Pasajes de los Escritos de Bahá'u'lláh
CXXVII
Si deseáis, oh pueblo, conocer a Dios y descubrir la grandeza de Su poder, miradme entonces con Mis propios ojos, y no con los ojos de alguien fuera de Mí. De otro modo, no seréis nunca capaces de reconocerme, aunque reflexionéis sobre Mi Causa tanto como perdure Mi Reino, y meditéis sobre todas las cosas creadas, a lo largo de la eternidad de Dios, el Soberano Señor de todo, el Omnipotente, el Perdurable, el Omnisapiente. Así hemos manifestado la verdad de Nuestra Revelación, para que quizás el pueblo sea despertado de su negligencia y sea de los que comprenden.
Mira el vil estado de estos hombres que saben muy bien cómo Me he ofrendado a Mí mismo y a Mis parientes en el camino de Dios y por la preservación de su fe en Él, quienes son plenamente conscientes de cómo Me han rodeado Mis enemigos en los días en que los corazones de todos temían y temblaban, días en que se ocultaban de los ojos de los amados de Dios y de Sus enemigos, y estaban ocupados con el afianzamiento de su propia seguridad y paz.
Finalmente conseguimos manifestar la Causa de Dios, y la elevamos a una posición tan eminente que todos, salvo los que abrigaban en su corazón rencor contra este Joven y atribuían socios al Todopoderoso, reconocieron la soberanía de Dios y Su poderoso dominio. Mas, no obstante esta Revelación cuya influencia ha penetrado todas las cosas, y a pesar del brillo de esta Luz, nada semejante a la cual ninguno de ellos ha visto, mirad cómo el pueblo del Bayán Me ha negado y se ha enfrentado a Mí. Algunos se han apartado de la Senda de Dios, han rechazado la autoridad de Aquel en Quien habían creído y han actuado insolentemente hacia Dios, el Poderosísimo, el Supremo Protector, el Más Exaltado, el Magno. Otros vacilaron y se detuvieron en Su Camino, y juzgaron la Causa del Creador, en su verdad íntima, como inválida a menos que fuera acreditada por la aprobación de aquel que fue creado por acción de Mi Voluntad. Así sus obras se redujeron a la nada, y, sin embargo, no se dieron cuenta de ello. Entre ellos está aquel que quiso medir a Dios con la medida de sí mismo, y fue tan confundido por los nombres de Dios, que se levantó contra Mí, Me condenó como merecedor de la muerte, y Me imputó las ofensas de las cuales él mismo era culpable.
Por lo tanto, declaro Mi pena y Mi dolor a Quien Me creó y Me confió Su Mensaje. A Él Le doy gracias y elevo alabanzas por lo que ha ordenado, por Mi soledad y la angustia que sufro en manos de estos hombres que se han desviado tanto de Él. He soportado pacientemente las tribulaciones que Me han acosado, y continuaré soportándolas y pondré toda Mi fe y confianza en Dios. A Él Le suplicaré diciendo: Guía a Tus siervos, Señor Mío, hacia la corte de Tu favor y munificencia, y no permitas que sean privados de las maravillas de Tu gracia y de Tus múltiples bendiciones. Pues no saben lo que Tú has dispuesto para ellos, en virtud de Tu misericordia que abarca toda la creación. Exteriormente, oh Señor, son débiles e impotentes; interiormente no son sino huérfanos. Tú eres el Todogeneroso, el Munífico, el Más Exaltado, el Magno. No descargues sobre ellos, oh Mi Dios, la furia de Tu ira, mas permíteles durar hasta el tiempo en que se hayan manifestado las maravillas de Tu misericordia, para que por ventura vuelvan a Ti y Te pidan perdón por las cosas que han cometido contra Ti. Verdaderamente, Tú eres el Perdonador, el Todomisericordioso.