Pasajes de los Escritos de Bahá'u'lláh
V
Éste es el Día en que el Océano de la misericordia de Dios ha sido manifestado a los seres humanos, Día en que el Sol de Su bondad ha derramado su resplandor sobre ellos, Día en que las nubes de Su generoso favor han extendido su protección sobre toda la humanidad. Éste es el tiempo para alentar y refrescar al abatido por medio de la tonificante brisa del amor y la camaradería, y por las aguas vivas de la amistad y la caridad.
Aquellos que son los amados de Dios, doquiera que se reúnan y a quienquiera que encuentren, deben mostrar, en su actitud hacia Dios, y en la forma en que celebran Su alabanza y gloria, tal humildad y sumisión, que cada átomo de polvo que haya bajo sus pies atestigüe la profundidad de su devoción. La conversación que sostengan esas almas santas debe estar imbuida de tanto poder que esos mismos átomos se sientan estremecidos por su influencia. Deben comportarse de modo que la tierra que pisan jamás se permita dirigirles palabras como éstas: “Yo debo ser preferida a vosotros. Pues, presenciad con qué paciencia sobrellevo la carga que me pone encima el labrador. Yo soy el instrumento que continuamente confiere a todos los seres las bendiciones que me ha confiado Aquel que es la Fuente de toda gracia. No obstante el honor que me ha sido concedido, y las innumerables pruebas de mi riqueza, riqueza que cubre las necesidades de toda la creación, mirad cuán grande es mi humildad, presenciad con qué absoluta sumisión permito ser hollada por los pies de los hombres...”
Mostrad paciencia, benevolencia y amor los unos a los otros. Si alguno de entre vosotros no pudiera captar cierta verdad o tratara de comprenderla, mostrad en vuestra conversación con él un espíritu de suma bondad y benevolencia. Ayudadle a ver y reconocer la verdad, sin estimaros en lo más mínimo superiores a él ni poseedores de mayores dotes.
El mayor deber del hombre en este Día es alcanzar la parte correspondiente del torrente de la gracia que Dios derrama para él. Por tanto, que nadie considere si el receptáculo es grande o pequeño. La porción de algunos podría caber en la palma de una mano, la porción de otros pudiera llenar una taza y la de otros alcanzar la medida de un galón.
Cada cual debería, en este Día, buscar lo que mejor promueva la Causa de Dios. ¡Aquel que es la Eterna Verdad es Mi testigo! En este Día, nada puede hacer más daño a esta Causa que la disensión y la contienda, las disputas, el distanciamiento y la apatía entre los amados de Dios. Rehuidlos, mediante el poder de Dios y Su soberana ayuda, y esforzaos por unir los corazones humanos en Su Nombre, el Unificador, el Omnisciente, el Sapientísimo.
Suplicad al único Dios verdadero que os conceda saborear obras tales como las que son realizadas en Su sendero y participar de la dulzura de tal humildad y sumisión como las que se muestran por amor a Él. Olvidaos de vosotros mismos, y volved los ojos hacia vuestro prójimo. Concentrad vuestras energías en todo aquello que promueva la educación de las gentes. Nada es ni jamás podrá ser ocultado a Dios. Si seguís Su camino, sobre vosotros lloverán Sus incalculables e imperecederas bendiciones. Ésta es la luminosa Tabla cuyos versículos han brotado de la Pluma motriz de Aquel que es el Señor de todos los mundos. Meditad sobre ella en vuestros corazones, y sed de los que observan sus preceptos.