Pasajes de los Escritos de Bahá'u'lláh

CLIII

¡Oh desterrado y fiel amigo! Apaga la sed de la negligencia con las aguas santificadas de Mi gracia, y desaloja la lobreguez de la lejanía con la luz matutina de Mi divina presencia. No permitas que la habitación donde mora Mi imperecedero amor por ti sea destruida por la tiranía de los deseos codiciosos, ni empañes la belleza del Joven celestial con el polvo del yo y la pasión. Atavíate con la esencia de la rectitud, y que tu corazón no tema a nadie excepto a Dios. No obstruyas el luminoso manantial de tu alma con las espinas y zarzas de afectos inmoderados y vanos, y no impidas que fluyan las aguas vivas que manan de la fuente de tu corazón. Pon toda tu esperanza en Dios, y aférrate tenazmente a Su infalible misericordia. ¿Quién sino Él puede enriquecer al indigente, y librar al caído de su envilecimiento?

¡Oh Mis siervos! Si descubrieseis los ilimitados océanos ocultos de Mi incorruptible riqueza, con toda certeza no estimaríais en nada al mundo, ni siquiera a la creación entera. Que la llama de la búsqueda arda en vuestros corazones con tal vehemencia que os permita alcanzar vuestro supremo y muy excelso objetivo: la posición en que podáis acercaros a vuestro Más Amado y uniros a Él...

¡Oh Mis siervos! No dejéis que vuestras vanas esperanzas y ociosas fantasías socaven los fundamentos de vuestra creencia en el Dios Todoglorioso, por cuanto tales imaginaciones han sido totalmente inútiles para las gentes, y no las han dirigido hacia el Camino recto. ¿Pensáis, oh Mis siervos, que está encadenada la Mano de Mi soberanía omnímoda, protectora y trascendente, que está detenido el flujo de Mi antigua, Mi incesante misericordia que lo impregna todo o que las nubes de Mis sublimes e insuperables favores han cesado de verter sus dádivas sobre los seres humanos? ¿Podéis imaginar que han sido retiradas las portentosas obras que han proclamado Mi divino e irresistible poder, o que se ha impedido a la potencia de Mi voluntad y propósito dirigir los destinos de la humanidad? Si no es así, ¿por qué entonces os habéis esforzado por evitar que la Belleza inmortal de Mi sagrado y bondadoso Semblante sea descubierta a los ojos humanos? ¿Por qué habéis luchado por impedir que la Manifestación del Ser Todoglorioso y Todopoderoso derrame el resplandor de Su Revelación sobre la tierra? Si fueseis justos en vuestro juicio, fácilmente reconoceríais cómo las realidades de todas las cosas están embriagadas con la alegría de esta nueva y maravillosa Revelación, cómo todos los átomos de la tierra han sido iluminados con el brillo de su gloria. ¡Vano y miserable es lo que habéis imaginado y aún imagináis!

Desandad vuestros pasos, oh Mis siervos, e inclinad vuestros corazones hacia Aquel que es la Fuente de vuestra creación. Libraos de vuestros afectos malos y corruptos, y apresuraos a abrazar la luz del Fuego inmortal que arde en el Sinaí de esta misteriosa y trascendente Revelación. No corrompáis la santa Palabra primordial de Dios, que abarca todo, y no tratéis de profanar su santidad ni rebajar su carácter exaltado. ¡Oh negligentes! Aun cuando las maravillas de Mi misericordia han envuelto a todas las cosas creadas, visibles e invisibles, y las revelaciones de Mi gracia y munificencia han impregnado cada átomo del universo, con todo, dolorosa es la vara con que puedo castigar a los malvados, y terrible es la fiereza de Mi ira contra ellos. Con oídos que estén santificados de vanagloria y deseos mundanos, escuchad los consejos que Yo, en Mi misericordiosa bondad, os he revelado, y con vuestra vista interior y exterior, contemplad las pruebas de Mi maravillosa Revelación...

¡Oh Mis siervos! No os privéis de la inmarcesible y resplandeciente Luz que brilla dentro de la Lámpara de gloria divina. Que la llama del amor a Dios arda brillantemente dentro de vuestros corazones radiantes. Alimentadla con el aceite de la guía divina y protegedla al amparo de vuestra constancia. Cuidadla de todo lo que no sea Dios al amparo de la confianza y el desprendimiento para que las malas murmuraciones de los impíos no extingan su luz. ¡Oh Mis siervos! Mi santa, Mi divinamente ordenada Revelación puede ser comparada con un océano en cuyas profundidades se hallan ocultas innumerables perlas de gran precio, de excelente lustre. Es el deber de todo buscador moverse y luchar por alcanzar las riberas de este océano, para que así, en proporción a la intensidad de su búsqueda y los esfuerzos que haya hecho, participe de los beneficios que han sido preordinados en las irrevocables y ocultas Tablas de Dios. Si nadie quisiera dirigir sus pasos hacia sus riberas, si ninguno se dispusiera a encontrarle a Él, ¿puede decirse que eso ha despojado a este océano de su poder o ha disminuido, en grado alguno, sus tesoros? ¡Cuán vanas, cuán despreciables son las imaginaciones que vuestros corazones han concebido, y aún conciben! ¡Oh Mis siervos! ¡El único Dios verdadero es Mi testigo! Este muy grande, este insondable y ondeante Océano está cerca, asombrosamente cerca de vosotros. ¡Ved, está más próximo a vosotros que vuestra vena yugular! Veloces como el pestañeo del ojo podríais, si lo desearais, alcanzar este favor imperecedero, y participar de él, de esta gracia dada por Dios, este don incorruptible, esta muy potente e inefablemente gloriosa merced.

