Pasajes de los Escritos de Bahá'u'lláh

XCV

Has de saber que, de acuerdo con lo que tu Señor, el Señor de todos, ha prescrito en Su libro, los favores conferidos por Él a la humanidad han sido y siempre serán ilimitados en su alcance. El primero y más sobresaliente de esos favores que el Todopoderoso ha otorgado al ser humano es el don del entendimiento. Su propósito al conferir dicho don no es otro que permitir a Su criatura conocer y reconocer al único Dios verdadero, ¡exaltada sea Su gloria! Ese don da al hombre el poder de percibir la verdad en todas las cosas, lo conduce hacia aquello que es justo y le ayuda a descubrir los secretos de la creación. El siguiente en importancia es el poder de la visión, el instrumento principal mediante el cual puede funcionar su entendimiento. Los sentidos del oído, del corazón y otros similares deben, de igual manera, ser considerados entre los dones con que ha sido dotado el cuerpo humano. Inmensamente exaltado es el Todopoderoso, Quien ha creado esos poderes y los ha revelado en el cuerpo del hombre.

Cada uno de esos dones es una prueba indudable de la majestad, el poder, el ascendiente y el conocimiento omnímodo del único Dios verdadero, ¡exaltada sea Su gloria! Observa el sentido del tacto. Fíjate cómo se ha extendido su poder sobre todo el cuerpo humano. Mientras que los sentidos de la vista y el oído están circunscritos cada uno a un centro particular, el sentido del tacto abarca todo el cuerpo. ¡Glorificado sea Su poder, magnificada sea Su soberanía!

Estos dones son inherentes al ser humano. Aquello que predomina sobre todos los demás dones, que es incorruptible en su naturaleza y que pertenece a Dios mismo, es el don de la Revelación Divina. A ésta se halla subordinada toda dádiva conferida al hombre por el Creador, ya sea material o espiritual. En su esencia es y siempre será el Pan que desciende del Cielo. Es el supremo testimonio de Dios, la más clara demostración de Su verdad, el signo de Su plena generosidad, la señal de Su misericordia omnímoda, la prueba de Su muy amorosa providencia, el símbolo de Su perfecta gracia. Verdaderamente, ha sido partícipe de este grandioso don de Dios quien haya reconocido a Su Manifestación en este Día.

Da gracias a tu Señor por haberte otorgado tan grande dádiva. Alza la voz y di: ¡Toda alabanza sea para Ti, oh Tú, el Deseo de todo corazón comprensivo!