Pasajes de los Escritos de Bahá'u'lláh

XV

La Pluma de la Revelación exclama: “¡En este Día el Reino es de Dios!” La Lengua del Poder proclama: “¡En este Día toda soberanía está, verdaderamente, con Dios!” El Fénix de los dominios de lo alto anuncia desde la Rama inmortal: “¡La gloria de toda grandeza pertenece a Dios, el Incomparable, el Imponente!” La Paloma Mística proclama, desde su morada de felicidad, en el eterno Paraíso: “¡En este Día la fuente de toda munificencia proviene de Dios, el Único, el Perdonador!” El Ave del Trono entona su melodía en sus retiros de santidad: “¡El ascendiente supremo no ha de ser atribuido, en este Día, a nadie salvo a Dios, Quien no tiene par ni igual, Quien es el Más Fuerte, Quien todo lo sojuzga!” La esencia íntima de todo lo creado expresa en todas las cosas el testimonio: “¡En este Día todo perdón fluye de Dios, con Quien nadie puede compararse, con Quien nadie puede ser asociado, el Soberano Protector de todos y el Encubridor de sus pecados!” La Quintaesencia de la Gloria ha alzado su voz sobre Mi cabeza, y llama desde tales alturas que no hay pluma ni lengua que de manera alguna puedan describirlas: “A Dios pongo por testigo de que Él, el Anciano de días sempiternos ha venido, investido de majestad y poder. ¡No hay otro Dios más que Él, el Todoglorioso, el Todopoderoso, el Altísimo, el Sapientísimo, Quien todo lo penetra, Quien todo lo ve, el Informado, el Soberano Protector, la Fuente de luz eterna!”

¡Oh Mi siervo, que has buscado la complacencia de Dios y te has aferrado a Su amor en el Día en que todos se han separado de Él, salvo unos pocos dotados de entendimiento! Que Dios, por Su gracia, te recompense con un premio generoso, incorruptible y eterno, por cuanto tú Le has buscado en el Día en que los ojos fueron cegados. Has de saber que si te revelásemos sólo una gota de las lluvias que, por decreto de Dios, han caído sobre Nos a manos de los envidiosos y perversos, llorarías con gran llanto y lamentarías de día y de noche Nuestra penosa condición. Ah, si se encontrara un alma perspicaz e imparcial que reconociese las maravillas de esta Revelación, maravillas que proclaman la soberanía de Dios y la grandeza de su poder. Ojalá alguien así se levantara y, enteramente por amor a Dios, aconsejara privada y públicamente a las gentes, para que quizá se muevan y ayuden a este Agraviado, a Quien han afligido tan penosamente los obradores de iniquidad.

Me parece oír la Voz del Espíritu Santo que llama desde detrás de Mí diciendo: Varía Tu tema y altera Tu tono, no sea que se entristezca el corazón de aquel que ha fijado su mirada en Tu rostro. Di: Por la gracia de Dios y Su poder, no he buscado la ayuda de nadie en el pasado, ni tampoco buscaré ayuda de ninguna persona en el futuro. Él es Quien Me ayudó con el poder de la verdad, durante los días de Mi destierro en Iráq. Él es Quien me amparó a la sombra de Su protección en una época en que disputaban conmigo los pueblos de la tierra. Él es Quien me permitió partir de la ciudad, investido con tal majestad que nadie puede dejar de reconocer, salvo el que reniega y el malévolo.

Di: Mi ejército es Mi fe en Dios; Mi pueblo, la fuerza de Mi confianza en Él. Mi amor es Mi estandarte, y Mi compañero, el recuerdo de Dios, el Soberano Señor de todo, el Más Poderoso, el Todoglorioso, el Incondicionado.

Disponte a ayudar a Su Causa, oh caminante en la senda del Amor de Dios. Di: ¡Oh pueblo! No troquéis a este Joven por las vanidades de este mundo ni por las delicias del cielo. ¡Por la rectitud del único Dios verdadero! Uno solo de Sus cabellos supera todo lo que está en los cielos y todo lo que está en la tierra. Cuidado, oh gentes, no sea que os sintáis tentadas a separaros de Él a cambio del oro y la plata que poseéis. Que Su amor sea un depósito de tesoros para vuestras almas, en el Día en que no os beneficiará ninguna otra cosa, fuera de Él, Día en que temblará todo pilar, en que la gente sentirá escalofríos, en que habrá terror en todas las miradas. Di: ¡Oh pueblo! Temed a Dios, y no os alejéis de Su Revelación con desdén. Caed postrados ante Dios y celebrad Su alabanza de día y de noche.

Que tu alma arda con la llama de este Fuego imperecedero, que está encendido en el mismo corazón del mundo, de manera tal que las aguas del universo sean incapaces de enfriar su ardor. Haz entonces mención de tu Señor, para que quizá sean amonestados por tus palabras los negligentes de entre Nuestros siervos, y se alborocen los corazones de los rectos.