di: Si vuestras leyes y principios están basados en la justicia, ¿por qué, entonces, seguís los que concuerdan con vuestras inclinaciones corruptas y rechazáis los que se oponen a vuestros deseos? ¿Con qué derecho pretendéis, entonces, juzgar con imparcialidad entre las gentes? ¿Acaso vuestras leyes y principios justifican que persigáis a Aquel que, por orden vuestra, Se ha presentado ante vosotros, que Le rechacéis y que Le inflijáis, cada día, penoso daño? ¿Alguna vez os ha desobedecido, siquiera por un instante? Todos los habitantes de Iráq y, además de ellos, todo observador perspicaz atestiguarán la verdad de Mis palabras.

¡Sed imparciales en vuestro juicio, oh Ministros de Estado! ¿Qué hemos cometido que justifique Nuestro destierro? ¿Qué delito ha merecido Nuestra expulsión? Somos Nos Quien os hemos buscado y, sin embargo, ¡mirad cómo habéis rehusado recibirnos! ¡Por Dios! Es una penosa injusticia la que habéis perpetrado, una injusticia que no puede compararse con ninguna otra injusticia terrenal. El Todopoderoso mismo da testimonio de ello.

¿Acaso alguna vez he transgredido vuestras leyes, o he desobedecido a alguno de vuestros ministros en Iráq? Preguntadles a ellos, para que actuéis hacia Nos con discernimiento y seáis contados entre quienes están bien informados. ¿Acaso alguien ha presentado alguna vez ante ellos una acusación contra Nos? ¿Alguno de ellos ha oído jamás de Nos una palabra contraria a lo que ha revelado Dios en Su Libro? ¡Aducid, pues, vuestras pruebas, para que aprobemos vuestras acciones y reconozcamos vuestras demandas!

Si hubierais querido tratarnos conforme a vuestros principios y normas, os habría correspondido respetarnos y honrarnos por acatar vuestros mandatos y seguir lo que habéis tenido a bien ordenar. Asimismo, os habría competido pagar las deudas en que incurrimos en Iráq en el cumplimiento de vuestros deseos. Deberíais habernos prestado atención entonces, haber escuchado la relación de Nuestras tribulaciones y juzgado con equidad, tal como os habríais juzgado a vosotros mismos. No deberíais haber deseado para Nos lo que no habéis deseado para vosotros mismos, sino, más bien, deberíais haber optado por actuar con generosidad. ¡Juro por Dios! No Nos tratasteis ni de acuerdo con vuestros propios principios y normas, ni con los de ningún ser viviente, sino de acuerdo con el impulso de vuestras pasiones corruptas y perversas, ¡oh concurso de rebeldes y arrogantes!

¡Oh Ave de Santidad! Remóntate hasta el cielo de la comunión conmigo, y da a conocer a las gentes aquello que Te desvelamos en los ondulantes océanos de la inmortalidad, más allá del monte de la gloria. No dejes que Te turbe el miedo a nadie, y pon Tu confianza en Dios, el Todopoderoso, el Benéfico. Nos, ciertamente, Te protegeremos contra quienes, sin una clara señal de Dios ni un Libro esclarecedor, Te han agraviado penosamente.

Di: ¡Dios es Mi testigo, oh concurso de negligentes! No vinimos a vosotros para crear desorden en vuestros países o sembrar disensión entre vuestras gentes. Más bien, vinimos en obediencia al mandato del soberano y, con el fin de ensalzar vuestra autoridad, instruiros en los caminos de Nuestra sabiduría y traeros a la memoria lo que habíais olvidado; tal como Él dice en verdad: «Amonéstalos, pues ciertamente Tu amonestación traerá provecho a los creyentes». Pero no escuchasteis las dulces melodías del Espíritu y, descuidadamente, prestasteis oído a Nuestros enemigos, quienes siguen los impulsos de sus inclinaciones corruptas, cuyas acciones el Maligno ha hecho parecer hermosas a sus propios ojos, y cuyas lenguas pronuncian calumnias contra Nos. ¿Acaso no oísteis lo que ha sido revelado en Su Libro gloriosísimo e infalible: «Si un malvado os trae una noticia, examinadla bien de inmediato»? ¿Por qué, entonces, habéis desechado con desdén el mandamiento de Dios, siguiendo los pasos de quienes son propensos a actuar con malicia?

Hemos oído que uno de esos calumniadores ha afirmado que este Siervo practicó la usura mientras residía en Iráq y que se ocupaba en amasar riquezas para Sí mismo. Di: ¿Cómo podéis juzgar sobre algo de lo cual no tenéis conocimiento? ¿Cómo podéis lanzar calumnias contra los siervos de Dios y abrigar tan malignas sospechas? ¿Y cómo ha de ser verdadera esta acusación, cuando Dios ha prohibido esta práctica a Sus siervos en ese Libro santísimo y bien guardado que fue revelado a Muḥammad, el Apóstol de Dios y Sello de los Profetas, Libro que Él ha establecido como Su testimonio perdurable y Su guía y advertencia para toda la humanidad? Esta no es sino una de las materias en que Nos hemos opuesto a los teólogos de Persia, ya que, conforme al texto del Libro, hemos prohibido a todos la práctica de la usura. Dios mismo da testimonio de la verdad de Mis palabras. «Sin embargo, no pretendo ser inocente, pues el alma es propensa al mal». Solamente deseamos transmitiros la verdad, para que estéis informados de ella y seáis de quienes llevan una vida piadosa. Guardaos de dar oído a las palabras de aquellos en quienes se percibe el olor nauseabundo de la malicia y la envidia; no les prestéis atención, y defended la rectitud.

Sabed que el mundo y sus vanidades y sus adornos desaparecerán. Nada perdurará salvo el Reino de Dios, que no pertenece a nadie sino a Él, el Soberano Señor de todo, Quien ayuda en el peligro, el Todoglorioso, el Todopoderoso. Los días de vuestra vida pasarán, y todas las cosas con las que os ocupáis y de las que os jactáis perecerán y, con toda seguridad, seréis llamados por una compañía de Sus ángeles a comparecer en el lugar donde se hará temblar los miembros de toda la creación, y estremecer la carne de todo opresor. Se os pedirá cuentas de las cosas que vuestras manos han obrado en vuestra vana vida y recibiréis el justo pago por vuestras acciones. Ese es el día que os llegará inevitablemente, la hora que nadie puede posponer. Esto lo ha atestiguado la Lengua de Quien habla la verdad y es el Conocedor de todas las cosas.

Temed a Dios, habitantes de la Ciudad, y no sembréis las semillas de la disensión entre la gente. No transitéis por los caminos del Maligno. Durante los pocos días que os restan de vuestra vida, hollad el camino del único Dios verdadero. Vuestros días se acabarán como se han acabado los días de los que os precedieron. Al polvo regresaréis, tal como lo hicieron vuestros antecesores.

Sabed que no temo a nadie excepto a Dios. No he depositado Mi confianza en nadie salvo en Él. A nadie Me aferraré sino a Él, y solo deseo lo que Él ha deseado para Mí. Este es, en verdad, el deseo de Mi corazón, si tan solo lo supierais. He ofrendado Mi alma y Mi cuerpo como un sacrificio para Dios, el Señor de todos los mundos. Quien haya conocido a Dios no conocerá a nadie sino a Él, y quien tema a Dios no tendrá miedo de nadie salvo de Él, aunque las fuerzas de toda la tierra se coloquen en formación para atacarle. No hablo sino por Su mandato y no sigo sino Su verdad, mediante la fuerza de Dios y Su poder. Él, ciertamente, recompensará a los veraces.

