Pasajes de los Escritos de Bahá'u'lláh

CXXXIX

Presta atención, oh Nabíl-i-A‘ẓam, a la Voz del Anciano de Días, que te llama desde el Reino de Su Nombre todoglorioso. Es Él Quien está proclamando ahora desde los dominios de lo alto y dentro de la esencia íntima de todas las cosas creadas: “Yo, verdaderamente, soy Dios, no hay otro Dios sino Yo. Yo soy Quien, desde siempre, ha sido la Fuente de toda soberanía y poder, Quien continuará, por la eternidad, ejerciendo Su reinado y dando Su protección a todas las cosas creadas. Mi prueba es la grandeza de Mi poder y Mi soberanía que abarca toda la creación”...

Bendito eres tú, oh Mi nombre, por cuanto has entrado en Mi Arca, y por la fuerza de Mi soberano y muy exaltado poder, surcas veloz el océano de la grandeza, y te cuentas entre Mis predilectos, cuyos nombres ha inscrito el Dedo de Dios. Has bebido de la copa que es en verdad la vida de las manos de este Joven, en torno a Quien giran las Manifestaciones del Todoglorioso, y el brillo de Cuya presencia ensalzan de día y de noche Aquellos que son las Auroras de la Misericordia.

Su gloria sea contigo, por cuanto has ido de Dios a Dios y has entrado en los aledaños de la Corte de esplendor inmarcesible, Lugar que ningún mortal podrá jamás describir. Allí la brisa de la santidad, cargada del amor de tu Señor, ha conmovido tu espíritu dentro de ti, y las aguas del entendimiento te han lavado de las manchas del alejamiento e impiedad. Has sido admitido en el Paraíso del Recuerdo de Dios a través de tu reconocimiento de Aquel que es la Personificación de ese Recuerdo entre la humanidad.

Por tanto, sé agradecido a Dios, porque te ha fortalecido para ayudar a Su Causa, porque ha hecho que las flores del conocimiento y la comprensión broten en el jardín de tu corazón. Así te ha envuelto Su gracia, como ha envuelto a toda la creación. Cuidado, no permitas que nada te entristezca. Líbrate de todo apego a las vanas alusiones de las gentes y arroja tras de ti las ociosas y sutiles disputas de los que están separados de Dios por velos. Proclama, entonces, lo que el Más Grande Espíritu te hará pronunciar en el servicio de la Causa de tu Señor, para que conmuevas las almas de todos y atraigas sus corazones hacia esta muy bendita y todogloriosa Corte...

Has de saber que hemos anulado la ley de la espada como ayuda a Nuestra Causa, y la hemos sustituido por el poder nacido de la expresión humana. Así lo hemos decretado irrevocablemente, en virtud de Nuestra gracia. Di: ¡Oh pueblo! No sembréis las semillas de la discordia entre la gente, y absteneos de contender con vuestro prójimo, pues vuestro Señor ha encomendado el mundo y las ciudades de éste al cuidado de los reyes de la tierra, y los ha hecho los emblemas de Su propio poder, en virtud de la soberanía que Él ha deseado conferirles. Él ha rehusado reservar para Sí parte alguna del dominio de este mundo. Esto lo atestigua Aquel que es, Él mismo, la Verdad Eterna. Lo que Él Se ha reservado son las ciudades de los corazones humanos, para limpiarlos de toda corrupción terrenal y permitirles aproximarse al Lugar santificado que las manos de los infieles no podrán nunca profanar. Abrid, oh pueblo, la ciudad del corazón humano con la llave de vuestra palabra. Así, de acuerdo con una medida preordinada, os hemos prescrito vuestro deber.

¡Por la rectitud de Dios! El mundo y sus vanidades, y su gloria, y todas las delicias que pueda ofrecer, es todo, a la vista de Dios, tan vil como polvo y cenizas, y aún más despreciable que éstos. ¡Si los corazones pudieran comprenderlo! Limpiaos completamente, oh pueblo de Bahá, de la corrupción del mundo, y de todo lo que le pertenece. Dios mismo es Mi testigo. Las cosas de la tierra no os convienen. Desechadlas para quienes las deseen, y fijad vuestros ojos en esta muy santa y refulgente Visión.

Lo que os conviene es el amor a Dios, y el amor a Aquel que es la Manifestación de Su Esencia, y la observancia de todo lo que Él desee prescribiros, si lo supierais.

Di: Que la veracidad y la cortesía sean vuestro adorno. No permitáis ser privados del manto de la paciencia y la justicia, para que las deleitables fragancias de la santidad sean exhaladas desde vuestros corazones sobre todas las cosas creadas. Di: Cuidado, oh pueblo de Bahá, no sea que transitéis por los caminos de aquellos cuyas palabras difieren de sus hechos. Esforzaos para que se os permita manifestar a los pueblos de la tierra los signos de Dios y reflejar Sus mandamientos. Que vuestros hechos sean una guía para toda la humanidad, pues lo que profesa la mayoría de la gente, ya sea de elevada o de humilde condición, difiere de su conducta. Es por vuestros actos que podéis distinguiros de los demás. Por ellos puede ser derramado sobre toda la tierra el brillo de vuestra luz. Feliz aquel que atiende Mi consejo y guarda los preceptos prescritos por Aquel que es el Omnisciente, el Omnisapiente.