Pasajes de los Escritos de Bahá'u'lláh
CX
El Gran Ser dice: ¡Oh hijos de los hombres! El propósito fundamental que anima a la Fe de Dios y a Su Religión es proteger los intereses de la raza humana, promover su unidad y estimular el espíritu de amor y fraternidad entre sus miembros. No dejéis que se convierta en fuente de disensión y discordia, de odio y enemistad. Éste es el Camino recto, el cimiento fijo e inamovible. Los cambios y azares del mundo nunca podrán menoscabar la resistencia de todo lo que sea erigido sobre este cimiento, ni el transcurso de incontables siglos podrá socavar su estructura. Nuestra esperanza es que los jefes religiosos del mundo y sus gobernantes, unidos, se dispongan a reformar esta edad y rehabilitar su destino. Que después de haber meditado sobre sus necesidades, se reúnan a consultar y, mediante deliberación ferviente y plena, suministren a este mundo enfermo y penosamente afligido el remedio que requiere. Incumbe a las autoridades observar moderación en todas las cosas. Todo lo que traspase los límites de la moderación cesará de ejercer influencia beneficiosa. Considerad, por ejemplo, la libertad, la civilización y cosas similares. Por muy favorablemente que las estimen los dotados de entendimiento, éstas, si son llevadas a exceso, ejercerán influencia perniciosa sobre las gentes. Conceda Dios que los pueblos del mundo, como resultado de los elevados esfuerzos hechos por sus gobernantes y sabios y eruditos, sean conducidos a reconocer lo que más les conviene. ¿Hasta cuándo persistirá la humanidad en su descarrío? ¿Hasta cuándo continuará la injusticia? ¿Hasta cuándo reinarán el caos y la confusión entre las gentes? ¿Hasta cuándo agitará la discordia la faz de la sociedad? Los vientos de la desesperación, lamentablemente, soplan desde todas direcciones, y la contienda que divide y aflige a la raza humana crece día a día. Ya se perciben los signos de convulsiones y caos inminentes, por cuanto el orden prevaleciente resulta ser deplorablemente defectuoso. Imploro a Dios, exaltada sea Su gloria, que benévolamente despierte a los pueblos de la tierra, que conceda que les sea provechoso el resultado de su conducta y les ayude a realizar lo que es digno de su posición.