Pasajes de los Escritos de Bahá'u'lláh
CXXVI
Adondequiera que Nos destierren, por grande que sea la tribulación que suframos, aquellos que son el pueblo de Dios, con firme resolución y perfecta confianza, deben mantener su vista dirigida hacia la Aurora de Gloria, y ocuparse con todo lo que conduzca al mejoramiento del mundo y a la educación de sus pueblos. Todo lo que Nos ha acaecido en el pasado ha promovido los intereses de Nuestra Revelación y ha proclamado su fama; y todo lo que Nos acaezca en el futuro tendrá un resultado semejante. Aferraos, con lo más íntimo de vuestro corazón, a la Causa de Dios, Causa que ha sido enviada por Aquel que es el Ordenador, el Sapientísimo. Con la mayor bondad y misericordia hemos llamado y dirigido a todos los pueblos y naciones hacia lo que de cierto les ha de aprovechar.
¡El Sol de la Verdad, que brilla con su esplendor meridiano, es Nuestro testigo! Aquellos que son el pueblo de Dios no tienen otra ambición que no sea hacer revivir al mundo, ennoblecer su vida y regenerar a sus pueblos. La veracidad y buena voluntad han señalado, en todo tiempo, sus relaciones entre todas las gentes. Su comportamiento no es sino un reflejo de su vida interior, y su vida interior, un espejo de su comportamiento. Ningún velo oculta ni oscurece las verdades sobre las que está establecida su Fe. Ante los ojos de todos, estas verdades han sido descubiertas y pueden ser reconocidas inequívocamente. Sus propias acciones atestiguan la verdad de estas palabras.
Todo ojo perspicaz puede percibir en este Día la luz matutina de la Revelación de Dios, y todo oído atento puede reconocer la Voz que se escuchó en la Zarza Ardiente. Tal es el ímpetu de las aguas de la misericordia divina, que Aquel que es la Aurora de los signos de Dios y el Revelador de las señales de Su gloria Se asocia sin velo ni encubrimiento con los pueblos y naciones de la tierra y conversa con ellos. ¡Cuántos son los que, con intención malévola en su corazón, han buscado Nuestra Presencia, y han salido de ella como leales y cariñosos amigos! Las puertas de la gracia están abiertas de par en par frente a todos los seres humanos. En Nuestras relaciones externas con ellos hemos tratado igualmente al recto y al pecador, para que quizás el malhechor alcance el ilimitado océano del perdón divino. Nuestro nombre “el Encubridor” ha derramado tal luz sobre los hombres, que el díscolo ha imaginado ser de los piadosos. Jamás desilusionaremos a nadie que Nos busque, ni se le negará a aquel que haya puesto su rostro en Nos acceso a Nuestra Corte...
¡Oh amigos! Ayudad al único Dios verdadero, loada sea Su gloria, con vuestras buenas acciones, con tal conducta y carácter que sean aceptables a Su vista. Quien aspire a ser un ayudante de Dios en este Día, que cierre los ojos a todo cuanto posea y los abra a las cosas de Dios. Que cese de ocuparse con aquello que le dé provecho, y se dedique a lo que exalte el nombre imponente del Todopoderoso. Deberá limpiar su corazón de toda mala pasión y deseo corrupto, porque el temor a Dios es el arma que le puede hacer victorioso, el instrumento primordial con el que puede lograr su objetivo. El temor a Dios es el escudo que defiende Su Causa, la adarga que permite a Su pueblo alcanzar la victoria. Es un estandarte que nadie puede derribar, una fuerza con la que ningún poder es capaz de rivalizar. Con su ayuda, y con el consentimiento de Aquel que es el Señor de las Huestes, los que se han aproximado a Dios han podido someter y conquistar las ciudadelas de los corazones.