Pasajes de los Escritos de Bahá'u'lláh

CXIII

¿Imaginas, oh Ministro del Sháh en la Ciudad (Constantinopla), que Yo tengo en Mis manos el destino final de la Causa de Dios? ¿Piensas que Mi encarcelamiento o la vergüenza que he tenido que soportar, o incluso Mi muerte y completa aniquilación, pueden desviar su curso? ¡Infame es lo que has imaginado en tu corazón! Tú eres ciertamente de aquellos que siguen las vanas imaginaciones que conciben sus corazones. No hay Dios sino Él. Potente es Él para manifestar Su Causa, y para exaltar Su testimonio, y para establecer todo lo que sea Su Voluntad, y para elevarla a una posición tan eminente que ni tus propias manos ni las de quienes se han apartado de Él podrán tocarla ni dañarla jamás.

¿Crees que tienes poder para frustrar Su Voluntad, impedirle ejecutar Su juicio o evitar que ejerza Su soberanía? ¿Pretendes que algo de lo que haya en los cielos o en la tierra puede resistir Su Fe? ¡No, por Aquel que es la Verdad Eterna! Nada, en toda la creación, puede frustrar Su Propósito. Desecha, por tanto, la vana presunción que persigues, pues la mera presunción no podrá jamás tomar el lugar de la verdad. Sé tú de aquellos que de verdad se han arrepentido y han retornado a Dios, Quien te ha creado, te ha alimentado y te ha hecho un ministro entre los que profesan tu fe.

Además, has de saber que Él es Quien, por Su propio deseo, ha creado todo lo que está en los cielos y todo lo que está en la tierra. ¿Cómo puede vencerle, entonces, aquello que ha sido creado por Su mandato? ¡Excelso es Dios sobre lo que podéis imaginar de Él, oh gentes de malevolencia! Si esta Causa es de Dios, nadie puede derrotarla; y si no es de Dios, los teólogos entre vosotros, los que siguen sus deseos corruptos y quienes se han rebelado contra Él seguramente bastarán para vencerla.

¿No has oído lo que un hombre de la familia del Faraón, un creyente, ha dicho antaño, y que Dios contó a Su Apóstol, a Quien Él ha elegido por encima de todos los seres humanos, ha confiado Su Mensaje y ha hecho que sea la fuente de Su misericordia para todos los que moran en la tierra? Él dijo, y Él ciertamente habla la verdad: «¿Vais a matar a un hombre por el hecho de decir “Mi Señor es Dios” siendo así que os ha traído las pruebas de vuestro Señor? Si miente, su mentira recaerá sobre él. Pero, si dice verdad, os alcanzará algo de aquello con que os amenaza». Esto es lo que Dios ha revelado a Su Bienamado, en Su Libro infalible.

Y, sin embargo, no habéis prestado oídos a Su llamada, habéis desatendido Su ley, habéis rechazado Su consejo, según está consignado en Su Libro, y habéis sido de los que se han desviado lejos de Él. ¡Cuántos son aquellos que cada año y cada mes han muerto a causa de vosotros! ¡Cuán múltiples las injusticias que habéis perpetrado, injusticias tales que los ojos de la creación no han visto nada igual, ni cronista alguno ha puesto jamás por escrito! ¡Cuán numerosos los niños y criaturas que quedaron huérfanos, y los padres que perdieron a sus hijos a causa de vuestra crueldad, oh vosotros, obradores de injusticia! ¡Cuán a menudo la hermana ha llorado desconsolada la muerte de su hermano, y cuántas veces la esposa ha lamentado la desaparición de su esposo y único sostenedor!

