Pasajes de los Escritos de Bahá'u'lláh
CXXXIV
El primer deber y el más sobresaliente prescrito a todos después del reconocimiento de Aquel que es la Verdad Eterna, es la constancia en Su Causa. Aférrate a ella, y sé de aquellos cuyas mentes están fijas y fundadas firmemente en Dios. Ninguna acción, por muy meritoria que sea, ha sido ni será jamás comparable a ésta. Es la reina de todas las acciones, y esto lo atestigua tu Señor, el Altísimo, el Más Poderoso...
Las virtudes y atributos que pertenecen a Dios son todos evidentes y manifiestos, y han sido mencionados y descritos en todos los Libros celestiales. Entre éstos se encuentran la honradez, la veracidad, la pureza de corazón al comulgar con Dios, la indulgencia, la resignación a todo lo que el Todopoderoso ha decretado, el contento con las cosas que Su Voluntad ha provisto, la paciencia, es más, el agradecimiento en medio de las tribulaciones, y completa confianza en Él en todas las circunstancias. De acuerdo con la estimación de Dios, éstas figuran como las más elevadas y loables entre todas las acciones. Todas las demás acciones son secundarias y subordinadas a ellas, y continuarán siempre siéndolo...
El espíritu que anima al corazón humano es el conocimiento de Dios, y su mejor adorno es el reconocimiento de la verdad de que: “Él hace todo cuanto desea y ordena lo que es Su voluntad”. Su atavío es el temor a Dios, y su perfección es la constancia en Su Fe. Así instruye Dios a todos los que Le buscan. Él, en verdad, ama a aquel que se vuelve hacia Él. No hay otro Dios sino Él, el Perdonador, el Más Generoso. Toda loanza sea a Dios, el Señor de todos los mundos.