Pasajes de los Escritos de Bahá'u'lláh
XXII
Los Portadores del Depósito de Dios se ponen de manifiesto a los pueblos de la tierra como Exponentes de una nueva Causa y Reveladores de un nuevo Mensaje. Dado que todas esas Aves del Trono celestial son enviadas del cielo de la Voluntad de Dios, y como todas surgen para proclamar Su irresistible Fe, son por tanto consideradas como una sola alma y una misma persona. Pues todas beben del mismo Cáliz del Amor de Dios, y todas comparten el fruto del mismo Árbol de la Unicidad
Estas Manifestaciones de Dios tienen, cada una de ellas, doble posición. Una es la posición de abstracción pura y unidad esencial. En este sentido, si las llamas a todas por un solo nombre y les asignas los mismos atributos, no te apartas de la verdad. Tal como Él ha revelado: “No hacemos distinción entre ninguno de Sus Mensajeros”. Pues todos y cada uno de ellos llaman a las gentes de la tierra a reconocer la unidad de Dios, y les anuncian el Kawthar de infinita gracia y munificencia. Todos han sido investidos con el manto profético, y han sido honrados con el ropaje de la gloria. Así ha revelado Muḥammad, el Punto del Corán: “Yo soy todos los Profetas”. Asimismo, dice: “Soy el primer Adán, Noé, Moisés y Jesús”. Declaraciones semejantes hizo el Imam ‘Alí. También han emanado dichos como éstos, que indican la unidad esencial de aquellos Exponentes de la Unicidad, de los Canales de la inmortal expresión de Dios y de los Tesoros de joyas de conocimiento divino, y han sido consignados en las Escrituras. Esos Semblantes son los recipientes del Mandato divino y las Auroras de Su Revelación. Esta Revelación está exaltada por encima de los velos de pluralidad y las exigencias de número. Así Él dice: “Nuestra Causa es una sola”. Ya que la Causa es una y la misma, los Exponentes de ésta también deben ser necesariamente uno y el mismo. Igualmente, los Imanes de la Fe de Muḥammad, esas lámparas de la certeza, han dicho: “Muḥammad es nuestro primero, Muḥammad es nuestro último, Muḥammad es todo lo que tenemos”.
Te resulta claro y evidente que todos los Profetas son los Templos de la Causa de Dios, Quienes han aparecido ataviados con diversas vestiduras. Si observaras con ojo perspicaz, Los verías a todos habitando en el mismo tabernáculo, remontándose hacia el mismo cielo, sentados en el mismo trono, pronunciando las mismas palabras y proclamando la misma Fe. ¡Tal es la unidad de esas Esencias del Ser, de esos Luminares de esplendor inmenso e infinito! Por tanto, si una de esas Manifestaciones de la Santidad proclamara: “Yo soy el retorno de todos los Profetas”, ciertamente diría la verdad. Del mismo modo, en cada Revelación siguiente el retorno de la Revelación anterior es un hecho cuya verdad está firmemente establecida...
La otra posición es la de la distinción, y pertenece al mundo de la creación y a las limitaciones de ésta. Al respecto, cada Manifestación de Dios tiene una individualidad distinta, una misión definitivamente ordenada, una revelación predestinada y limitaciones especialmente designadas. Cada una de ellas es conocida por un nombre diferente, se caracteriza por un atributo especial, cumple una misión definida y a cada una le es confiada una revelación concreta. Tal como Él dice: “Hemos hecho que algunos de los Apóstoles sobresalgan a otros. A algunos Dios les ha hablado; a otros los ha elevado y exaltado. Y a Jesús, Hijo de María, Le dimos signos manifiestos y Le fortalecimos con el Espíritu Santo”.
Es a causa de esta diferencia en su posición y misión que parecen divergir y diferir las palabras y expresiones que emanan de estas Fuentes del conocimiento divino. Por lo demás, a los ojos de quienes están iniciados en los misterios de la sabiduría divina, todo lo que ellas han pronunciado es en realidad la expresión de una sola Verdad. Como la mayoría de las gentes no ha apreciado aquellas posiciones a que Nos hemos referido, se sienten perplejas y consternadas ante las expresiones divergentes que han pronunciado Manifestaciones que en esencia son una y la misma.
