Pasajes de los Escritos de Bahá'u'lláh

LXXVI

Presta atención, oh Mi siervo, a lo que se te envía desde el Trono de tu Señor, el Inaccesible, el Magno. No hay otro Dios salvo Él. Él ha hecho existir a Sus criaturas, para que conozcan a Aquel que es el Compasivo, el Todomisericordioso. A las ciudades de todas las naciones Él ha enviado a Sus Mensajeros, a Quienes ha dado la misión de anunciar a las gentes las nuevas del Paraíso de Su complacencia, y de atraerlos al Refugio de perdurable seguridad, la Sede de la eterna santidad y trascendente gloria.

Algunos fueron guiados por la Luz de Dios, fueron admitidos en la corte de Su presencia, y de manos de la resignación bebieron las aguas de la vida eterna y fueron contados entre aquellos que verdaderamente Le reconocieron y creyeron en Él. Otros se rebelaron contra Él y rechazaron los signos de Dios, el Más Fuerte, el Todopoderoso, el Omnisapiente.

Fueron pasando las edades, hasta que alcanzaron su consumación en éste, el Señor de los días, Día en que el Sol del Bayán se manifestó sobre el horizonte de la misericordia, Día en que la Belleza del Todoglorioso brilló en la exaltada persona de ‘Alí-Muḥammad, el Báb. Tan pronto como Se reveló, todo el mundo se alzó contra Él. Fue por algunos denunciado como uno que había calumniado a Dios, el Todopoderoso, el Anciano de Días. Otros Le consideraron un hombre poseído por la locura, acusación que Yo mismo he oído de los labios de uno de los teólogos. Y otros disputaron Su aseveración de ser el Portavoz de Dios, y Le estigmatizaron como uno que había sustraído y usado como suyas las palabras del Todopoderoso, y que había pervertido su significado, mezclándolas con las suyas propias. El Ojo de la Grandeza llora amargamente por las cosas que sus labios han pronunciado, mientras ellos continúan regocijándose en sus asientos.

Él dijo: “¡Dios es Mi testigo, oh pueblo! He venido a vosotros con una Revelación del Señor, vuestro Dios, el Señor de vuestros antepasados. No miréis, oh pueblo, las cosas que poseéis. Más bien, mirad las cosas que Dios os ha enviado. Esto, seguramente, será mejor para vosotros que toda la creación, ojalá pudierais comprenderlo. Mirad de nuevo, oh pueblo, y considerad el testimonio de Dios y Su prueba que tenéis en vuestras manos, y comparadlos con la Revelación que os ha sido enviada en este Día, para que la verdad, la infalible verdad, os sea manifestada sin duda alguna. No sigáis, oh pueblo, los pasos del Maligno; seguid la Fe del Todomisericordioso, y sed de aquellos que verdaderamente creen. ¿Qué aprovecharía al hombre si no reconociera la Revelación de Dios? Nada en absoluto. De ello da testimonio Mi propio Ser, el Omnipotente, el Omnisciente, el Sapientísimo”.

Cuanto más los exhortaba, más feroz se volvía su enemistad, hasta que finalmente Le dieron muerte con vergonzosa crueldad. ¡La maldición de Dios caiga sobre los opresores!

Unos cuantos creyeron en Él; pocos de Nuestros siervos son agradecidos. A éstos los amonestó en todas Sus Tablas –es más, en cada pasaje de Sus maravillosos escritos– para que no se entregaran a nada en el Día de la Revelación prometida, ya fuese del cielo o de la tierra. “¡Oh pueblo!”, dijo Él, “Me he revelado por Su Manifestación y he hecho que Mi Libro, el Bayán, descienda sobre vosotros sin otro propósito que el de establecer la verdad de Su Causa. Temed a Dios y no disputéis con Él como ha disputado conmigo el pueblo del Corán. Cuandoquiera que escuchéis hablar de Él, corred hacia Él y aferraos a todo cuanto Él os revele. Nada que no sea Él jamás os puede aprovechar; no, aunque presentéis de principio a fin los testimonios de todos los que os han precedido”.

Y cuando después de algunos años fue hendido el cielo del divino decreto, y apareció la Belleza del Báb en las nubes de los nombres de Dios, ataviado con una nueva vestidura, esa misma gente se levantó con maldad contra Aquel Cuya luz abarca todas las cosas creadas. Quebrantaron Su Alianza, rechazaron Su verdad, disputaron con Él, pusieron reparos a Sus signos, tildaron de falso Su testimonio y se unieron a la compañía de los infieles. Finalmente, determinaron darle muerte. ¡Tal es el estado de quienes están sumidos en grave error!

Y cuando se dieron cuenta de que no eran capaces de alcanzar su propósito, urdieron intrigas contra Él. Fijaos cómo a cada momento inventan un nuevo recurso para dañarle y así perjudicar y deshonrar la Causa de Dios. Di: ¡Ay de vosotros! ¡Por Dios! Vuestras artimañas os cubren de vergüenza. Vuestro Señor, el Dios de misericordia, bien puede prescindir de todas las criaturas. Nada puede aumentar o disminuir lo que Él posee. Si creéis, será en vuestro propio provecho; y si no creéis, vosotros mismos padeceréis. En ningún momento puede la mano del infiel profanar la orla de Su Manto.

¡Siervo Mío que crees en Dios! ¡Por la rectitud del Todopoderoso! Si te relatara la historia de las cosas que Me han acontecido, las almas y mentes serían incapaces de soportar su peso. Pongo a Dios por testigo. Cuida de ti mismo y no sigas los pasos de esa gente. Medita diligentemente sobre la Causa de tu Señor. Esfuérzate por conocerle mediante Su propio Ser y no por medio de otros. Pues nadie sino Él jamás podrá beneficiarte. Esto lo atestiguan todas las cosas creadas, ojalá pudieras comprenderlo.

Emerge desde detrás del velo, con el consentimiento de tu Señor, el Todoglorioso, el Más Fuerte, y, a la vista de aquellos que están en los cielos y en la tierra, toma el Cáliz de la Inmortalidad en el nombre de tu Señor, el Inaccesible, el Altísimo, y bebe a plenitud, y no seas de los que tardan. ¡Juro por Dios! En el momento en que tus labios toquen el Cáliz, el Concurso de lo alto te aclamará diciendo: “¡Bebe con saludable fruición, oh tú que has creído de veras en Dios!”, y los habitantes de las Ciudades de la Inmortalidad exclamarán: “¡La alegría sea para ti, oh tú que has apurado el Cáliz de Su amor!”, y la Lengua de Grandeza te saludará diciendo: “Grande es la bienaventuranza que te espera, oh Mi siervo, pues tú has alcanzado lo que nadie ha alcanzado, salvo quienes se han desprendido de cuanto hay en los cielos y cuanto hay en la tierra, quienes son los emblemas del verdadero desprendimiento”.