¡Oh Mis siervos! Si pudieseis comprender qué maravillas de Mi munificencia y generosidad he querido confiar a vuestras almas, de verdad os libraríais del apego a todas las cosas creadas, y obtendríais verdadero conocimiento de vosotros mismos, conocimiento que es lo mismo que la comprensión de Mi propio Ser. Os encontraríais independientes de todo salvo de Mí y percibiríais, con vuestra vista interior y exterior, y tan manifiestos como la revelación de Mi refulgente Nombre, los mares de Mi bondad y generosidad en movimiento dentro de vosotros. No dejéis que vuestras vanas fantasías, vuestras malas pasiones, vuestra insinceridad y ceguera de corazón apaguen el brillo ni manchen la santidad de tan excelsa posición. Sois como el pájaro que se remonta, con toda la fuerza de sus poderosas alas y con completa y alegre confianza, en la inmensidad de los cielos hasta que, impelido a satisfacer su hambre, se vuelve anhelante al agua y barro de la tierra que está bajo él y, atrapado en la red de su deseo, se encuentra impotente para reanudar el vuelo hacia los reinos de donde vino. Impotente para sacudir la carga que pesa sobre sus alas enlodadas, aquel pájaro, hasta entonces habitante de los cielos, es forzado ahora a buscar morada en el polvo. Por lo tanto, oh Mis siervos, no manchéis vuestras alas con el barro del descarrío y deseos vanos y no dejéis que se ensucien con el polvo de la envidia y el odio, para que nada os impida remontaros en los cielos de Mi divino conocimiento.

¡Oh Mis siervos! Mediante el poder de Dios y Su fuerza, y del tesoro de Su conocimiento y sabiduría, he hecho aparecer y os he revelado las perlas que se hallaban ocultas en las profundidades de Su eterno océano. He llamado a las Doncellas del Cielo para que emerjan desde detrás del velo del encubrimiento y las he revestido con éstas, Mis palabras de consumado poder y sabiduría. Además, con la mano del poder divino, he roto el sello del vino selecto de Mi Revelación, y he esparcido esta santa, esta oculta fragancia cargada de almizcle sobre todas las cosas creadas. ¿Quién sino vosotros debe ser culpado si optáis por permanecer privados de tan grande efusión de la trascendente y omnímoda gracia de Dios, de tan luminosa revelación de Su resplandeciente misericordia?...

¡Oh Mis siervos! Nada brilla en Mi corazón salvo la inmarcesible luz de la Mañana de la guía divina, y de Mi boca no procede nada sino la esencia de la verdad, que el Señor, vuestro Dios, ha revelado. No sigáis, por tanto, vuestros deseos mundanos, y no violéis la Alianza de Dios, ni rompáis vuestro compromiso con Él. Con firme determinación, con todo el afecto de vuestro corazón, y con la plena fuerza de vuestras palabras, volveos hacia Él, y no transitéis por los caminos de los necios. El mundo no es más que una apariencia, vana y vacía, una mera nada que parece realidad. No pongáis vuestros afectos en él. No rompáis el vínculo que os une con vuestro Creador y no seáis de aquellos que han errado y se han desviado de Sus caminos. Ciertamente digo: El mundo es como el vapor en un desierto; el sediento sueña que es agua y lucha por alcanzarlo con todas sus fuerzas, hasta que cuando llega a él, encuentra que es sólo una mera ilusión. Más aún, puede compararse con la imagen sin vida de la amada, a quien el amante ha buscado y, al fin, después de larga búsqueda y para su mayor pesar, ha encontrado que es tal que no puede “apagar ni aquietar su hambre”.

¡Oh Mis siervos! No os apenéis si, en estos días y en este plano terrenal, Dios ha ordenado y manifestado cosas contrarias a vuestros deseos, porque días de inmensa alegría, de delicia celestial, hay de seguro en abundancia para vosotros. Mundos santos y espiritualmente gloriosos serán descubiertos a vuestros ojos. Habéis sido destinados por Él a participar, en este mundo y en el próximo, de sus beneficios, compartir sus alegrías y obtener una porción de su gracia sostenedora. A todos y a cada uno de ellos, sin duda, llegaréis.