Pasajes de los Escritos de Bahá'u'lláh
LXII
Recuerda Mis penas, Mis preocupaciones y ansiedades, Mis aflicciones y pruebas, las condiciones de Mi cautiverio, las lágrimas que he derramado, la amargura de Mi angustia y ahora Mi encarcelamiento en esta lejana tierra. Oh Muṣṭafá, Dios es Mi testigo. Si te contaran lo que Le ha acontecido a la Antigua Belleza, huirías al desierto y llorarías con gran llanto. En tu dolor te golpearías la cabeza y gritarías como alguien que ha sido mordido por una víbora. Dale gracias a Dios, pues hemos rehusado revelarte el secreto de los inescrutables decretos que Nos han sido enviados desde el cielo de la Voluntad de tu Señor el Omnipotente, el Todopoderoso.
¡Por la rectitud de Dios! Al levantarme de Mi lecho cada mañana, descubría las huestes de innumerables aflicciones reunidas tras Mi puerta; y cada noche, al acostarme, he aquí que Mi corazón se desgarraba de agonía por lo que había padecido a causa de la diabólica crueldad de sus enemigos. Cada pedazo de pan que parte la Antigua Belleza va acompañado del ataque de una nueva aflicción, y cada gota que bebe está mezclada con la amargura de la más dolorosa de las pruebas. Cada paso que Él da es precedido por un ejército de calamidades imprevistas, mientras que por detrás le siguen legiones de atormentadoras penas.
Tal es Mi condición, si reflexionaras en tu corazón sobre ella. Mas, que tu alma no se apene por lo que Dios ha dejado caer sobre Nos. Que tu voluntad se sumerja en Su agrado, porque en ningún momento hemos deseado algo que no sea Su Voluntad, y hemos acogido cada uno de Sus irrevocables decretos. Que tu corazón sea paciente, y no desmayes. No sigas el camino de aquellos que están profundamente perturbados.