Pasajes de los Escritos de Bahá'u'lláh
XIX
Es evidente para todo corazón perspicaz e iluminado que Dios, la Esencia incognoscible, el Ser divino, es inmensamente excelso por encima de todo atributo humano, tal como existencia corpórea, ascenso y descenso, salida y retorno. Lejos está de Su gloria que lengua humana alguna haya de referir apropiadamente Su alabanza, o que algún corazón humano comprenda Su misterio insondable. Él está, y siempre ha estado, velado en la antigua eternidad de Su Esencia, y permanecerá en Su Realidad eternamente oculto a la vista de todos. “Ninguna visión Le abarca, pero Él abarca toda visión; Él es el Sutil, Quien todo lo percibe”...
Estando así cerrada la puerta del conocimiento del Anciano de Días ante la faz de todos los seres, la Fuente de gracia infinita ha hecho que, conforme a Su dicho: “Su gracia ha trascendido todas las cosas; Mi gracia las ha abarcado todas”, aparezcan del dominio del espíritu aquellas luminosas Joyas de Santidad, en la noble forma del templo humano, y sean reveladas a todos, a fin de que comuniquen al mundo los misterios del Ser inmutable y hablen de las sutilezas de Su Esencia imperecedera.
Estos Espejos santificados, estas Auroras de antigua gloria, son todos y cada uno los Exponentes en la tierra de Aquel que es el Astro central del universo, su Esencia y Propósito último. De Él proceden su conocimiento y poder; de Él proviene su soberanía. La belleza de su semblante es solamente un reflejo de Su imagen; y su revelación, un signo de Su gloria inmortal. Ellos son los Tesoros del conocimiento divino y los Depositarios de la sabiduría celestial. A través de ellos se transmite una gracia que es infinita, y por ellos se revela la Luz que jamás palidece... Esos Tabernáculos de Santidad, esos Espejos Primordiales que reflejan la luz de gloria inmarcesible, no son sino expresiones de Aquel que es el Invisible de los Invisibles. Por la revelación de estas Joyas de virtud divina se ponen de manifiesto todos los nombres y atributos de Dios, tales como conocimiento y poder, soberanía y dominio, misericordia y sabiduría, gloria, munificencia y gracia.
Estos atributos de Dios no son ni jamás han sido concedidos especialmente a ciertos Profetas y negados a otros. Al contrario, todos los Profetas de Dios, Sus favorecidos, Sus Mensajeros santos y escogidos son, sin excepción, los portadores de Sus nombres y las personificaciones de Sus atributos. Sólo difieren en la intensidad de su revelación y la relativa potencia de su luz. Así Él ha revelado: “Hemos hecho que algunos de los Apóstoles sobresalgan a otros”.
Por tanto, ha quedado de manifiesto y en evidencia que dentro de los tabernáculos de estos Profetas y Elegidos de Dios se ha reflejado la luz de Sus infinitos nombres y exaltados atributos, aunque la luz de algunos de esos atributos se revele o no visiblemente a los ojos de las gentes en esos luminosos Templos. Que determinado atributo de Dios no haya sido exteriormente manifestado por esas Esencias del Desprendimiento no implica de manera alguna que no lo hayan poseído realmente aquellos que son las Auroras de los atributos de Dios y los Tesoros de Sus santos nombres. Por tanto, estas Almas iluminadas y bellos Semblantes han sido dotados cada uno con todos los atributos de Dios, tales como soberanía, dominio y otros, aunque en apariencia estén despojados de toda majestad terrenal...