Narra, oh Siervo, las cosas que viste a Tu llegada a la Ciudad, para que Tu testimonio perdure entre la gente y sirva de advertencia a los que creen. Al llegar a la Ciudad, encontramos a sus gobernantes y dignatarios reunidos como niños jugando con el barro. No detectamos a nadie suficientemente maduro para recibir de Nos las verdades que Dios Nos ha enseñado, ni capacitado para escuchar Nuestras maravillosas palabras de sabiduría. Nuestro ojo interior lloró amargamente por ellos, y por sus transgresiones y su descuido total de aquello para lo que fueron creados. Esto es lo que observamos en esa ciudad y lo que hemos decidido anotar en Nuestro Libro, para que les sirva de advertencia a ellos y al resto de la humanidad.

Di: Si aspiráis a esta vida y buscáis sus vanidades, deberíais haberlas buscado cuando aún os encontrabais en el vientre de vuestra madre, porque entonces os estabais aproximando continuamente a ellas, si tan solo lo comprendierais. En cambio, desde que nacisteis y alcanzasteis la madurez, os habéis ido alejando del mundo y acercando al polvo. ¿Por qué, entonces, demostráis tanta avidez por amasar los tesoros de la tierra, cuando vuestros días están contados y vuestra oportunidad está casi perdida? ¡Oh negligentes! ¿Acaso no vais a despertar de vuestro sueño?

Prestad atención a los consejos que este Siervo os da por el amor de Dios. Él, en verdad, no os pide ninguna recompensa y está resignado a lo que Dios ha decretado para Él, y es completamente sumiso a la Voluntad de Dios.

Los días de vuestra vida se han consumido en gran parte, oh pueblo, y vuestro final se aproxima rápidamente. Abandonad, pues, las cosas que habéis imaginado y a las cuales os aferráis, y asíos firmemente a los preceptos de Dios, para que quizás alcancéis lo que Él ha determinado para vosotros y seáis de los que siguen un curso recto. No os deleitéis con las cosas del mundo y sus vanos ornamentos, ni pongáis vuestra esperanza en ellos. Depositad vuestra confianza en el recuerdo de Dios, el Excelso, el Magno. Dentro de poco Él reducirá a la nada cuanto poseéis. Que sea a Él a Quien teméis, y no olvidéis Su alianza con vosotros, y no seáis de aquellos que están separados de Él, como por un velo.

Cuidado, no sea que os envanezcáis ante Dios y rechacéis desdeñosamente a Sus amados. Remitíos humildemente a los fieles, a los que han creído en Dios y en Sus señales, cuyos corazones atestiguan Su unidad, cuyas lenguas proclaman Su unicidad, y que solo hablan cuando Él lo permite. Así os exhortamos con justicia, y os advertimos con veracidad, para que tal vez despertéis.

No sometáis a ningún alma a una carga a la que no quisierais estar sometidos vosotros, y no le deseéis a nadie lo que no desearíais para vosotros mismos. Este es Mi mejor consejo para vosotros. ¡Ojalá lo observarais!

Respetad a los sacerdotes y doctos de entre vosotros, aquellos cuya conducta es acorde con lo que profesan, quienes no traspasan los límites fijados por Dios, cuyos juicios están en armonía con los mandatos que Él ha revelado en Su Libro. Sabed que ellos son las lámparas de guía para los que están en los cielos y en la tierra. Aquellos que menosprecian y desdeñan a los sacerdotes y doctos que viven entre ellos, ciertamente han cambiado el favor con que Dios los ha favorecido.

Di: Esperad hasta que Dios haya cambiado Su favor para con vosotros. A Él nada Le pasa inadvertido. Él conoce los secretos de los cielos y de la tierra. Su conocimiento abarca todas las cosas. No os regocijéis por lo que habéis hecho o por lo que haréis en el futuro, ni tampoco os deleitéis con la tribulación que Nos habéis infligido, pues no podéis exaltar vuestra posición por tales medios, si tan solo examinarais vuestras obras con agudo discernimiento. Tampoco podréis menoscabar la sublimidad de Nuestro rango. Por el contrario, Dios agrandará la recompensa con la que ha de premiarnos por haber soportado con constante paciencia las tribulaciones que hemos padecido. Él, en verdad, aumentará la recompensa de quienes soportan con paciencia.

Sabed que, desde tiempo inmemorial, las pruebas y tribulaciones han sido el destino de los Escogidos de Dios y de Sus amados, y de aquellos de Sus siervos que están desprendidos de todo menos de Él, aquellos a quienes ni los bienes ni el comercio los han seducido y apartado del recuerdo del Todopoderoso, aquellos que no hablan hasta que Él haya hablado y actúan de acuerdo con Su mandamiento. Tal es el procedimiento aplicado por Dios en el pasado, y así seguirá siendo en el futuro. Benditos son los que soportan con firmeza, los que son pacientes en la enfermedad y la adversidad, los que no se lamentan de nada de lo que les acontezca, y que huellan el sendero de la resignación.

Lo que Nos ha sucedido ya se ha presenciado antes. La Nuestra no es la primera copa arrojada al suelo en las tierras del islám, ni es esta la primera vez que tales maquinadores han intrigado contra los amados del Señor. Las tribulaciones que hemos sufrido son similares a los padecimientos que soportó en otro tiempo el Imam Ḥusayn. Se le acercaron mensajeros de conspiradores malvados y llenos de odio y le invitaron a salir de la ciudad; mas cuando vino a ellos, acompañado de su familia, se levantaron contra él con todas sus fuerzas hasta que finalmente le dieron muerte, mataron despiadadamente a sus hijos y a sus hermanos e hicieron prisioneros al resto de su familia. Así acaeció en una época anterior y Dios, ciertamente, da testimonio de Mis palabras. De su linaje no sobrevivió nadie, ni jóvenes ni mayores, con excepción de su hijo ‘Alí al-Awsaṭ, conocido como Zaynu'l-‘Ábidín.

¡Mirad pues, oh negligentes, con qué resplandor ardió antaño el fuego del amor de Dios en el corazón de Ḥusayn, si sois de los que examinan con cuidado! Tan intensa se hizo su llama que finalmente el fervor y el anhelo arrebataron de sus manos las riendas de la paciencia, y el amor de Aquel que es el Irresistible cautivó hasta tal punto su corazón que entregó su alma, su espíritu y su esencia, y lo entregó todo en el sendero de Dios, el Señor de los mundos. ¡Por Dios! Más dulce era esto a su vista que el imperio de la tierra y del cielo. Pues el amante verdadero nada anhela sino la reunión con su amado, y el buscador no tiene otro deseo que alcanzar el objeto de su búsqueda. Sus corazones ansían la reunión, de la misma forma que el cuerpo anhela el espíritu; no, su ansia es aún mayor, si tan solo lo percibierais.

Di: Ese mismo fuego arde ahora en Mi propio pecho, y Mi deseo es que este Ḥusayn entregue Su vida de igual manera, con la esperanza de alcanzar tan augusta y sublime posición, esa posición en que el siervo muere para sí mismo y vive en Dios, el Todopoderoso, el Excelso, el Grande. Si os revelara los misterios que Dios ha depositado en ella, ciertamente ofrendaríais vuestras vidas en Su camino, renunciaríais a vuestros caudales y abandonaríais todo cuanto poseéis con el fin de alcanzar esa posición trascendente y gloriosísima. Sin embargo, Dios ha cubierto vuestro corazón con un velo y ha oscurecido vuestros ojos, no sea que comprendáis Sus misterios y toméis conciencia de su significado.

Di: El alma sincera anhela la cercanía a Dios, del mismo modo que la criatura lactante ansía el seno de su madre; ¡mayor aún es el ardor de su anhelo, si tan solo lo supierais! Su anhelo es igual al del sediento que suspira por las aguas vivas de la gracia, o al del pecador que ansía obtener el perdón y la misericordia. Así os exponemos los misterios de la Causa y os damos a conocer lo que os hará independientes de todo lo que os ha ocupado hasta ahora, para que tal vez entréis en la Corte de Santidad en este excelso Paraíso. ¡Juro por Dios! Quien allí entre jamás abandonará sus recintos, y quien la contemple jamás se apartará de ella, aunque las espadas de los infieles y los negadores descarguen golpes sobre él. Así te hemos relatado lo que le aconteció a Ḥusayn, y suplicamos a Dios que Nos destine lo que ha decretado para él. Él es, ciertamente, el Más Generoso, el Munificente.

