Pasajes de los Escritos de Bahá'u'lláh

CXXXIII

Las ordenanzas de Dios han sido enviadas desde el cielo de Su muy augusta Revelación. Todos deben observarlas diligentemente. La suprema distinción del ser humano, su verdadero adelanto, su victoria final, ha dependido siempre y continuará dependiendo de ellas. Quienquiera que guarde los mandamientos de Dios alcanzará felicidad eterna.

Una doble obligación descansa sobre aquel que ha reconocido la Aurora de la Unidad de Dios y aceptado la verdad de Aquel que es la Manifestación de Su unicidad. La primera es la constancia en Su amor, una constancia tal que ni el clamor del enemigo ni las pretensiones del impostor ocioso puedan impedirle aferrarse a Aquel que es la Verdad Eterna, una constancia tal que prescinda totalmente de ellos. La segunda es la estricta observancia de las leyes que Él ha prescrito, leyes que Él siempre ha ordenado y continuará ordenando a la humanidad, mediante las cuales la verdad puede ser distinguida y separada de la falsedad.