Vuestra iniquidad creció cada vez más hasta que disteis muerte a Aquel que nunca había apartado Su vista de la faz de Dios, el Exaltadísimo, el Magno. ¡Si por lo menos Le hubierais matado de la manera que los hombres suelen matarse! Le matasteis empero en tales circunstancias que nadie ha presenciado jamás. Los cielos lloraron penosamente por Él y las almas de los que están cerca de Dios clamaron por Su aflicción. ¿No era Él un Vástago de la antigua Casa de vuestro Profeta? ¿No se había difundido entre vosotros Su fama de ser descendiente directo del Apóstol? ¿Por qué, entonces, Le infligisteis lo que nadie, por lejos que miréis atrás hacia el pasado, ha infligido a otro? ¡Por Dios! ¡El ojo de la creación no ha visto a nadie como vosotros! ¡Matáis a Aquel que es Vástago de la Casa de vuestro Profeta y os regocijáis y divertís mientras estáis sentados en vuestros asientos de honor! ¡Pronunciáis vuestras imprecaciones contra los que fueron antes de vosotros, y que han perpetrado lo que vosotros habéis perpetrado, y permanecéis todo el tiempo sin reparar en vuestras atrocidades!

Sed justos en vuestro juicio. ¿Aquellos a quienes maldecís, contra quienes invocáis el mal, actuaron de forma diferente a vosotros? ¿No han matado al descendiente de su Profeta tal como vosotros habéis matado al descendiente del vuestro? ¿No es vuestra conducta similar a la de ellos? ¿Cómo, entonces, pretendéis ser diferentes de ellos, oh sembradores de disensión entre la gente?

Y cuando Le quitasteis la vida, uno de Sus seguidores se dispuso a vengar Su muerte. Era un desconocido, y el propósito que había concebido no fue notado por nadie. Éste acabó por efectuar lo que estaba predestinado. Os incumbe, por lo tanto, no culpar a nadie sino a vosotros mismos por lo que habéis cometido, si juzgáis con rectitud. ¿Quién en toda la tierra ha hecho lo que vosotros habéis hecho? ¡Nadie, por Aquel que es el Señor de todos los mundos!

Todos los gobernantes y reyes de la tierra honran y reverencian a los descendientes de sus Profetas y santos, si al menos pudierais comprenderlo. Vosotros, en cambio, sois responsables de unos hechos semejantes a los cuales no ha cometido nadie jamás. Vuestros delitos han sido la causa de que todo corazón comprensivo se consuma de dolor. Y sin embargo, habéis permanecido sumidos en vuestra negligencia y no habéis comprendido la iniquidad de vuestras acciones.

Persististeis en vuestro descarrío hasta que os alzasteis contra Nos, aunque no habíamos hecho nada que justificara vuestra enemistad. ¿No teméis a Dios, Quien os ha creado, Quien os ha modelado, Quien os ha hecho lograr vuestra fuerza y Quien os ha unido a los que se han resignado a Él (musulmanes)? ¿Hasta cuándo vais a persistir en vuestro descarrío? ¿Hasta cuándo rehusaréis reflexionar? ¿Cuánto tiempo ha de pasar hasta que salgáis de vuestro letargo y despertéis de vuestra negligencia? ¿Hasta cuándo permaneceréis inconscientes de la verdad?

Reflexionad en vuestros corazones. A pesar de vuestro comportamiento y de lo que vuestras manos han hecho, ¿habéis conseguido extinguir el fuego de Dios o apagar la luz de Su Revelación, una luz que ha envuelto con su brillo a quienes están sumergidos en los ondulantes océanos de la inmortalidad, y ha atraído a las almas de los que verdaderamente creen en Su unidad y la defienden? ¿No sabéis que la Mano de Dios está por encima de vuestra mano, que Su irrevocable Decreto trasciende todas vuestras maquinaciones, que Él tiene supremo poder sobre Sus siervos, que Él es capaz de cumplir Su propósito, que Él hace lo que desea, que a Él no Se Le debe pedir cuentas de lo que sea Su voluntad, que Él ordena lo que Le place, que Él es el Más Poderoso, el Omnipotente? Si creéis que esto es la verdad, ¿por qué entonces no dejáis de causar disturbios y os quedáis en paz?