¡Por la rectitud de Dios! Mediante su acto se esparcieron sobre todas las cosas las fragancias de santidad, se perfeccionó la prueba de Dios y Su testimonio se puso de manifiesto a todos los seres. Y después de él, Dios levantó a un pueblo que vengó su muerte, acabó con sus enemigos y lloró por él de madrugada y al anochecer. Di: Dios ha prometido en Su Libro aprehender a todo opresor por su tiranía y eliminar a los sembradores de discordia. Sabed que semejantes hazañas santas ejercen, por sí mismas, una gran influencia sobre el mundo del ser, influencia que es, empero, inescrutable para todos con excepción de aquellos cuyos ojos Dios ha abierto, cuyos corazones ha librado de velos encubridores y cuyas almas ha guiado rectamente.

Se aproxima el día en que Dios habrá generado un pueblo que recordará Nuestros días, que relatará la historia de Nuestras pruebas, que exigirá la restitución de Nuestros derechos a aquellos que, sin ninguna tilde de prueba, Nos han tratado con manifiesta injusticia. Con toda certeza, Dios domina la vida de aquellos que Nos han hecho daño, y conoce muy bien sus acciones. Sin duda, Él los aprehenderá por sus pecados. Verdaderamente, Él es el más severo de los vengadores.

Así os hemos narrado los relatos del único Dios verdadero, y os hemos enviado aquello que Él ha preordinado, para que quizá Le pidáis perdón, regreséis a Él, os arrepintáis de verdad, os deis cuenta de vuestras maldades, sacudáis vuestro letargo, despertéis de vuestra negligencia, os redimáis de lo que se os ha escapado, y seáis de aquellos que hacen el bien. Que aquel que quiera, reconozca la verdad de Mis palabras; y en cuanto a quien no quiera, que se aleje. Mi único deber es recordaros el incumplimiento de vuestro deber hacia la Causa de Dios, para que quizá seáis de aquellos que hacen caso de Mi advertencia. Por lo tanto, prestad oído a Mis palabras, y volveos hacia Dios y arrepentíos, para que Él, mediante Su gracia, tenga misericordia de vosotros, lave vuestros pecados y perdone vuestras transgresiones. La grandeza de Su misericordia sobrepasa la furia de Su ira, y Su gracia abarca a todos los que han sido creados y ataviados con el manto de la vida, tanto del pasado como del futuro.

¡Oh Ministros de Estado! ¿Acaso creéis en vuestro corazón que hemos venido a despojaros de vuestros bienes y vanidades mundanas? ¡No, por Aquel en Cuya mano está Mi alma! Nuestra intención ha sido dejar en claro que no Nos oponemos a las órdenes del soberano ni tampoco hemos de ser contados entre los rebeldes. Sabed con certeza que todos los tesoros de la tierra, todo el oro, la plata y las piedras insólitas y preciosas que contienen son, a los ojos de Dios, de Sus elegidos y de Sus amados, tan despreciables como un puñado de arcilla. Pues dentro de poco todo lo que hay en la tierra perecerá, y el reino permanecerá con Dios, el Omnipotente, el Incomparable. Lo que perece jamás Nos podrá aprovechar, ni tampoco puede aprovecharos a vosotros, si tan solo reflexionarais.

¡Por la rectitud de Dios! No hablo falsamente ni declaro nada que no Me haya sido ordenado por Dios. Ello lo atestiguan las palabras mismas de esta Tabla, si tan solo reflexionarais sobre su contenido. No sigáis los impulsos de vuestros propios deseos ni lo que el Maligno susurra en vuestras almas. Más bien, seguid la Causa de Dios, tanto en vuestra vida exterior como interior, y no seáis de los negligentes. Esto es para vosotros mejor que todo lo que habéis acumulado en vuestras casas y todo cuanto habéis perseguido de día y de noche.

El mundo pasará, y también pasarán las cosas con que se regocijan vuestros corazones, o de las cuales os enorgullecéis ante las gentes. Limpiad el espejo de vuestro corazón de la escoria del mundo y de todo cuanto en él hay, para que refleje la luz resplandeciente de Dios. En realidad, ello os permitirá prescindir de todo salvo Dios, y alcanzar la complacencia de vuestro Señor, el Más Generoso, el Omnisciente, el Sapientísimo. Nos, ciertamente, hemos descubierto a vuestros ojos lo que os ha de beneficiar tanto en este mundo como en el dominio de la fe, y lo que os ha de guiar al camino de la salvación. ¡Ojalá os volvierais hacia ello!

Escucha, oh Rey, las palabras de Aquel que habla la verdad, Quien no te pide que Le recompenses con las cosas que Dios ha querido conferirte, Quien, sin errar, huella el Camino recto. Él es Quien te convoca ante Dios, tu Señor, Quien te muestra el rumbo correcto, el camino que lleva a la verdadera felicidad, para que quizá seas de los bienaventurados.

Ten cuidado, oh Rey, de rodearte de ministros que siguen los deseos de una inclinación corrupta, que han desechado lo que ha sido encomendado en sus manos y han traicionado claramente la confianza puesta en ellos. Sé generoso con los demás como Dios ha sido generoso contigo, y no abandones los intereses de tu pueblo a merced de ministros como estos. No dejes de lado el temor a Dios y sé de los que obran con rectitud. Rodéate de ministros en quienes puedas percibir la fragancia de la fe y la justicia; consulta con ellos y opta por lo que sea lo mejor a tu vista, y sé de los que obran con generosidad.

Has de saber con certeza que quien no cree en Dios no es digno de confianza ni veraz. Esto es de hecho la verdad, la indudable verdad. Quien traicione a Dios también traicionará a su rey. Nada en absoluto puede disuadir a esa persona de hacer el mal, nada puede impedirle que traicione a su prójimo, nada puede inducirle a actuar con rectitud.

Ten cuidado de no entregar las riendas de los asuntos de tu estado en manos de otros, y no deposites tu confianza en ministros indignos de crédito, y no seas de los negligentes. Rehúye de aquellos cuyos corazones están apartados de ti, no deposites tu confianza en ellos y no les encomiendes tus asuntos ni los asuntos de los que profesan tu fe. Mantente alerta, y no permitas que el lobo se convierta en el pastor del rebaño de Dios, y no abandones el destino de Sus amados a merced de los malévolos. No esperes que los que violan las disposiciones de Dios sean veraces ni sinceros en la fe que profesan. Evítalos, y guárdate rigurosamente, no sea que sus intrigas y maldades te causen daño. Aléjate de ellos y fija tu mirada en Dios, tu Señor, el Todoglorioso, el Más Generoso. Dios, ciertamente, estará con aquel que se entregue por completo a Él; y Él, verdaderamente, protegerá a quien ponga toda su confianza en Dios de todo lo que pueda dañarle, y le escudará de la perversidad de todo malhechor.

Si prestaras oído a Mis palabras y observaras Mi consejo, Dios te exaltaría a tan eminente posición que las malas intenciones de ninguna persona en toda la tierra podrían jamás alcanzarte o lastimarte. Observa, oh Rey, los preceptos de Dios con lo más íntimo de tu corazón y con todo tu ser, y no camines por los senderos del opresor. Toma las riendas de los asuntos de tus gentes y sostenlas firmemente en el puño de tu poder, y examina personalmente todo cuanto tenga que ver con ellas. No pases nada por alto, pues en ello reside el bien supremo.

