Pasajes de los Escritos de Bahá'u'lláh

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El tiempo preordinado para los pueblos y linajes de la tierra ya ha llegado. Se han cumplido todas las promesas de Dios, que están consignadas en las santas Escrituras. Desde Sión se ha difundido la Ley de Dios, y Jerusalén y sus montañas y campos están llenos con la gloria de Su Revelación. Feliz quien sopesa en su corazón lo que ha sido revelado en los Libros de Dios, Quien ayuda en el peligro, Quien subsiste por Sí mismo. Meditad sobre ello, oh amados de Dios, y aseguraos de que vuestros oídos estén atentos a Su Palabra, para que, por Su gracia y misericordia, bebáis a plenitud de las cristalinas aguas de la constancia y seáis tan firmes e inamovibles en Su Causa como la montaña.

En el Libro de Isaías está escrito: “Entra en la roca y ocúltate en el polvo, por temor al Señor y ante la gloria de Su majestad”. Nadie que medite sobre este versículo puede dejar de reconocer la grandeza de esta Causa o poner en duda el sublime carácter de este Día: el Día de Dios mismo. A este versículo le siguen las palabras: “Y solamente el Señor será ensalzado en ese Día”. Éste es el Día que la Pluma del Altísimo ha glorificado en todas las santas Escrituras. No hay en ellas versículo alguno que no declare la gloria de Su santo Nombre, ni hay Libro que no testifique la sublimidad de este exaltadísimo tema. Si mencionáramos todo lo que ha sido revelado en esos Libros celestiales y santas Escrituras acerca de esta Revelación, esta Tabla llegaría a tener dimensiones enormes. Incumbe a cada cual, en este Día, poner toda su confianza en las múltiples mercedes de Dios y disponerse a diseminar, con suma sabiduría, las verdades de Su Causa. Entonces, y sólo entonces, será envuelta toda la tierra con la luz matinal de Su Revelación.