Cada día perpetráis una nueva injusticia y Me tratáis como Me tratasteis en épocas pasadas, aunque jamás intenté entrometerme en vuestros asuntos. Nunca Me opuse a vosotros, ni Me rebelé contra vuestras leyes. ¡He aquí que finalmente Me encarcelasteis en esta tierra lejana! Sin embargo, sabed ciertamente que nada que hayan hecho vuestras manos o las manos de los infieles pudo nunca en el pasado ni jamás podrá en el futuro cambiar la Causa de Dios ni alterar Sus procedimientos.

¡Prestad atención a Mi advertencia, pueblo de Persia! Si Me matáis, de cierto, Dios levantará a alguien que ocupará el asiento dejado por Mi muerte, porque tal es el método que Dios ha llevado a efecto antaño, y no podréis encontrar cambio en la forma de proceder de Dios. ¿Tratáis de extinguir la luz de Dios que brilla en Su tierra? Dios detesta lo que deseáis. Él perfeccionará Su luz a pesar de que vosotros la aborrecéis en lo íntimo de vuestros corazones.

Detente por un momento y reflexiona, oh Ministro, y sé justo en tu juicio. ¿Qué hemos cometido que justifique el que Nos hayas difamado ante los Ministros del Rey, hayas seguido tus deseos, hayas tergiversado la verdad y expuesto tus calumnias contra Nos? Nunca nos hemos visto excepto cuando te conocimos en la casa de tu padre en los días en que se conmemoraba el martirio del Imán Ḥusayn. En esas ocasiones nadie tenía oportunidad de dar a conocer a otros sus opiniones o creencias ni en conversación ni en discurso. Reconocerás la verdad de Mis palabras si eres de los veraces. No he frecuentado otras reuniones en las que pudieras haber conocido Mi pensamiento o algún otro pudiera haberlo hecho. ¿Cómo entonces pronunciaste tu veredicto contra Mí, cuando no habías oído Mi testimonio de Mis propios labios? ¿No has escuchado lo que Dios, exaltada sea Su gloria, ha dicho, “No digáis a todo el que os salude al encontraros: ‘Tú no eres un creyente’”. “No rechacéis a los que en la mañana y en la noche suplican a su Señor, ansiosos de contemplar Su faz”? ¡Tú, en verdad, has incumplido lo que el Libro de Dios ha prescrito y no obstante te consideras un creyente!

A pesar de lo que has hecho - y de esto Dios es Mi testigo - no guardo rencor contra ti ni contra nadie, aunque de ti y de otros recibimos tal daño que ningún creyente en la unidad de Dios puede soportar. Mi causa no está en manos de nadie sino de Dios y Mi confianza no está en ningún otro más que en Él. Dentro de poco acabarán vuestros días, así como pasarán los días de quienes se vanaglorian con exorbitante orgullo ante sus semejantes. ¡Pronto seréis reunidos en presencia de Dios, y seréis interrogados sobre vuestras acciones y obtendréis el pago por lo que vuestras manos han hecho, y desdichada es la morada de los hacedores de iniquidad!

¡Por Dios! Si te dieras cuenta de lo que has hecho, seguramente llorarías tristemente por ti mismo, huirías hacia Dios en busca de refugio, te desconsolarías y te lamentarías todos los días de tu vida hasta que Dios te perdonara, pues Él es en verdad el Más Generoso, el Munífico. Sin embargo, persistirás en tu negligencia hasta la hora de tu muerte, por cuanto con todo tu corazón, tu alma y más íntimo ser te has ocupado con las vanidades del mundo. Después de tu partida, descubrirás lo que te hemos revelado y encontrarás todas tus acciones registradas en el Libro en el cual se anotan las obras de todos los que viven en la tierra, sean éstas mayores o menores que el peso de un átomo. Atiende, por tanto, Mi consejo y escucha con el oído de tu corazón Mis palabras y no las descuides, ni seas de los que rechazan Mi verdad. No te gloríes de las cosas que te han sido dadas. Pon ante tus ojos lo que ha sido revelado en el Libro de Dios, Quien ayuda en el peligro, el Todoglorioso: “Y cuando habían olvidado sus advertencias, les abrimos las puertas de todas las cosas”, así como te abrimos a ti y a tus iguales las puertas de esta tierra y de sus ornamentos. Aguarda, por tanto, lo que ha sido prometido en la última parte de este santo versículo, pues ésta es una promesa de Aquel que es el Todopoderoso, el Omnisapiente, promesa que no resultará ser falsa.