Da gracias a Dios por haberte escogido a ti de entre el mundo entero y haberte hecho rey de los que profesan tu fe. Te corresponde apreciar los maravillosos favores que Dios te ha otorgado y magnificar continuamente Su nombre. Le alabarás de la mejor manera si amas a Sus amados, y si resguardas y proteges a Sus siervos de la maldad de los pérfidos, para que nadie los siga oprimiendo. Deberías, además, disponerte a hacer cumplir la ley de Dios en medio de ellos, para que puedas ser de los que están firmemente asentados en Su ley.

Si hicieras que ríos de justicia esparcieran sus aguas entre tus súbditos, Dios de seguro te ayudaría con las huestes de lo invisible y de lo visible, y te fortalecería en tus asuntos. No hay Dios sino Él. Toda la creación y su imperio son Suyos. A Él vuelven las obras de los fieles.

No pongas tu confianza en tus tesoros. Pon toda tu fe en la gracia de Dios, tu Señor. Que Él sea tu confianza en todo lo que hagas, y sé de los que se han sometido a Su Voluntad. Deja que Él sea tu ayuda, y enriquécete con Sus tesoros, pues con Él están los erarios de los cielos y de la tierra. Él los concede a quien quiere, y a quien quiere se los niega. No hay otro Dios sino Él, el Poseedor, el Alabado. Todos son solo indigentes ante la puerta de Su misericordia; todos son impotentes ante la revelación de Su soberanía, e imploran Sus favores.

No sobrepases los límites de la moderación, y procede justamente con quienes te sirven. Concédeles lo que sea acorde a sus necesidades, y no en la medida que les permita acumular riquezas para sí mismos, engalanarse, embellecer sus hogares, adquirir cosas que no les son de ningún beneficio, y ser contados entre los derrochadores. Procede con ellos con recta justicia, de modo que ninguno sufra privaciones ni viva rodeado de lujos. Esto no es sino justicia manifiesta.

No permitas que personas viles gobiernen y dominen a quienes son nobles y dignos de honor, y no dejes que los magnánimos estén a merced de los despreciables e indignos, pues esto es lo que observamos a Nuestra llegada a la Ciudad, y de ello damos testimonio. Entre sus habitantes, encontramos que algunos poseían copiosas fortunas y vivían en medio de excesiva riqueza, en tanto que otros se hallaban en extrema necesidad y sumidos en abyecta pobreza. Esto es impropio de tu soberanía e indigno de tu posición.

Acepta Mi consejo, y esfuérzate por gobernar con equidad entre las gentes, para que Dios exalte tu nombre y difunda la fama de tu justicia en todo el mundo. Ten cuidado, no sea que engrandezcas a tus ministros a expensas de tus súbditos. Teme los suspiros de los pobres y de los rectos de corazón, quienes al amanecer de cada día deploran su condición, y sé para ellos un soberano benigno. Ellos, en verdad, son tus tesoros sobre la tierra. Te corresponde, por tanto, proteger tus tesoros de los asaltos de quienes desean robarte. Infórmate sobre sus asuntos y comprueba su situación cada año, es más, cada mes, y no seas de los que descuidan sus deberes.

Coloca ante tus ojos la infalible Balanza de Dios y, como si estuvieras en Su Presencia, sopesa en esa Balanza tus acciones cada día, en cada momento de tu vida. Haz un examen de conciencia antes de que seas llamado a rendir cuentas, en el Día en que nadie tendrá fuerza para sostenerse por temor a Dios, Día en que se hará estremecer el corazón de los desatentos.

Incumbe a todo rey ser tan generoso como el sol, que estimula el crecimiento de todos los seres y da a cada uno lo que se merece, cuyos beneficios no son intrínsecos de por sí, sino que son ordenados por Aquel que es el Omnipotente, el Todopoderoso. El Rey debería ser tan generoso, tan munífico en su misericordia, como las nubes, las efusiones de cuya generosidad son derramadas sobre todas las tierras, por el mandato de Aquel que es el Supremo Ordenador, el Omnisciente.

Ten cuidado de no confiar los asuntos de Estado enteramente en manos de otro. Nadie puede cumplir tus funciones mejor que tú mismo. Así te exponemos con claridad Nuestras palabras de sabiduría y hacemos descender sobre ti lo que te permitirá pasar de la siniestra de la opresión a la diestra de la justicia, y aproximarte al resplandeciente océano de Sus favores. Tal es el sendero que han hollado los reyes que existieron antes de ti, aquellos que actuaron equitativamente con sus súbditos y transitaron los caminos de la recta justicia.

Tú eres la sombra de Dios en la tierra. Por lo tanto, esfuérzate por actuar de la manera que corresponda a una posición tan eminente, tan augusta. Si te desvías de las cosas que hemos hecho descender sobre ti y te hemos enseñado, ciertamente estarás desdeñando este gran e inapreciable honor. Vuelve, entonces, a Dios y aférrate enteramente a Él, y purifica tu corazón del mundo y de todas sus vanidades, y no permitas que el amor hacia cualquier extraño entre y more en él. Mientras no hayas purificado tu corazón de todo vestigio de ese amor, el brillo de la luz de Dios no podrá derramar su resplandor sobre él, pues Dios no le ha dado a nadie más que un solo corazón. Ciertamente, esto ha sido decretado y escrito en Su antiguo Libro. Y ya que el corazón humano, tal como Dios lo ha forjado, es uno e indiviso, te incumbe cuidar que su apego sea también uno e indiviso. Por tanto, aférrate con todo el afecto de tu corazón a Su amor, y deslígalo del amor a cualquier otro fuera de Él, para que Él te ayude a sumergirte en el océano de Su unidad, y te permita llegar a ser un verdadero defensor de Su unicidad. Dios es Mi testigo. Mi único propósito al revelarte estas palabras es purificarte de las cosas transitorias de la tierra y ayudarte a entrar en el dominio de gloria sempiterna, para que, con la venia de Dios, seas de los que moran y gobiernan allí.

¿Has oído, oh Rey, lo que hemos padecido a manos de tus ministros y cómo Nos han tratado, o eres de los negligentes? Si efectivamente lo has oído y has tenido conocimiento de ello, ¿por qué no prohibiste a tus ministros cometer semejantes acciones? ¿Cómo es que deseaste para Aquel que ha acatado tu mandato y ha sido obediente a tus órdenes lo que ningún rey desearía para nadie entre sus súbditos? Y si no tienes conocimiento de ello, esto es de hecho un error más grave todavía, si tan solo fueras de los temerosos de Dios. Por lo tanto, te relataré lo que hemos padecido a manos de estos opresores.

Has de saber, pues, que llegamos a tu ciudad por orden tuya, y entramos en ella con evidente distinción. Sin embargo, Nos expulsaron de tu ciudad con una humillación con la que ninguna otra humillación puede compararse en el mundo, si tan solo fueras de los que están bien informados. Nos hicieron viajar hasta que llegamos al lugar en que solo entran los que se han rebelado contra la autoridad del soberano y son contados entre los transgresores. Y ello, a pesar de que jamás te habíamos desobedecido ni por un solo momento, pues cuando oímos tu orden la cumplimos y Nos sometimos a tu voluntad. Sin embargo, en su trato con Nos, tus ministros no honraron las normas de Dios ni Sus mandamientos, ni prestaron atención a aquello que ha sido revelado a los Profetas y Mensajeros. No Nos mostraron misericordia, y cometieron contra Nos lo que nunca se ha perpetrado entre fieles, ni tampoco creyente alguno le ha causado a un infiel. Dios conoce y atestigua la verdad de Nuestras palabras.

