Pasajes de los Escritos de Bahá'u'lláh

CXXIX

¡Oh tú que caminas por la senda de Dios! Toma tu porción del océano de Su gracia y no te prives de las cosas que se hallan ocultas en sus profundidades. Sé de los que han participado de sus tesoros. Una gota de este océano, si fuera derramada sobre todos los que están en los cielos y en la tierra, sería suficiente para enriquecerles con la munificencia de Dios, el Todopoderoso, el Omnisciente, el Sapientísimo. Con las manos de la renuncia, toma de sus aguas vivificadoras, y rocía con ellas todas las cosas creadas, para que sean limpiadas de todas las limitaciones humanas y se aproximen a la poderosa sede de Dios, este resplandeciente y sagrado Lugar.

No te apenes si lo realizas solo. Que Dios te sea suficiente para todo. Comulga íntimamente con Su Espíritu y sé de los agradecidos. Proclama la Causa de tu Señor a todos los que están en los cielos y en la tierra. Si alguien respondiera a tu llamada, descubre ante él las perlas de la sabiduría del Señor, tu Dios, que Su Espíritu te ha enviado, y sé de los que de verdad creen. Y si alguien rechazara tu ofrecimiento, apártate de él y deposita tu fe y confianza en el Señor, tu Dios, el Señor de todos los mundos.

¡Por la rectitud de Dios! Siempre que alguien, en este Día, abra sus labios y haga mención del nombre de su Señor, las huestes de la inspiración divina descenderán sobre esa persona desde el cielo de Mi nombre, el Omnisciente, el Sapientísimo. También descenderá sobre ella el Concurso de lo alto, sosteniendo cada uno de ellos un cáliz de luz pura. Así ha sido preordinado en el reino de la Revelación de Dios por el mandato de Aquel que es el Todoglorioso, el Todopoderoso.

Se halla oculta tras el Santo Velo, y preparada para el servicio de Dios, una compañía de Sus escogidos que se pondrán de manifiesto ante la humanidad, ayudarán a Su Causa y no temerán a nadie, aunque toda la raza humana se disponga a lidiar contra ellos. Éstos son los que, ante la vista de los habitantes de la tierra y los moradores del cielo, se alzarán, y aclamando en alta voz el nombre del Todopoderoso, llamarán a los hijos de los hombres a la senda de Dios, el Todoglorioso, el Alabado. Sigue su camino y que nadie te desanime. Sé de aquellos a quienes la conmoción del mundo, por mucho que les agite en la senda de su Creador, nunca podrá entristecer, y cuyo propósito el reproche de los acusadores jamás podrá derrotar.

Avanza con la Tabla de Dios y Sus signos, reúnete con los que han creído en Mí y anúnciales las nuevas de Nuestro sacratísimo Paraíso. Amonesta, entonces, a los que Le han atribuido socios. Di: Vengo a vosotros, oh pueblo, desde el Trono de gloria y os traigo un anuncio de Dios, el Más Poderoso, el Exaltadísimo, el Magno. En mi mano llevo el testimonio de Dios, vuestro Señor y el Señor de vuestros antepasados. Pesadlo en la Balanza justa que poseéis, la Balanza del testimonio de los Profetas y Mensajeros de Dios. Si lo encontráis fundado en la verdad, si creéis que es de Dios, cuidad, entonces, de no ponerle reparos y volver vanas vuestras obras, y ser contados entre los infieles. Es ciertamente el signo de Dios que ha sido enviado por el poder de la verdad, con el cual se ha demostrado a Sus criaturas la validez de Su Causa, y se han levantado las insignias de la pureza entre la tierra y el cielo.

Di: Éste es el Pergamino místico y sellado, el depósito del irrevocable Decreto de Dios, que contiene las palabras que ha trazado el Dedo de la Santidad, que se hallaba envuelto en el velo del misterio impenetrable y que ahora se ha hecho descender como muestra de la gracia de Aquel que es el Todopoderoso, el Anciano de Días. En él hemos decretado los destinos de todos los habitantes de la tierra y los moradores del cielo, y hemos inscrito el conocimiento de todas las cosas desde la primera hasta la última. Nada puede pasarle inadvertido, ni frustrarle, bien que haya sido creado en el pasado, o sea creado en el futuro. Ojalá pudierais comprenderlo.