Siempre ha sido evidente que todas estas divergencias en las palabras deben atribuirse a diferencias de posición. Así, desde el punto de vista de su unicidad y sublime desprendimiento, han sido y son aplicables a aquellas Esencias del Ser los atributos de Deidad, Divinidad, Suprema Singularidad e Íntima Esencia, pues todas habitan en el trono de la Revelación divina y están establecidas en la sede de la divina Ocultación. Mediante su aparición se manifiesta la Revelación de Dios, y por su semblante se revela la Belleza de Dios. Es así como se han oído las palabras de Dios mismo, pronunciadas por esas Manifestaciones del Ser divino
Visto a la luz de su segunda posición, que es la posición de la distinción, de la diferenciación, y de las limitaciones, características y normas temporales, aquéllas manifiestan servidumbre absoluta, suma pobreza y completa anulación del propio yo. Tal como Él dice: “Soy el siervo de Dios. No soy más que un hombre como vosotros”. ...
Si alguna de las omnímodas Manifestaciones de Dios declarase: “¡Yo soy Dios!”, diría ciertamente la verdad y no cabría duda de ello. Pues repetidamente se ha demostrado que mediante su Revelación, sus atributos y nombres, se manifiestan en el mundo la Revelación de Dios, Sus nombres y Sus atributos. Así, Él ha revelado: “¡Aquellos dardos eran de Dios; no Tuyos!” También dice: “En verdad, quienes Te prometieron fidelidad, realmente la prometieron a Dios”. Y si alguno de ellos pronunciase: “Soy el Mensajero de Dios”, también diría indudablemente la verdad. Tal como Él dice: “Muḥammad no es el padre de ninguno de vuestros hombres, sino que es el Mensajero de Dios”. A la luz de esto, todos ellos no son más que mensajeros de aquel Rey ideal, de aquella Esencia inmutable. Si todos proclamasen: “Soy el Sello de los Profetas”, no expresarían otra cosa que la verdad, sin la más leve sombra de duda. Pues todos ellos no son más que una sola persona, una sola alma, un solo espíritu, un solo ser, una sola revelación. Son todos la manifestación del “Principio” y el “Fin”, el “Primero” y el “Último”, el “Visible” y el “Oculto”, los cuales pertenecen todos a Aquel que es el más íntimo Espíritu de los Espíritus y la eterna Esencia de las Esencias. Y si dijesen: “Somos los Siervos de Dios”, éste también es un hecho manifiesto e indiscutible. Pues se han manifestado en condición de total servidumbre, un grado de servidumbre tal que nadie tiene posibilidad de alcanzar. Por eso, en momentos en que esas Esencias del ser estaban profundamente sumergidas en los océanos de antigua y eterna santidad, o cuando se remontaban a las más altas cimas de los misterios divinos, sostenían que sus palabras eran la Voz de la Divinidad, la Llamada de Dios mismo.
Si se abriera el ojo del discernimiento, reconocería que ellos, en ese preciso estado, se considerarían del todo desaparecidos e inexistentes ante Aquel que es Quien todo lo penetra, el Incorruptible. Es como si se vieran como la nada absoluta, y estimaran su mención en aquella Corte como un acto de blasfemia. Pues el más leve susurro del yo en tal Corte es una prueba de afirmación de sí mismo y de existencia independiente. A los ojos de quienes han llegado a esa Corte, semejante insinuación es en sí misma una grave transgresión. Cuánto más grave aún sería si se mencionara otra cosa en esa Presencia, si el corazón humano, su lengua, su mente o su alma se ocuparan con otro que no fuera el Bienamado, si sus ojos miraran otro semblante que no fuese Su belleza, si su oído escuchase otra melodía que no fuese Su voz y sus pies hollasen otro camino que no fuera Su camino...
En virtud de esa posición, han sostenido que es suya la Voz de la Divinidad y similares afirmaciones, en tanto que, en virtud de su posición de Mensajeros, se han declarado a sí mismos los Mensajeros de Dios. En cada caso han expresado palabras que se ajustan a los requerimientos de la ocasión, y se han atribuido a Sí mismos todas estas declaraciones, declaraciones que se extienden desde el reino de la Revelación divina hasta el reino de la creación, y desde el dominio de la Divinidad hasta el dominio de la existencia terrenal. Por consiguiente, cualesquiera que sean sus palabras, ya pertenezcan al reino de la Divinidad, Señorío, Posición Profética, Posición de Mensajero, Guardianía, Apostolado o Servidumbre, todo es cierto, sin la menor sombra de duda. Por lo tanto, debe prestarse mucha atención a los dichos que hemos citado en apoyo de Nuestro argumento, para que las palabras divergentes de las Manifestaciones del Invisible y Auroras de Santidad ya no agiten el alma ni dejen a la mente perpleja.