Cuando Nos expulsaron de tu ciudad, Nos pusieron en medios de transporte usados por la gente para portar equipajes y cargas similares. Tal fue el tratamiento que recibimos de ellos, si desearas conocer la verdad. Así se Nos despachó, y así Nos llevaron a la ciudad que ellos consideran la morada de los rebeldes. A Nuestra llegada, no encontramos casa donde habitar, y Nos vimos obligados a residir en un lugar en el que no entraba nadie salvo el forastero más indigente. Allí Nos alojamos durante algún tiempo, después de lo cual, sufriendo cada vez más por la falta de espacio, logramos arrendar casas que sus moradores habían desocupado debido al intenso frío. Así, en pleno invierno, Nos vimos obligados a hacer morada en casas donde nadie vivía salvo en el calor del verano. Ni Mi familia ni nadie de los que Me acompañaban tenían la ropa necesaria para protegerse del intenso frío de ese clima helado.

¡Ojalá tus ministros Nos hubieran tratado conforme a los principios que mantienen entre sí! ¡Por Dios! No Nos trataron ni de acuerdo con los mandamientos de Dios, ni según las costumbres que defienden, ni las normas usuales entre las gentes, ni siquiera la manera en que los pobres de la tierra reciben a un caminante. Este es el relato de lo que padecimos a manos de ellos, y que te hemos referido en lenguaje veraz y sincero.

Todo esto Me ocurrió a pesar de que había ido hasta ellos siguiendo sus propias órdenes y sin oponerme a su autoridad, que deriva de la tuya. Así aceptamos y acatamos su mandato. Sin embargo, parecen haber olvidado lo que Dios ha ordenado. Él dice, y Su Palabra es la verdad: «Actuad con humildad para con los creyentes». Pareciera que su única preocupación era su propia comodidad y reposo, y que sus oídos estaban sordos al suspiro de los pobres y al llanto de los oprimidos. Parecen imaginar que han sido creados a partir de pura luz, mientras que los demás han sido formados de polvo. ¡Cuán miserables son sus imaginaciones! Todos hemos sido creados de un germen insignificante.

¡Juro por Dios, oh Rey! No es Mi deseo presentarte Mi queja contra quienes Me persiguen. Solamente expreso Mi pena y Mi sufrimiento a Dios, Quien Me ha creado a Mí y los ha creado a ellos, Quien conoce bien nuestra condición y Quien vigila todas las cosas. Mi deseo es advertirles de las consecuencias de sus acciones, para que quizá desistan de tratar a otros como Me han tratado a Mí, y sean de los que atienden Mi advertencia.

Las tribulaciones que Nos han sobrevenido, la privación que sufrimos, las variadas dificultades que Nos han envuelto pasarán todas, como pasarán asimismo los placeres con los que ellos se deleitan y la opulencia de que disfrutan. Esta es la verdad que ningún hombre sobre la tierra puede rechazar. Pronto llegarán a su fin los días en que hemos sido forzados a morar en el polvo, así como los días en que ellos ocupaban los asientos de honor. Dios, de seguro, juzgará con verdad entre Nos y ellos, y Él, ciertamente, es el mejor de los jueces.

Damos gracias a Dios por todo lo que Nos ha acontecido, y sobrellevamos pacientemente las cosas que Él ha ordenado en el pasado o que ha de ordenar en el futuro. En Él he depositado Mi confianza, y en Sus manos he encomendado Mi Causa. Él, ciertamente, retribuirá a todos los que soportan con paciencia y ponen su confianza en Él. Suya es la creación y su imperio. Él exalta a quien quiere, y rebaja a quien Él quiere. A Él no Se Le ha de pedir cuentas de Sus hechos. Él, verdaderamente, es el Todoglorioso, el Omnipotente.

Presta atención, oh Rey, a las palabras que te hemos dirigido. Haz que el opresor desista de su tiranía y separa a los que perpetran injusticia de entre los que profesan tu fe. ¡Por la rectitud de Dios! Las tribulaciones que hemos soportado son tales que cualquier pluma que las narre no puede sino sobrecogerse de angustia. Nadie de los que creen de verdad en la unidad de Dios y la defienden puede soportar el peso de su narración. Tan grandes han sido Nuestros sufrimientos que incluso los ojos de Nuestros enemigos han llorado por Nos y, más allá de ellos, los de toda persona perspicaz. Y hemos sido sometidos a todas estas pruebas, a pesar de habernos acercado a ti y haber exhortado al pueblo a ponerse bajo tu amparo, para que seas una fortaleza para los que creen en la unidad de Dios y la defienden.

¡Oh Rey! ¿Acaso alguna vez te he desobedecido? ¿He transgredido alguna vez cualquiera de tus leyes? ¿Puede alguno de los ministros que te representaban en Iráq aducir una sola prueba que demuestre Mi deslealtad hacia ti? ¡No, por Aquel que es el Señor de todos los mundos! Ni por un breve instante Nos rebelamos contra ti ni contra ninguno de tus ministros. Y nunca, Dios mediante, Nos sublevaremos contra ti, aunque seamos expuestos a pruebas más severas que ninguna de las que hemos sufrido en el pasado.

De día y de noche, al atardecer y al amanecer, oramos a Dios por ti, para que te ayude benévolamente a ser obediente a Él y a observar Su mandamiento, para que te proteja de las huestes de los malvados. Haz, por tanto, como te plazca, y trátanos como corresponde a tu posición y es digno de tu soberanía. No descuides la ley de Dios en todo lo que desees lograr, ni ahora ni en los días por venir. Di: ¡Alabado sea Dios, Señor de todos los mundos!

¡Oh Ministro del Sháh en la Ciudad (Constantinopla)! ¿Imaginas que Yo tengo en Mis manos el destino final de la Causa de Dios? ¿Piensas que pueden desviar su curso Mi encarcelamiento, o la vergüenza que he tenido que soportar, o incluso Mi muerte y Mi completa aniquilación? ¡Infame es lo que has imaginado en tu corazón! Tú eres realmente de aquellos que van detrás de las vanas imaginaciones que conciben sus corazones. No hay Dios sino Él. Potente es Él para manifestar Su Causa, y para exaltar Su testimonio, y para establecer todo lo que sea Su Voluntad y elevarla a una posición tan eminente que ni tus manos ni las de quienes se han apartado de Él jamás podrán alcanzar o dañar.

¿Crees que tienes poder para frustrar Su Voluntad, impedirle que ejecute Su sentencia o disuadirle de que ejerza Su soberanía? ¿Pretendes que alguna cosa en los cielos o en la tierra puede resistir Su Fe? ¡No, por Aquel que es la Verdad Eterna! Absolutamente nada en toda la creación puede obstaculizar Su Propósito. Desecha, por tanto, la mera presunción que persigues, pues la mera presunción jamás podrá reemplazar la verdad. Sé de aquellos que de verdad se han arrepentido y han retornado a Dios, el Dios que te ha creado, te ha sustentado y te ha hecho un ministro entre los que profesan tu fe.

Además, has de saber que Él es Quien, por Su propio deseo, ha creado todo lo que hay en los cielos y todo lo que hay en la tierra. ¿Cómo puede vencerle, entonces, aquello que ha sido creado por Su mandato? ¡Muy por encima está Dios de lo que imagináis acerca de Él, gente maliciosa! Si esta Causa es de Dios, nadie puede vencerla; y si no es de Dios, los teólogos de entre vosotros, los que siguen sus deseos corruptos y quienes se han rebelado contra Él seguramente bastarán para subyugarla.

¿No has oído lo que dijo antaño un hombre de la familia del Faraón, un creyente, y que Dios contó a Su Apóstol, a Quien Él ha elegido por encima de todos los seres humanos, ha confiado Su Mensaje y ha convertido en la fuente de Su misericordia para todos los que moran en la tierra? Él dijo, y Él ciertamente dice la verdad: «¿Vais a matar a un hombre porque dice mi Señor es Dios, cuando ya ha venido con pruebas de su misión? Si es un mentiroso, sobre él recaerá su mentira, pero si es un hombre veraz, por lo menos parte de aquello con lo que amenaza caerá sobre vosotros». Esto es lo que Dios ha revelado a Su Bienamado, en Su Libro infalible.

