Pasajes de los Escritos de Bahá'u'lláh
CLV
El primer deber prescrito por Dios a Sus siervos es el reconocimiento de Aquel que es la Aurora de Su Revelación y la Fuente de Sus leyes, Quien representa a la Deidad tanto en el Reino de Su Causa como en el mundo de la creación. El que haya cumplido este deber ha logrado todo bien; y el que esté privado de ello se ha extraviado, aunque fuese autor de toda obra justa. Incumbe a todo el que alcance esta muy sublime estación, esta cumbre de trascendente gloria, observar cada uno de los preceptos de Aquel que es el Deseo del mundo. Estos dos deberes son inseparables. Ninguno es aceptable sin el otro. Así lo ha decretado Quien es la Fuente de Inspiración Divina.
Aquellos a quienes Dios ha dotado de perspicacia reconocerán fácilmente que los preceptos establecidos por Dios constituyen el medio supremo para el mantenimiento del orden en el mundo y la seguridad de sus pueblos. Quien se aparta de ellos se cuenta entre los abyectos y necios. En verdad, os hemos ordenado rechazar los dictados de vuestras malas pasiones y deseos corruptos, y no transgredir los límites que ha fijado la Pluma del Altísimo, pues son éstos el hálito de la vida para todas las cosas creadas. Los mares de la sabiduría divina y la divina expresión se han agitado por el soplo de la brisa del Todomisericordioso: ¡apresuraos y bebed a plenitud, hombres de entendimiento! Quienes han violado la Alianza de Dios quebrantando Sus mandamientos, y se han vuelto atrás, ésos han cometido un lamentable error a los ojos de Dios, Quien todo lo posee, el Altísimo.
¡Pueblos del mundo! Tened por cierto que Mis mandamientos son las lámparas de Mi amorosa providencia entre Mis siervos, y las llaves de Mi misericordia para con Mis criaturas. Así ha sido enviado desde el cielo de la Voluntad de vuestro Señor, el Señor de la Revelación. Si algún hombre probara la dulzura de las palabras que han querido proferir los labios del Todomisericordioso, aunque poseyera los tesoros de la tierra, renunciaría a todos y a cada uno de ellos para poder vindicar la verdad de siquiera uno solo de Sus mandamientos, los cuales brillan sobre la Aurora de Su generoso cuidado y amorosa bondad.
Di: De Mis leyes se desprende el fragante aroma de Mi vestidura, y con su ayuda serán plantados sobre las cumbres más altas los estandartes de la Victoria. La Lengua de Mi poder, desde el cielo de Mi omnipotente gloria, ha dirigido a Mi creación estas palabras: “Observa Mis mandamientos por amor a Mi belleza”. Feliz el amante que ha percibido la divina fragancia de su Bienamado en estas palabras, impregnadas del perfume de una gracia que ninguna lengua puede describir. ¡Por Mi vida! Quien haya bebido el vino selecto de la equidad de manos de Mi generoso favor circulará alrededor de Mis mandamientos que brillan sobre la Aurora de Mi creación.
No penséis que os hemos revelado un mero código de leyes. Antes bien, hemos roto el sello del Vino selecto con los dedos de la fuerza y del poder. De ello da testimonio lo que ha sido revelado por la Pluma de la Revelación. ¡Meditad sobre esto, hombres de discernimiento! (…)
Cada vez que Mis leyes aparecen como el sol en el cielo de Mi expresión, deben ser fielmente obedecidas por todos, aunque Mi decreto sea tal que haga henderse el cielo de toda religión. Él hace Su voluntad. Él elige, y nadie puede objetar Su elección. Todo lo que el Bienamado ordena, eso mismo es, en verdad, amado. De ello pongo como testigo al Señor de toda la creación. Quienquiera que haya percibido la perfumada fragancia del Todomisericordioso y haya reconocido la Fuente de estas palabras, con sus propios ojos dará la bienvenida a las saetas del enemigo, a fin de demostrar entre los hombres la verdad de las leyes de Dios. Bienaventurado aquel que se ha vuelto hacia ellas y ha comprendido el significado de Su decisivo decreto.