Pasajes de los Escritos de Bahá'u'lláh

LXXVIII

En cuanto a tu pregunta sobre el origen de la creación, has de saber, con toda seguridad, que la creación de Dios ha existido desde la eternidad, y continuará existiendo para siempre. Su principio no ha tenido principio y su fin no conoce fin. Su nombre, el Creador, presupone una creación, así como Su título, el Señor de la humanidad, necesariamente implica la existencia de un siervo.

En cuanto a aquellos dichos atribuidos a los Profetas del pasado, como “En el comienzo era Dios; no existían criaturas para conocerle” y “El Señor estaba solo; no había nadie que Le adorara”, el significado de esas y otras frases similares es claro y evidente, y en ningún momento deben ser malinterpretadas. De esta misma verdad dan testimonio las siguientes palabras que Él ha revelado: “Dios estaba solo; no había nadie excepto Él; Él siempre seguirá siendo lo que Él siempre ha sido”. Todo ojo perspicaz puede ver fácilmente que el Señor está manifiesto ahora; sin embargo, no hay nadie que reconozca Su gloria. Con esto se quiere decir que la morada en que reside el Ser Divino está muy por encima del alcance y comprensión de otro que no sea Él. Nada que pueda ser expresado o comprendido en el mundo contingente podrá jamás traspasar los límites que por su naturaleza inherente le han sido impuestos. Sólo Dios trasciende esas limitaciones. Él, verdaderamente, ha existido desde siempre. Ningún par o socio ha sido ni podrá jamás serle atribuido a Él. Ningún nombre puede compararse con Su Nombre. Ninguna pluma puede retratar Su naturaleza, como tampoco puede lengua alguna describir Su gloria. Por siempre permanecerá inmensurablemente exaltado por encima de cualquiera salvo Él mismo.

Considera la hora en que la suprema Manifestación de Dios Se revela a las gentes. Hasta la llegada de esa hora, el Antiguo Ser, Quien permanece todavía desconocido a los hombres y no ha dado aún expresión a la Palabra de Dios, es, Él mismo, el Omnisciente en un mundo en que no hay nadie que Le haya conocido. Él es, realmente, el Creador sin creación. Por cuanto, en el momento que precede a Su Revelación, cada una de las cosas creadas y todas ellas habrán de entregar su alma a Dios. Éste es, de hecho, el Día del cual se ha escrito “¿De quién será el Reino en ese Día?” ¡Y no se encuentra a nadie preparado para contestar!