Y, sin embargo, no habéis prestado oído a Su llamado, habéis desatendido Su ley, habéis rechazado el consejo que ha consignado en Su Libro, y habéis sido de los que se han desviado lejos de Él. ¡Cuántos son aquellos que cada año y cada mes han sido matados a causa de vosotros! ¡Cuán múltiples las injusticias que habéis perpetrado, injusticias tales que los ojos de la creación no han visto nada igual, ni cronista alguno ha registrado jamás! ¡Cuán numerosas las criaturas y lactantes que quedaron huérfanas, y los padres que perdieron a sus hijos a causa de vuestra crueldad, oh obradores de injusticia! ¡Cuán a menudo la hermana se ha consumido y ha llorado desconsolada la muerte de su hermano, y cuántas veces la esposa se ha lamentado por su esposo y único sostenedor!

Vuestra iniquidad aumentó más y más hasta que disteis muerte a Aquel que jamás había apartado Su vista de la faz de Dios, el Exaltadísimo, el Más Grande. ¡Si por lo menos Le hubierais matado de la manera en que los hombres suelen matarse! Sin embargo, Le matasteis en circunstancias como las que ningún ser humano ha presenciado jamás. Los cielos lloraron penosamente por Él y las almas de los que están cerca de Dios clamaron por Su aflicción. ¿Acaso no era Vástago de la antigua Casa de vuestro Profeta? ¿No se había difundido entre vosotros Su fama como descendiente directo del Apóstol? ¿Por qué, entonces, Le infligisteis lo que ninguna persona le ha infligido a otra, por mucho que miréis al pasado? ¡Por Dios! ¡Los ojos de la creación no han visto a nadie como vosotros! ¡Matáis a Aquel que es Vástago de la Casa de vuestro Profeta, y os regocijáis y os divertís, sentados en vuestros asientos de honor! ¡Pronunciáis imprecaciones contra los que existieron antes que vosotros, y que perpetraron lo que vosotros habéis perpetrado, y permanecéis todo el tiempo sin reparar en vuestras atrocidades!

Sed justos en vuestro juicio. ¿Acaso aquellos a quienes maldecís, contra quienes invocáis el mal, actuaron de forma diferente a vosotros? ¿No han matado al descendiente de su Profeta tal como vosotros habéis matado al descendiente del vuestro? ¿No es vuestra conducta similar a la de ellos? ¿Cómo, entonces, pretendéis ser diferentes de ellos, oh sembradores de disensión entre los hombres?

Y cuando Le quitasteis la vida, uno de Sus seguidores se dispuso a vengar Su muerte. Era un desconocido, y el propósito que había concebido no fue advertido por nadie. Finalmente cometió lo que había sido preordinado. Os incumbe, por lo tanto, no culpar a nadie sino a vosotros mismos por lo que habéis cometido, si juzgáis con rectitud. ¿Quién en toda la tierra ha hecho lo que vosotros habéis hecho? ¡Nadie, por Aquel que es el Señor de todos los mundos!

Todos los gobernantes y reyes de la tierra honran y reverencian a los descendientes de sus Profetas y santos, si tan solo lo percibierais. Vosotros, en cambio, sois responsables de hechos tales que jamás ha cometido hombre alguno. Vuestros delitos han sido la causa de que todo corazón comprensivo se consuma de dolor. Y, sin embargo, habéis permanecido sumidos en vuestra negligencia y no os habéis dado cuenta de la iniquidad de vuestras acciones.

Habéis persistido en vuestro descarrío hasta levantaros contra Nos, aunque no habíamos cometido nada que justificara vuestra enemistad. ¿Acaso no teméis a Dios, Quien os ha creado, os ha dado forma, ha hecho que obtengáis vuestra fuerza y os ha unido a los que se han resignado a Él? ¿Hasta cuándo vais a persistir en vuestro descarrío? ¿Hasta cuándo rehusaréis reflexionar? ¿Hasta cuándo seguiréis sin sacudir vuestro letargo y despertar de vuestra negligencia? ¿Hasta cuándo permaneceréis inconscientes de la verdad?

Reflexionad en vuestros corazones. A pesar de vuestro comportamiento y de lo que vuestras manos han obrado, ¿habéis conseguido extinguir el fuego de Dios o apagar la luz de Su Revelación, una luz que ha envuelto con su brillo a quienes están sumergidos en los ondulantes océanos de la inmortalidad, y que ha atraído a las almas de los que verdaderamente creen y defienden Su unidad? ¿No sabéis que la Mano de Dios está por encima de vuestras manos, que Su irrevocable Decreto trasciende todas vuestras maquinaciones, que Él es supremo sobre Sus siervos, que Él es capaz de cumplir Su propósito, que Él hace lo que desea, que a Él no Se Le debe pedir cuentas de Su voluntad, que Él ordena lo que Le place, que Él es el Más Poderoso, el Omnipotente? Si creéis que esto es la verdad, ¿por qué entonces no dejáis de causar dificultades y os quedáis en paz con vosotros mismos?

Cada día perpetráis una nueva injusticia, y Me tratáis como Me tratasteis en tiempos pasados, aunque jamás intenté entrometerme en vuestros asuntos. En ningún momento Me he opuesto a vosotros, ni Me he rebelado contra vuestras leyes. ¡Mirad cómo, finalmente, Me encarcelasteis en esta tierra lejana! Sin embargo, tened la certeza de que nada que hayan obrado vuestras manos o las manos de los infieles podrá jamás cambiar la Causa de Dios ni alterar Sus procedimientos en el futuro, como no lo han hecho en el pasado.

¡Prestad atención a Mi advertencia, pueblo de Persia! Si muero a vuestras manos, Dios de seguro levantará a uno que ocupe el puesto dejado vacante por Mi muerte, pues tal es el método que Dios ha llevado a efecto antaño, y no encontraréis cambio en la forma de proceder de Dios. ¿Intentáis extinguir la luz de Dios que brilla sobre Su tierra? Dios es contrario a vuestro deseo. Él perfeccionará Su luz, a pesar de que vosotros la aborrecéis en lo íntimo de vuestros corazones.

Detente por un momento y reflexiona, oh Ministro, y sé justo en tu juicio. ¿Qué hemos cometido que pueda justificar que Nos hayas difamado ante los Ministros del Rey, que hayas seguido tus deseos, hayas tergiversado la verdad y hayas lanzado calumnias contra Nos? Nunca nos hemos visto, excepto cuando te encontramos en la casa de tu padre, en los días en que se conmemoraba el martirio del Imam Ḥusayn. En esas ocasiones nadie tuvo oportunidad de dar a conocer a otros sus opiniones o creencias, ni en conversaciones ni en discursos. Darás testimonio de la verdad de Mis palabras, si eres de los veraces. No he frecuentado otras reuniones en las que pudieras haber conocido Mi opinión, ni en las que ningún otro pudiera haberlo hecho. ¿Cómo entonces pronunciaste tu veredicto contra Mí, cuando no habías oído Mi testimonio de Mis propios labios? ¿Acaso no has oído lo que Dios ―exaltada sea Su gloria― ha dicho: «No digáis a todo el que os salude al encontraros: ‘Tú no eres un creyente'»? «No rechacéis a los que en la mañana y en la noche suplican a su Señor, ansiosos de contemplar Su faz». En verdad, has desatendido lo que el Libro de Dios ha prescrito ¡y aun así te consideras un creyente!