No conozco el camino que habéis escogido y que holláis, ¡oh congregación de los que Me deseáis el mal! ¡Os convocamos hacia Dios, os recordamos Su Día, os anunciamos las nuevas de vuestra reunión con Él, os atraemos a Su corte y os enviamos señales de Su maravillosa sabiduría, y aun así, ved cómo Nos rechazáis, cómo Nos condenáis como a un infiel mediante lo que vuestros mendaces labios han pronunciado, cómo tramáis vuestras maquinaciones contra Nos! Y cuando os manifestamos lo que Dios, por Su munífico favor, Nos ha concedido, decís “Esto no es sino magia evidente”. Las mismas palabras fueron dichas por las generaciones anteriores a vosotros, que eran lo que sois vosotros, si tan sólo lo comprendierais. Con esto, os habéis privado de la munificencia de Dios y de Su gracia, y jamás las obtendréis hasta el día en que Dios haya juzgado entre Nos y vosotros, y Él, ciertamente, es el mejor de los jueces.

Algunos de entre vosotros han dicho: “Él es Quien ha pretendido ser Dios”. ¡Por Dios! Ésa es una grave calumnia. No soy sino un siervo de Dios que ha creído en Él, y en Sus signos, y en Sus profetas y en Sus ángeles. Mi lengua, y Mi corazón, y Mi ser interior y exterior atestiguan que no hay Dios sino Él, que todos los demás han sido creados por Su mandato y modelados por la acción de Su Voluntad. No hay otro Dios sino Él, el Creador, el Resucitador de los muertos, Quien da la vida, Quien da la muerte. Yo soy Aquel que esparce los favores con que Dios, por Su munificencia, Me ha favorecido. Si ésta es Mi transgresión, entonces soy ciertamente el primero de los transgresores. Yo y Mis parientes estamos a vuestra merced. Haced lo que os plazca y no seáis de los que vacilan, para que Yo pueda volver a Dios Mi Señor, y alcanzar el lugar donde ya no vea vuestras caras. Esto, verdaderamente, es Mi mayor anhelo, Mi más ardiente deseo. De Mi condición, en verdad, Dios está suficientemente enterado y es observante.

¡Imagina que estás bajo los ojos de Dios, oh Ministro! Si no Le ves a Él, en verdad, Él sí te ve claramente. Observa y juzga Nuestra Causa con justicia. ¿Qué hemos cometido que te haya inducido a levantarte contra Nos y calumniarnos ante la gente, si eres de los que son justos? Partimos de Teherán por mandato del Rey y, a su petición, trasladamos Nuestra residencia a Iráq. Si hubiese transgredido contra él, ¿por qué entonces Me liberó? Y si estaba libre de culpa, ¿por qué razón Nos afligisteis con tales tribulaciones que nadie entre los que profesan vuestra fe ha sufrido? ¿Alguna de Mis acciones, después de Mi llegada a Iráq, ha socavado la autoridad del gobierno? ¿Quién puede decir que ha percibido algo reprensible en Nuestro comportamiento? Pregunta tú mismo entre su pueblo, para que seas de aquellos que han aclarado la verdad.

