Pasajes de los Escritos de Bahá'u'lláh
CXXVIII
Di: ¿Es digno de quien pretende ser un seguidor de su Señor, el Todomisericordioso, cometer en su corazón las acciones propias del Maligno? No, es completamente indigno de él, y de esto Aquel que es la Belleza del Todoglorioso, es Mi testigo. ¡Ojalá pudierais comprenderlo!
Limpiad vuestro corazón del amor a las cosas mundanas; vuestra lengua, de todo recuerdo salvo Su recuerdo; vuestro ser, de todo lo que os impida ver Su Faz u os tiente a seguir los impulsos de vuestras inclinaciones malas y corruptas. Que Dios sea vuestro temor, oh pueblo, y sed de los que huellan la senda de la rectitud.
Di: ¡Oh pueblo! Si vuestra conducta se contradice con lo que profesáis, ¿cómo pensáis, entonces, distinguiros de quienes, aunque profesaban su fe en el Señor, su Dios, tan pronto como Él vino a ellos en la nube de la santidad, rehusaron reconocerle y rechazaron Su verdad? Libraos de todo apego a este mundo y sus vanidades. Guardaos de acercaros a ellas, por cuanto os incitan a seguir vuestros propios placeres y deseos codiciosos y os impiden entrar en el recto y glorioso Camino.
Sabed que “el mundo” significa vuestra inconsciencia de Aquel que es vuestro Hacedor y vuestra absorción en cualquier cosa que no sea Él. La “vida por venir”, por otra parte, designa las cosas que os conducen a un acercamiento seguro a Dios, el Todoglorioso, el Incomparable. Cualquier cosa que os impida amar a Dios en este Día no es sino el mundo. Escapad de él, para que seáis contados entre los bienaventurados. Si alguien deseare adornarse con los ornamentos de la tierra, vestir sus prendas, o participar de los beneficios que ésta pueda conferirle, ningún daño podrá acaecerle, con tal de que no permita que nada intervenga entre él y Dios, pues Dios ha ordenado todas las cosas buenas, creadas en el cielo o en la tierra, para los siervos Suyos que realmente creen en Él. Comed, oh pueblo, de las cosas buenas que Dios os ha permitido, y no os privéis de Sus maravillosas dádivas. Dadle gracias a Él y alabadle, y sed de los que de verdad son agradecidos.
¡Oh tú que has abandonado tu hogar y has buscado la presencia de Dios! Proclama el Mensaje de tu Señor a las gentes, para que quizá les impida seguir los impulsos de sus deseos malos y corruptos, y les traiga al recuerdo de Dios, el Exaltadísimo, el Magno. Di: Temed a Dios, oh pueblo, y absteneos de derramar la sangre de nadie. No contendáis con vuestro prójimo y sed de los que hacen el bien. Guardaos de cometer desórdenes en la tierra, después que haya sido bien ordenada y no sigáis las huellas de los descarriados.
Quien de entre vosotros se disponga a enseñar la Causa de su Señor, que antes de nada, se enseñe a sí mismo, para que su palabra atraiga los corazones de quienes le escuchen. A menos que se enseñe a sí mismo, las palabras de su boca no influirán en el corazón del buscador. Cuidado, oh pueblo, no seáis de los que dan buenos consejos a otros, pero olvidan seguirlos ellos mismos. Las palabras de tales seres, y más allá de las palabras, las realidades de todas las cosas, y más allá de estas realidades los ángeles que están cerca de Dios los acusan de falsedad.
Si lograra alguna vez esa persona influir en alguien, ese éxito no debe atribuírsele a ella, sino más bien a la influencia de las palabras de Dios, como ha sido decretado por Aquel que es el Todopoderoso, el Sapientísimo. A la vista de Dios, es considerada como una lámpara que imparte su luz, y que, no obstante, en todo momento se consume a sí misma.
Di: No cometáis, oh pueblo, aquello que os traiga vergüenza o deshonre la Causa de Dios a los ojos de las gentes, y no seáis de los sediciosos. No os acerquéis a aquello que condenan vuestras mentes. Evitad toda clase de maldad, porque ello os ha sido prohibido en el Libro que nadie puede tocar, excepto aquellos a quienes Dios ha limpiado de toda mancha de culpa y ha contado entre los purificados.
Sed justos con vosotros mismos y con los demás, para que sean reveladas por vuestras acciones las señales de la justicia entre Nuestros fieles siervos. Guardaos de usurpar la propiedad de vuestro prójimo. Probad ser dignos de la confianza y fe que ha depositado en vosotros, y no neguéis al pobre las dádivas que la gracia de Dios os ha conferido. Él, ciertamente, recompensará a los caritativos y les devolverá el doble de lo que hayan dado. No hay otro Dios sino Él. Toda la creación y su imperio son Suyos. Él confiere Sus dones a quien Él quiere, y se los niega a quien quiere. Él es el Gran Donador, el Más Generoso, el Benévolo.
Di: Enseñad la Causa de Dios, oh pueblo de Bahá, porque Dios ha prescrito a todos y a cada uno el deber de proclamar Su Mensaje y lo considera como la más meritoria de todas las acciones. Tal acción es aceptable sólo cuando aquel que enseña la Causa ya es un firme creyente en Dios, el Supremo Protector, el Magnánimo, el Todopoderoso. Además, Él ha ordenado que Su Causa sea enseñada por el poder de la palabra y no recurriendo a la violencia. Así ha sido enviado Su mandato desde el Reino de Aquel que es el Exaltadísimo, el Omnisapiente. Cuidaos, no sea que disputéis con alguien; es más, esforzaos por hacerle consciente de la verdad de manera bondadosa y con muy convincente exhortación. Si vuestro oyente responde, responderá por su propio bien, y si no, apartaos de él y volved vuestros rostros hacia la sagrada Corte de Dios, la sede de resplandeciente santidad.
No disputéis con nadie sobre las cosas de este mundo y sus asuntos, porque Dios las ha abandonado a quienes han puesto sus afectos en ellas. De todo el mundo, Él ha escogido para Sí los corazones humanos, corazones que las huestes de la revelación y de la palabra pueden someter. Así ha sido ordenado por los Dedos de Bahá, sobre la Tabla del decreto irrevocable de Dios, por mandato de Aquel que es el Supremo Ordenador, el Omnisciente.