Pasajes de los Escritos de Bahá'u'lláh
LXXXIV
Considera al único Dios verdadero como Aquel que está separado de todas las cosas creadas y está inmensamente por encima de ellas. Todo el universo refleja Su gloria, mientras que Él mismo es independiente de Sus criaturas y las trasciende. Éste es el verdadero significado de la unidad divina. Aquel que es la Verdad Eterna es el único Poder que ejerce indiscutida soberanía sobre el mundo del ser, Cuya imagen se refleja en el espejo de la creación entera. Toda la existencia depende de Él, y de Él proviene la fuente de sustento de todas las cosas. Éste es el significado de la unidad divina; éste es su principio fundamental.
Algunos, engañados por sus vanas fantasías, han concebido que todas las cosas creadas son copartícipes y socios de Dios, e imaginan que ellos mismos son los exponentes de Su unidad. ¡Por Aquel que es el único Dios verdadero! Tales personas han sido, y continuarán siendo, las víctimas de ciegas imitaciones y deben ser contados entre aquellos que han restringido y limitado el concepto de Dios.
Es un verdadero creyente en la unidad divina aquel que, lejos de confundir la dualidad con la unicidad, rehúsa permitir que ninguna noción de multiplicidad nuble su concepto de la singularidad de Dios, y quien considera al Ser Divino como Aquel que, por Su propia naturaleza, trasciende las limitaciones de los números.
La esencia de la creencia en la unidad divina consiste en considerar a Aquel que es la Manifestación de Dios y a Aquel que es la Esencia invisible, inaccesible e incognoscible como uno y el mismo. Con esto se quiere decir que todo lo que pertenezca a aquél, con todos Sus actos y hechos, todo lo que Él ordene o prohíba, debe ser visto, en todos sus aspectos y en todas las circunstancias, y sin reserva alguna, como idéntico con la Voluntad de Dios mismo. Ésta es la condición más elevada que puede lograr un verdadero creyente en la unidad de Dios. Bienaventurado quien alcanza esa condición y es de aquellos que son firmes en su creencia.