Di: La Revelación enviada por Dios, con toda seguridad, se ha repetido, y la Mano extendida de Nuestro poder ha amparado a todos los que están en los cielos y a todos los que están en la tierra. Hemos manifestado por el poder de la verdad, la verdad misma, una vislumbre infinitesimal de Nuestro Misterio impenetrable, y he aquí que quienes han reconocido el fulgor del esplendor sinaico expiraron al percibir un ligero atisbo de esta Luz Carmesí que envuelve el Sinaí de Nuestra Revelación. Así ha venido en las nubes de Su testimonio Aquel que es la Belleza del Todomisericordioso, y se ha cumplido el decreto en virtud de la Voluntad de Dios, el Todoglorioso, el Omnisapiente.

Di: ¡Sal de Tu sagrado aposento, oh Doncella del Cielo, moradora del Exaltado Paraíso! Atavíate de la manera que Te agrade con la sedosa Vestidura de la Inmortalidad, y ponte, en nombre del Todoglorioso, el bordado Manto de la Luz. Escucha, entonces, el dulce y maravilloso tono de la Voz que viene del Trono de Tu Señor, el Inaccesible, el Altísimo. Quítate el velo del rostro y muestra la belleza de la Zagala de ojos negros, y no permitas que los siervos de Dios sean privados de la luz de Tu luminoso semblante. No te apenes si oyes los gemidos de los que habitan la tierra o las lamentaciones de los que moran en el cielo. Deja que perezcan en el polvo de la extinción. Que sean reducidos a la nada, por cuanto el fuego del odio ha sido encendido en sus pechos. Entona, entonces, ante la faz de los pueblos de la tierra y del cielo, y con voz muy melodiosa, el himno de alabanza, en conmemoración de Aquel que es el Rey de los nombres y atributos de Dios. Así hemos decretado Tu destino. Y bien podemos lograr Nuestro propósito.

Cuida de no despojarte de Tu manto de gloria reluciente, Tú que eres la Esencia de la Pureza. Antes bien, en el reino de la creación, enriquécete cada vez más con las vestiduras incorruptibles de Tu Dios, para que la hermosa imagen del Todopoderoso sea reflejada por Ti en todas las cosas creadas, y sea infundida la gracia de Tu Señor, en la plenitud de su poder, en toda la creación.

Si percibes en alguien el aroma del amor de Tu Señor, ofréndate por él, porque Te hemos creado para ese fin, y hemos hecho contigo un pacto, desde tiempo inmemorial y en la presencia de la congregación de Nuestros agraciados, con el mismo propósito. No Te impacientes si los ciegos de corazón Te lanzan los dardos de sus vanas fantasías. No les hagas caso, pues siguen las instigaciones de los malignos.

Proclama a la vista de los moradores del cielo y de la tierra: Yo soy la Doncella del Cielo, la Criatura engendrada por el Espíritu de Bahá. Mi morada es la Mansión de Su Nombre, el Todoglorioso. Ante el Concurso de lo alto fui adornada con el ornamento de Sus nombres. Estaba envuelta en el velo de una seguridad inviolable y oculta a la vista de la gente. Me parece haber oído una Voz de divina e incomparable dulzura, que procedía de la diestra del Dios de Misericordia y he aquí que todo el Paraíso se conmovió y tembló ante Mí en su anhelo por oír sus cadencias y contemplar la belleza de Quien las pronunciaba. Así hemos revelado en esta luminosa Tabla, y en el más dulce de los idiomas, los versículos que la Lengua de la Eternidad fue movida a pronunciar en el Qayyúmu’l-Asmá’.

Di: Él ordena lo que desea, en virtud de Su soberanía, y hace lo que es Su Voluntad por Su propia decisión. No debe ser cuestionado sobre lo que Él desee ordenar. Él, en verdad, es el Libre, el Todopoderoso, el Sapientísimo.

Aquellos que no han creído en Dios y se han rebelado contra Su soberanía son las impotentes víctimas de sus deseos e inclinaciones corruptas. Éstos regresarán a su morada del fuego del infierno: ¡miserable es la morada de los negadores!