Pasajes de los Escritos de Bahá'u'lláh

LXVI

Temed a Dios, habitantes de la Ciudad (Constantinopla), y no sembréis las semillas de la disensión entre la gente. No transitéis por los caminos del Maligno. Durante los pocos días que os restan de vuestra vida, seguid el camino del único Dios verdadero. Vuestros días se acabarán como se han acabado los días de los que os han precedido. Regresaréis al polvo, como lo hicieron vuestros antecesores.

Sabed que no temo a nadie excepto a Dios. No he depositado Mi confianza en nadie salvo en Él. A nadie sino a Él Me aferraré y sólo deseo lo que Él ha deseado para Mí. Éste es, en verdad, el deseo de Mi corazón, si lo supierais. He ofrendado Mi alma y Mi cuerpo como un sacrificio para Dios, el Señor de todos los mundos. Quien haya conocido a Dios no conocerá a nadie sino a Él, y quien tema a Dios no tendrá miedo de nadie salvo de Él, aunque las fuerzas de toda la tierra se dispongan en formación para atacarle. No hablo nada sino por Su mandato y no sigo sino Su verdad, mediante la fuerza de Dios y Su poder. Él, ciertamente, recompensará a los veraces.

Narra, oh Siervo, las cosas que viste cuando arribaste a la Ciudad, para que Tu testimonio perdure entre la gente y sirva de advertencia a los que creen. Al llegar a la Ciudad encontramos tanto a sus gobernantes como a sus dignatarios reunidos como niños que se divierten con arcilla. No encontramos a nadie lo suficientemente maduro como para recibir de Nos las verdades que Dios Nos ha enseñado, ni preparado para escuchar Nuestras maravillosas palabras de sabiduría. Nuestro ojo interior lloró amargamente por ellos y por sus transgresiones y por su descuido total de aquello para lo que fueron creados. Eso es lo que observamos en aquella ciudad y lo que hemos decidido anotar en Nuestro Libro, para que les sirva de advertencia a ellos y al resto de la humanidad.

Di: Si sois buscadores de esta vida y sus vanidades, deberíais haberlas buscado cuando aún estabais encerrados en el vientre de vuestra madre, porque entonces os aproximabais continuamente a ellas, si lo comprendierais. Por el contrario, desde que nacisteis hasta vuestra madurez os habéis ido alejando del mundo y acercando al polvo. ¿Por qué, entonces, demostráis tanta avidez por acaparar los tesoros de la tierra, cuando vuestros días están contados y vuestra oportunidad está casi perdida? ¿Acaso, oh negligentes, no vais a despertar de vuestro sueño?

Prestad atención a los consejos que este Siervo os da por el amor de Dios. Él, en verdad, no os pide ninguna recompensa, y está resignado a lo que Dios ha decretado para Él y es completamente sumiso a la Voluntad de Dios.

Los días de vuestra vida en gran parte se han consumido, oh pueblo, y vuestro final se aproxima rápidamente. Abandonad, entonces, las cosas que habéis ideado y a las cuales os aferráis, y asíos firmemente a los preceptos de Dios, para que quizás alcancéis lo que Él ha determinado para vosotros y seáis de aquellos que siguen un curso recto. No os deleitéis con las cosas del mundo y sus vanos ornamentos, ni pongáis vuestra esperanza en ellas. Depositad vuestra confianza en el recuerdo de Dios, el Más Exaltado, el Magno. Pronto Él reducirá a la nada cuanto poseéis. Que Él sea vuestro temor, y no olvidéis Su alianza con vosotros, y no seáis de aquellos que, como por un velo, están separados de Él.

Cuidado, no sea que os envanezcáis ante Dios y rechacéis desdeñosamente a Sus amados. Condescended humildemente con los fieles, quienes han creído en Dios y en Sus signos, cuyos corazones atestiguan Su unidad, cuyas lenguas proclaman Su unicidad, y que sólo hablan cuando Él lo permite. Así os exhortamos con la justicia, y os advertimos con la verdad, para que tal vez seáis despertados.