A pesar de lo que has hecho –y de esto Dios es Mi testigo– no guardo rencor contra ti ni contra nadie, aunque de ti y de otros recibimos tal daño que ningún creyente en la unidad de Dios puede soportar. Mi causa no está en manos de nadie sino de Dios y Mi confianza no está en ningún otro más que en Él. Dentro de poco, tus días llegarán a su fin, así como llegarán a su fin los días de quienes se vanaglorian ante sus semejantes con evidente orgullo. Pronto se os reunirá en presencia de Dios, y se os interrogará sobre vuestras acciones, y obtendréis el pago por lo que vuestras manos han obrado ¡y desdichada es la morada de los malhechores!

¡Por Dios! Si te dieras cuenta de lo que has hecho, seguramente llorarías tristemente por ti mismo, huirías hacia Dios en busca de refugio, te consumirías de dolor y te lamentarías todos los días de tu vida, hasta que Dios te perdonara, pues Él es en verdad el Más Generoso, el Munífico. Sin embargo, persistirás en tu negligencia hasta la hora de tu muerte, por cuanto con todo tu corazón, tu alma y tu más íntimo ser, te has ocupado con las vanidades del mundo. Después de tu partida, descubrirás lo que te hemos revelado, y verás todas tus acciones registradas en el Libro en el que se anotan las obras de todos los que habitan en la tierra, ya sean mayores o menores que el peso de un átomo. Atiende, por tanto, Mi consejo, y escucha con el oído de tu corazón Mis palabras y no las desatiendas, ni seas de los que rechazan Mi verdad. No te gloríes de las cosas que te han sido otorgadas. Pon ante tus ojos lo que ha sido revelado en el Libro de Dios, Quien ayuda en el peligro, el Todoglorioso: «Y cuando habían olvidado sus advertencias, les abrimos las puertas de todas las cosas», así como te abrimos a ti y a tus iguales las puertas de esta tierra y de sus ornamentos. Aguarda, por tanto, lo que ha sido prometido en la última parte de este santo versículo, pues esta es una promesa de Aquel que es el Todopoderoso, el Omnisapiente; promesa que no resultará ser falsa.

No conozco el camino que habéis escogido y que holláis ¡oh congregación de Mis malquerientes! ¡Os emplazamos ante Dios, os recordamos Su Día, os anunciamos las nuevas de vuestra reunión con Él, os atraemos a Su corte y os enviamos señales de Su maravillosa sabiduría, y aun así ¡mirad cómo Nos rechazáis, cómo Nos condenáis como a un infiel mediante lo que vuestros labios mendaces han pronunciado, y cómo tramáis vuestras intrigas contra Nos! Y cuando os manifestamos lo que Dios Nos ha concedido mediante Su munífico favor, decís «Esto no es sino pura magia». Las mismas palabras fueron pronunciadas por las generaciones anteriores a vosotros y que eran igual que vosotros, si tan solo lo comprendierais. Con esto, os habéis privado de la munificencia de Dios y de Su gracia, y jamás las obtendréis hasta el día en que Dios haya juzgado entre Nos y vosotros, y Él, ciertamente, es el mejor de los jueces.

Algunos de entre vosotros han dicho: «Él es Quien ha pretendido ser Dios». ¡Por Dios! Esta es una enorme calumnia. No soy sino un siervo de Dios que ha creído en Él y en Sus signos, y en Sus profetas y en Sus ángeles. Mi lengua, y Mi corazón, y Mi ser interior y exterior atestiguan que no hay Dios sino Él, que todos los demás han sido creados por Su mandato y generados mediante la acción de Su Voluntad. No hay otro Dios sino Él, el Creador, el Resucitador de los muertos, Quien da la vida, Quien da la muerte. Yo soy Aquel que esparce los favores con que Dios Me ha favorecido, mediante Su munificencia. Si esta es Mi transgresión, entonces soy ciertamente el primero de los transgresores. Yo y Mis familiares estamos a vuestra merced. Haced lo que os plazca, y no seáis de los que vacilan, para que pueda regresar a Dios Mi Señor, y llegar al lugar donde ya no pueda ver vuestros rostros. Verdaderamente, este es Mi mayor anhelo, Mi más ardiente deseo. Dios, ciertamente, observa Mi condición, y está suficientemente informado.

¡Imagina que estás bajo los ojos de Dios, oh Ministro! Aunque tú no Le ves, Él, en verdad, te ve con toda claridad. Observa y juzga Nuestra Causa con justicia. ¿Qué hemos cometido que te haya inducido a levantarte contra Nos, y a calumniarnos ante la gente, si eres de los justos? Partimos de Teherán por mandato del Rey y, con su venia, trasladamos Nuestra residencia a Iráq. Si hubiese transgredido contra él, ¿por qué entonces Me liberó? Y si estaba libre de culpa, ¿por qué razón Nos afligisteis con tales tribulaciones que nadie entre los que profesan vuestra fe ha sufrido? ¿Acaso alguna de Mis acciones, tras Mi llegada a Iráq, ha subvertido la autoridad del gobierno? ¿Hay alguien que haya detectado cualquier cosa reprensible en Nuestro comportamiento? Pregunta tú mismo entre sus gentes, para que seas de quienes han discernido la verdad.

Durante once años vivimos en esa tierra, hasta que llegó el Ministro que representaba a tu gobierno, cuyo nombre Nuestra pluma se resiste a mencionar, quien era dado a la bebida, quien seguía sus pasiones, cometía maldades, y era corrupto y corrompía a Iráq. Esto lo atestiguará la mayoría de los habitantes de Bagdad, si les preguntaras y fueras de los que buscan la verdad. Él fue quien se apoderó ilícitamente de los bienes de sus congéneres, quien desatendió todos los mandamientos de Dios y perpetró todo lo que Dios ha prohibido. Finalmente, siguiendo sus deseos, se levantó contra Nos y holló el camino de los injustos. En su carta dirigida a ti Nos acusó, y tú le creíste y le hiciste caso, sin requerir ninguna prueba ni testimonio fidedigno de él. No pediste ninguna explicación ni trataste de investigar o averiguar el asunto, para que la verdad fuese distinguida de la falsedad ante tus ojos, y tuvieses claridad de discernimiento. Averigua tú mismo qué clase de hombre era, preguntando a los Ministros que estaban en ese tiempo en Iráq, y asimismo al Gobernador de la Ciudad y a su primer Consejero, para que te sea revelada la verdad y seas de los bien informados.

¡Dios es Nuestro testigo! En ninguna circunstancia Nos hemos opuesto ni a él ni a otros. En todas condiciones, observamos los preceptos de Dios y nunca fuimos de los que provocaron desórdenes. Esto lo atestigua él mismo. Su intención era apresarnos y enviarnos de vuelta a Persia, para poder así exaltar su fama y reputación. Tú has cometido el mismo crimen y con el mismo propósito. Ambos sois de la misma condición a los ojos de Dios, el soberano Señor de todo, el Omnisciente.

Al dirigirte estas palabras, no es Nuestro propósito aliviar el peso de Nuestra aflicción, ni inducirte a interceder por Nos ante nadie. ¡No, por Aquel que es el Señor de todos los mundos! Hemos expuesto todo este asunto ante ti, para que quizás te des cuenta de lo que has hecho, desistas de infligir a otros el daño que Nos has infligido, y seas de los que de verdad se han arrepentido ante Dios, Quien te creó a ti y a todas las cosas, y actúes con discernimiento en el futuro. Esto es mejor para ti que todo lo que posees, y que tu ministerio, cuyos días están contados.

Ten cuidado, no seas instigado a consentir la injusticia. Asienta tu corazón en la justicia, y no alteres la Causa de Dios, y sé de aquellos cuyos ojos están dirigidos hacia las cosas que han sido reveladas en Su Libro. No sigas, bajo ninguna circunstancia, los impulsos de tus malos deseos. Guarda la ley de Dios, tu Señor, el Benéfico, el Anciano de Días. Con toda seguridad, volverás al polvo y perecerás como todas las cosas con que te deleitas. Esto es lo que ha pronunciado la Lengua de verdad y gloria.

