Pasajes de los Escritos de Bahá'u'lláh
XXVIII
Feliz aquel que se disponga a servir a Mi Causa y glorificar Mi hermoso Nombre. Toma Mi Libro con la fuerza de Mi poder y aférrate tenazmente a todo mandamiento que ha prescrito en él Tu Señor, el Ordenador, el Sapientísimo. Mira, oh Muḥammad, cómo los dichos y hechos de los seguidores del islam shí‘í han ensombrecido la alegría y fervor de sus primeros días y han empañado el prístino brillo de su luz. En sus comienzos, mientras aún se adherían a los preceptos asociados al nombre de su Profeta, el Señor de la humanidad, su carrera fue marcada por una cadena ininterrumpida de victorias y triunfos. Pero a medida que se alejaban gradualmente del camino de su Amo y Conductor ideal, y se apartaban de la Luz de Dios y corrompían el principio de Su unidad divina, y a medida que centraban su atención cada vez más en aquellos que sólo eran los reveladores de la potencia de Su Palabra, su fuerza se transformó en debilidad, su gloria en vergüenza y su coraje en temor. Tú ves a qué extremo han llegado. Observa cómo Le han atribuido socios a Aquel que es el Punto Focal de la unidad divina. Mira cómo sus malos actos les han impedido reconocer, en el Día de la Resurrección, la Palabra de la Verdad, exaltada sea Su gloria. Abrigamos la esperanza de que, en adelante, este pueblo se proteja de vanas esperanzas y ociosas fantasías y que logre entender verdaderamente el significado de la unidad divina.
La Persona de la Manifestación ha sido siempre el representante y portavoz de Dios. En verdad, Él es la Aurora de los muy excelentes Títulos de Dios, el Punto de Amanecer de Sus muy excelsos Atributos. Si se colocara a alguno a Su lado como Su igual y fuera considerado idéntico con Su persona, ¿cómo entonces podría sostenerse que el Ser Divino es Único e Incomparable, que Su Esencia es indivisible y sin par? Medita sobre lo que te hemos revelado mediante la fuerza de la verdad, y sé de aquellos que comprenden su significado.