No sometáis a ningún alma a una carga a la que no quisierais ser sometidos vosotros, y no le deseéis a nadie lo que no desearíais para vosotros mismos. Éste es Mi mejor consejo para vosotros, ojalá lo observarais.

Respetad a los sacerdotes y doctos de entre vosotros, aquellos cuya conducta es acorde con lo que profesan, quienes no traspasan los límites fijados por Dios, cuyas opiniones están en armonía con Sus mandatos tal como están revelados en Su Libro. Sabed que ellos son las lámparas de guía para los que están en los cielos y en la tierra. Aquellos que menosprecian y desdeñan a los sacerdotes y doctos que viven entre ellos, ciertamente han cambiado el favor con que Dios los ha favorecido.

Di: Esperad hasta que Dios haya cambiado Su favor para con vosotros. A Él nada Le pasa inadvertido. Él conoce los secretos tanto de los cielos como de la tierra. Su conocimiento abarca todas las cosas. No os regocijéis por lo que habéis hecho o por lo que haréis en el futuro, ni tampoco os deleitéis con la tribulación que Nos habéis infligido, pues no podéis exaltar vuestra estación por tales medios, si tan sólo examinarais vuestras obras con agudo discernimiento. Tampoco podréis disminuir la sublimidad de Nuestro estado. Por el contrario, Dios aumentará la recompensa con la cual ha de premiarnos por haber soportado con paciencia perseverante las tribulaciones que hemos padecido. Él, en verdad, aumentará la recompensa de aquellos que soportan con paciencia.

Sabed que, desde tiempo inmemorial, las pruebas y tribulaciones han sido el destino de los Escogidos de Dios y de Sus amados, y de aquellos de Sus siervos que se han desprendido de todo menos de Él, aquellos a quienes ni el comercio ni los negocios han hecho olvidar el recuerdo del Todopoderoso, aquellos que no hablan hasta que Él haya hablado y actúan de acuerdo con Su mandamiento. Así es el método llevado a cabo por Dios en el pasado y así seguirá siendo en el futuro. Benditos son los que soportan con firmeza, los que son pacientes en las enfermedades y privaciones, que no se lamentan de nada de lo que les acontezca y que huellan el sendero de la resignación...

Se aproxima el día en que Dios habrá creado un pueblo que recordará Nuestros días, que relatará la historia de Nuestras pruebas, que exigirá la restitución de Nuestros derechos a aquellos que, sin ninguna tilde de prueba, Nos han tratado con manifiesta injusticia. Dios, por cierto, domina la vida de aquellos que Nos han hecho daño, y conoce muy bien sus acciones. Sin duda, Él los aprehenderá por sus pecados. Él, verdaderamente, es el más feroz de los vengadores.

Así os hemos relatado las historias del único Dios verdadero, y os hemos enviado aquello que Él ha preordinado, para que quizá Le pidáis perdón, regreséis a Él, os arrepintáis de verdad, os deis cuenta de vuestras fechorías, os sacudáis el sueño, seáis despertados de vuestra negligencia, expiéis lo que se os ha escapado y seáis de aquellos que hacen el bien. Aquel que quiera, que reconozca la verdad de Mis palabras; y quien no quiera, que se aparte de ellas. Mi único deber es recordaros que no habéis cumplido con vuestro deber hacia la Causa de Dios, para que quizá seáis de aquellos que prestan atención a Mi advertencia. Por lo tanto, escuchad Mis palabras, y volved a Dios, y arrepentíos, para que Él por Su gracia tenga misericordia de vosotros, lave vuestros pecados y perdone vuestras transgresiones. La grandeza de Su misericordia sobrepasa la furia de Su ira, y Su gracia abarca todos los que han sido creados y ataviados con el manto de la vida, sean ellos del pasado o del futuro.