Recuerda la advertencia de Dios pronunciada en tiempos pasados, para que seas de los que acatan Su advertencia. Él dijo, y Él ciertamente habla la verdad: «De ella (la tierra) os hemos creado, y a ella os haremos retornar y de ella os haremos salir una segunda vez». Esto es lo que Dios ha ordenado para todos los que moran en la tierra, sean de la condición que sean. No corresponde, por tanto, a aquel que fue creado del polvo, que volverá a este y será nuevamente generado de él, henchirse de orgullo ante Dios y ante Sus amados, menospreciarles con altivez y estar lleno de despectiva arrogancia. Más bien, te corresponde a ti y a aquellos semejantes a ti someteros a Quienes son las Manifestaciones de la unidad de Dios, y deferir humildemente a los fieles, quienes han abandonado todo por causa de Dios, y se han desprendido de las cosas que absorben la atención de los hombres y los desvían lejos del camino de Dios, el Todoglorioso, el Alabado. Así os enviamos lo que os aprovechará y aprovechará a quienes han puesto toda su fe y confianza en su Señor.

¡Oh teólogos de la Ciudad! Vinimos a vosotros con la verdad, mientras hacíais caso omiso de ella. Parece que estéis como muertos, envueltos en la mortaja de vuestro propio ser. No buscasteis Nuestra presencia, cuando el haberlo hecho habría sido para vosotros mejor que todas vuestras acciones. Sabed, con toda verdad, que ha aparecido el Sol de la vigeregencia, y sin embargo os habéis alejado de él. La Luna de la guía ha ascendido al centro mismo del cielo, y sin embargo permanecéis separados de ella como por velos. El Astro de la munificencia divina ha resplandecido en el horizonte de la santidad eterna, y sin embargo os habéis desviado lejos de él.

Sabed que si vuestros guías, a quienes debéis lealtad, de quienes os enorgullecéis, a quienes mencionáis de día y de noche, y en cuyas pistas buscáis orientación, hubiesen vivido en estos días, habrían girado alrededor de Mí y no se habrían separado de Mí ni de noche ni de día. Vosotros, sin embargo, no volvisteis el rostro hacia Mi rostro ni por un momento, y os enorgullecisteis y fuisteis negligentes para con este Agraviado, Quien ha sido tan atribulado a manos de los hombres que Lo han tratado como han querido. No indagasteis acerca de Mi condición, ni os informasteis de lo que Me había sucedido. Con ello os habéis privado de las corrientes de santidad y de las brisas de munificencia que soplan desde este claro y luminoso Punto.

Pareciera que os habéis aferrado a las cosas exteriores y os habéis olvidado de las cosas interiores, y decís aquello que no hacéis. Sois amantes de los nombres y parece que os habéis entregado a ellos. Por ello es que haceis mención de los nombres de vuestros guías. Y si viniera a vosotros uno como ellos, o superior a ellos, huiríais de él. Mediante sus nombres os habéis enaltecido y habéis conseguido vuestras posiciones, y vivís y prosperáis. Y si vuestros guías volvieran a aparecer, no renunciaríais a vuestro mando, ni os volverías hacia ellos ni los seguiríais.

Os encontramos como encontramos a la mayoría de la gente, adorando nombres que mencionan durante los días de su vida, y con los cuales se ocupan. Sin embargo, tan pronto como aparecen los Portadores de esos nombres, los rechazan y se dan la vuelta. Así os hemos encontrado y así hemos juzgado vuestras acciones y dado testimonio de todos vuestros hechos en este día. Sabed que en este día Dios no aceptará vuestros pensamientos, ni vuestra recordación de Él, ni vuestra orientación hacia Él, ni vuestras oraciones, ni vuestra vigilia, a menos que, a juicio de este Siervo, seáis creados de nuevo. ¡Ojalá lo percibierais!

¡Por Dios! Ha sido plantado el Árbol de la viceregencia, se ha puesto de manifiesto el Punto del conocimiento y ha sido establecida la soberanía de Dios, Quien ayuda en el peligro, Quien subsiste por Sí mismo. Temed al Señor. No sigáis los impulsos de vuestros malos deseos, sino guardad la ley de Dios todos vuestros días. Renovad las normas de vuestra conducta, para que seáis conducidos por la luz de la guía y os apresuréis a tomar el sendero del Verdadero.

¡Oh sabios de la Ciudad y filósofos del mundo! Tened cuidado, no sea que la erudición y sabiduría humanas os vuelvan orgullosos ante Dios, Quien ayuda en el peligro, Quien subsiste por Sí mismo. Sabed que la verdadera sabiduría consiste en temer a Dios, conocerle y reconocer a Sus Manifestaciones. Mas esta sabiduría solamente pueden alcanzarla quienes se desprenden del mundo y transitan por los senderos de la complacencia de su Señor. ¿Poseéis mayor sabiduría que aquel que ideó una luna que salía de un pozo y se ponía en otro, y cuya luz era visible a una distancia de tres leguas? Dios, en verdad, borró todo rastro de sus obras y lo retornó al polvo, como ya habéis oído o descubrís ahora.

¡Cuántos fueron los sabios y filósofos que le igualaban o superaban en erudición y sabiduría! ¡Y cuán numerosos los que os igualaban u os superaban a vosotros! Algunos creyeron en Dios, en tanto que otros no creyeron y Le atribuyeron socios. Estos últimos fueron arrojados al Fuego para fijar allí su morada, mientras que los primeros retornaron a la misericordia de su Señor, para habitar allí. Pues Dios no os pregunta por vuestras ciencias sino por vuestra fe y vuestra conducta. ¿Acaso sois más sabios que Aquel que os dio la existencia, Quien creó los cielos y todo cuanto contienen, y la tierra y a cuantos habitan en ella? ¡Por Dios! Suya es la verdadera sabiduría. Suya es toda la creación y su imperio. Él concede Su sabiduría a quien desea de entre las almas, y se la niega a quien Le place. Él es, en verdad, Quien confiere y Quien retiene, y Él es, ciertamente, el Munificente, el Sapientísimo.

¡Oh doctos del mundo! No acudisteis a Nuestra presencia, para que pudieseis escuchar las hermosas melodías del Espíritu y percibir lo que Dios, en Su munificencia, ha querido concederme. Ciertamente, esta gracia se os ha escapado ahora, si tan solo lo supierais. Si hubieseis acudido a Nuestra presencia, os habríamos impartido un conocimiento que os hubiera vuelto independientes de todo lo demás. Pero no lo hicisteis, y así se ha cumplido el decreto de Dios. Ahora se Me ha prohibido revelarlo, pues hemos sido acusados de hechicería, si comprendéis a lo que Nos referimos. Las mismas palabras fueron pronunciadas por los negadores de antaño, personas a quienes hace ya tiempo alcanzó la muerte y que ahora moran en el fuego, lamentando su condición. Los negadores de este día igualmente habrán de enfrentarse a su condena. Tal es el decreto irrevocable de Aquel que es el Omnipotente, Quien subsiste por Sí mismo.

Finalmente, os aconsejo que no rebaséis los límites impuestos por Dios, ni atendáis a las normas y costumbres de las gentes, pues estas no pueden «apagar ni aquietar vuestra hambre». Más bien, fijad la mirada en los preceptos de Dios. Quien así lo desee, que acepte este consejo como un camino que conduce a su Señor, y quien así lo desee, que vuelva a sus propias ociosas imaginaciones. Mi Señor es, ciertamente, independiente de todos cuantos están en los cielos y en la tierra, y de todo cuanto dicen o hacen.

Concluyo con estas palabras pronunciadas por Dios, ensalzada sea Su gloria: «No digáis a todo el que os salude al encontraros: ‘Tú no eres un creyente'».

La paz sea con vosotros, oh concurso de fieles, y alabado sea Dios, Señor de los mundos.