Pasajes de los Escritos de Bahá'u'lláh

XXXVII

Bienaventurado el hombre que ha confesado su creencia en Dios y en Sus signos, y ha reconocido que “a Él no Se Le han de pedir cuentas de Sus hechos”. Dios ha dispuesto que ese reconocimiento sea el adorno de toda creencia y su fundamento mismo. De él debe depender la aceptación de toda buena obra. Fijad vuestros ojos en él, para que tal vez los susurros de los rebeldes no os hagan resbalar.

Si Él decretare lícito lo que desde tiempo inmemorial ha sido vedado, y prohibiere lo que en todo tiempo se había considerado lícito, nadie tiene el derecho de poner en duda Su autoridad. Quien vacile, aunque fuere por menos que un instante, ha de ser considerado como transgresor.

Si alguien no ha reconocido esta verdad sublime y fundamental, ni ha alcanzado esta exaltadísima estación, será agitado por los vientos de la duda, y los dichos de los infieles perturbarán su alma. Aquel que haya reconocido este principio será dotado de la más perfecta constancia. Todo honor sea para esta gloriosísima estación, cuyo recuerdo adorna todas las Tablas exaltadas. Así es la enseñanza que Dios os confiere, enseñanza que os librará de cualquier clase de duda y perplejidad y os permitirá alcanzar la salvación, tanto en este mundo como en el venidero. Él es, en verdad, Quien siempre perdona, el Más Generoso.