Pasajes de los Escritos de Bahá'u'lláh

LXV

Recuerda Tu llegada a la Ciudad (Constantinopla); cómo los ministros del Sultán pensaron que desconocías sus leyes y reglamentos y Te creyeron uno de los ignorantes. Di: ¡Sí, por Mi Señor! Soy ignorante de todas las cosas salvo de lo que Dios, mediante Su generoso favor, ha deseado enseñarme. Esto lo atestiguamos con toda seguridad y lo confesamos sin vacilar.

Di: Si las leyes y reglamentos a los cuales os atenéis son hechos por vosotros mismos, de ningún modo los seguiremos. Así Me lo ha ordenado Quien es el Sapientísimo, el Informado. Tal ha sido Mi proceder en el pasado y así seguirá siendo en el futuro, por la fuerza de Dios y Su poder. Éste es ciertamente el camino recto y verdadero. Si han sido ordenadas por Dios, mostrad entonces vuestras pruebas, si sois de aquellos que hablan la verdad. Di: Hemos escrito en un Libro que no deja sin consignar la acción de nadie, por insignificante que sea, todo lo que Te han imputado y todo lo que Te han hecho.

Di: Os incumbe, oh Ministros de Estado, observar los preceptos de Dios y abandonar vuestras propias leyes y reglamentos, y ser de aquellos que están bien guiados. Esto es mejor para vosotros que todo cuanto poseéis, si lo supierais. Si quebrantáis los mandamientos de Dios, ni lo más mínimo de vuestras obras será aceptable a Su vista. Pronto descubriréis las consecuencias de lo que habéis hecho en esta vida vana, y recibiréis vuestra paga por ellas. Ésta es, ciertamente, la verdad, la indudable verdad.

¡Cuán grande ha sido el número de aquellos que, en épocas pasadas, han cometido las mismas acciones que habéis cometido vosotros, y que, a pesar de tener un rango superior al vuestro, finalmente han regresado al polvo y han sido relegados a su inevitable perdición! ¡Ojalá reflexionarais en vuestro corazón sobre la Causa de Dios! Seguiréis su huella, y se os hará entrar en una habitación en la cual no encontraréis a nadie que os ampare o ayude. Ciertamente, se os preguntará por vuestros hechos, se os pedirá cuenta por haber faltado a vuestros deberes para con la Causa de Dios y por haber rechazado desdeñosamente a sus amados, quienes con evidente sinceridad han venido a vosotros.

Sois vosotros los que habéis consultado juntos acerca de ellos, los que habéis preferido seguir las instigaciones de vuestros propios deseos y abandonar el mandamiento de Dios, Quien ayuda en el peligro, el Todopoderoso.

Di: ¿Cómo es que os aferráis a vuestros ardides y desecháis los preceptos de Dios? Ciertamente, ¡os habéis agraviado a vosotros mismos y a otros! ¡Ojalá pudierais comprenderlo! Di: Si vuestras reglas y principios están basados en la justicia, ¿por qué, entonces, seguís los que están de acuerdo con vuestras inclinaciones corruptas y rechazáis los que se contraponen a vuestros deseos? ¿Con qué derecho, entonces, pretendéis juzgar con imparcialidad entre las gentes? ¿Pueden vuestras reglas y principios justificar que persigáis a Aquel que, por orden vuestra, Se ha presentado ante vosotros y que Le hayáis rechazado y Le hayáis infligido, cada día, penoso daño? ¿Os ha desobedecido Él alguna vez, aunque sea por un instante? Todos los habitantes de Iráq y, además de ellos, todo observador perspicaz atestiguan la verdad de Mis palabras.

¡Sed imparciales en vuestro juicio, oh Ministros de Estado! ¿Qué hemos cometido que justifique Nuestro destierro? ¿Qué delito ha merecido Nuestra expulsión? ¡Somos Nos Quien os hemos buscado y, sin embargo, mirad cómo habéis rehusado recibirnos! ¡Por Dios! Ésta es una penosa injusticia que habéis perpetrado, injusticia que no puede compararse con ninguna otra injusticia terrenal. El Todopoderoso mismo da testimonio de ello....

Sabed que el mundo y sus vanidades y sus adornos desaparecerán. Nada perdurará salvo el Reino de Dios, que no pertenece a nadie sino a Él, el Soberano Señor de todo, Quien ayuda en el peligro, el Todoglorioso, el Todopoderoso. Los días de vuestra vida pasarán, y perecerán todas las cosas con que os ocupáis y de las cuales os jactáis, y vosotros, con toda seguridad, seréis llamados por una compañía de Sus ángeles a comparecer en el lugar donde temblarán los miembros de toda la creación, y sentirá escalofrío la carne de todo opresor. Se os pedirá cuentas de las cosas que vuestras manos han hecho en vuestra vana vida y recibiréis el justo pago por vuestras acciones. Éste es el día que os llegará inevitablemente, la hora que nadie puede postergar. Esto lo ha atestiguado la Lengua de Quien habla la verdad y es el Conocedor de todas las cosas.