Pasajes de los Escritos de Bahá'u'lláh
CXLVII
¡El Más Grande Nombre es Mi testigo! ¡Cuán triste sería si en este Día alguien pusiera su corazón en las cosas transitorias de este mundo! Levantaos y aferraos firmemente a la Causa de Dios. Sed muy amorosos unos con otros. Quemad el velo del yo con la llama del Fuego inextinguible por amor al Bienamado, y asociaos con vuestro prójimo con rostros alegres y radiantes de luz. Habéis observado bien, en todos sus aspectos, el comportamiento de Aquel que es la Palabra de la Verdad entre vosotros. Conocéis muy bien cuán duro es para este Joven permitir, aunque fuere por una noche, que sea entristecido por Él el corazón de cualquiera de los amados de Dios.
La Palabra de Dios ha prendido fuego al corazón del mundo: ¡Cuán deplorable ha de ser si no os encendéis con su llama! Quiera Dios que consideréis esta bendita noche como la noche de la unidad, entrelacéis vuestras almas, y decidáis adornaros con el ornamento de un carácter bueno y loable. Que vuestro interés principal sea rescatar al caído de la ciénaga de la extinción inminente y ayudarle a abrazar la antigua Fe de Dios. Vuestro comportamiento para con vuestro prójimo debe ser tal que manifieste claramente los signos del único Dios verdadero, porque entre la humanidad, vosotros sois los primeros en ser creados de nuevo por Su Espíritu, los primeros en adorarle y arrodillarse ante Él, los primeros en rodear Su trono de gloria. ¡Juro por Quien Me ha hecho revelar todo lo que ha deseado! Sois más conocidos para los habitantes del Reino de lo alto que lo sois de vosotros mismos. ¿Pensáis que estas palabras son vanas y huecas? ¡Ojalá pudierais percibir las cosas que ve vuestro Señor, el Todomisericordioso, cosas que atestiguan la excelencia de vuestro grado, que dan testimonio de la grandeza de vuestra valía, que proclaman la sublimidad de vuestra posición! Conceda Dios que vuestros deseos y pasiones irrefrenadas no os impidan alcanzar lo que ha sido ordenado para vosotros.