Durante once años vivimos en esa tierra, hasta que llegó el Ministro que representaba a tu gobierno, cuyo nombre Nuestra pluma abomina mencionar, quien era dado a la bebida, quien seguía sus pasiones, y cometía iniquidad, y era corrupto y corrompía a Iráq. Esto lo atestiguarían la mayoría de los habitantes de Bagdad, si quisieras inquirir de ellos y fueras de los que buscan la verdad. Fue él quien se apoderó ilícitamente de los bienes de sus congéneres, quien rechazó todos los mandamientos de Dios y perpetró todo lo que Dios ha prohibido. Finalmente, siguiendo sus deseos, se levantó contra Nos y caminó por la senda de los injustos. En su carta dirigida a ti Nos acusó, y tú le creíste y seguiste su camino, sin requerir de él ninguna prueba ni testimonio fidedigno. No pediste ninguna explicación ni trataste de investigar o comprobar el asunto, para que la verdad fuese distinguida de la falsedad ante tus ojos y tuvieses claridad de discernimiento. Indaga tú mismo qué clase de hombre era, consultando a los Ministros que estaban en ese tiempo en Iráq, como asimismo al Gobernador de la Ciudad (Bagdad) y a su primer Consejero, para que te sea revelada la verdad y seas de los bien informados.

¡Dios es Nuestro testigo! En ninguna circunstancia hemos mostrado oposición ni a él ni a otros. Observamos, en todas condiciones, los preceptos de Dios y nunca fuimos de los que provocaban desórdenes. Esto lo atestigua él mismo. Su intención era prendernos y enviarnos de vuelta a Persia, para poder así exaltar su fama y reputación. Tú has cometido el mismo crimen y con el mismo propósito. Ambos sois de la misma condición a los ojos de Dios, el soberano Señor de todo, el Omnisciente.

No es Nuestro propósito al dirigirte estas palabras aliviar el peso de Nuestra aflicción, o inducirte a interceder por Nos ante nadie. ¡No, por Aquel que es el Señor de todos los mundos! Hemos expuesto todo este asunto ante ti, para que quizá te des cuenta de lo que has hecho, desistas de infligir a otros el daño que tú Nos has infligido, y seas de los que se han arrepentido verdaderamente ante Dios, Quien te creó a ti y a todas las cosas, y actúes con discernimiento en el futuro. Esto es mejor para ti que todo cuanto posees y que tu ministerio, cuyos días están contados.

Ten cuidado de no ser inducido a tolerar la injusticia. Asienta tu corazón sobre la justicia, y no alteres la Causa de Dios, y sé de aquellos cuyos ojos están dirigidos hacia las cosas que han sido reveladas en Su Libro. No sigas, en ninguna circunstancia, los impulsos de tus malos deseos. Guarda la ley de Dios, tu Señor, el Benéfico, el Anciano de Días. Tú, con toda seguridad, volverás al polvo y perecerás como todas las cosas con que te deleitas. Esto lo ha dicho la Lengua de la verdad y gloria.

¿Acaso no recuerdas la advertencia de Dios pronunciada en tiempos pasados, para que seas de aquellos que acatan Su advertencia? Él dijo, y Él, ciertamente, habla la verdad: “De ella (la tierra) os hemos creado y a ella os retornaremos y de ella os sacaremos una segunda vez”. Esto es lo que Dios ha ordenado para todos los que moran en la tierra, ya sean de elevada o de humilde condición. No corresponde, por tanto, a aquel que fue creado del polvo, que volverá a éste y será nuevamente sacado de él, henchirse de orgullo ante Dios y ante Sus amados, menospreciarlos altivamente y estar lleno de desdeñosa arrogancia. Más bien, te corresponde a ti y a aquellos semejantes a ti someteros a Quienes son las Manifestaciones de la unidad de Dios, y mostrar humilde deferencia hacia los fieles, que han abandonado todo por causa de Dios y se han desprendido de las cosas que absorben la atención de las gentes y las extravían del camino de Dios, el Todoglorioso, el Alabado. Así os enviamos lo que os aprovechará a vosotros y a quienes han puesto toda su fe y confianza en su Señor.