Voluntad y Testamento de ‘Abdu’l-Bahá
Segunda Parte
Él es Dios.
¡Oh mi Señor, el Deseo de mi corazón, Tú a Quien siempre invoco, Tú que eres mi Ayuda y mi Amparo, mi Auxilio y mi Refugio! Tú me ves inmerso en un océano de calamidades que abruman el alma, de aflicciones que oprimen el corazón, de adversidades que dispersan Tu asamblea, de males y penas que desperdigan Tu rebaño. Estoy rodeado de dolorosas pruebas y me asedian los peligros por doquier. Tú me ves inmerso en un mar de tribulaciones sin igual, hundido en un insondable abismo, afligido por mis enemigos y consumido por la llama de su odio que han encendido mis parientes, con quienes estableciste Tu poderosa Alianza y Tu firme Testamento, en el cual les ordenaste que volvieran sus corazones hacia este agraviado, que mantuvieran lejos de mí a los insensatos y a los injustos, y que remitieran a este solitario todo aquello sobre lo que difieran acerca de Tu Libro Sagrado, para que les sea revelada la Verdad, se disipen sus dudas y se difundan Tus claras Señales.
Sin embargo, Tú los ves ahora, oh Señor, mi Dios, con Tu ojo que no duerme: cómo han violado y le han dado la espalda a Tu Alianza, cómo se han desviado de Tu Testamento con odio y rebeldía, y se han dispuesto a obrar con malicia.
Las adversidades se han vuelto aún más severas pues se dispusieron a subyugarme y destruirme con insufrible crueldad, mientras difundían por doquier su repertorio de dudas y me lanzaban calumnias con la mayor falsedad. No contentos con ello, oh mi Dios, su cabecilla ha osado tergiversar Tu Libro, alterar fraudulentamente Tu concluyente Texto Sagrado y falsear aquello que ha sido revelado por Tu Pluma Todogloriosa. También insertó maliciosamente aquello que Tú revelaste para quien Te había infligido la más palpable crueldad, no había creído en Ti y había negado Tus maravillosas Señales, dentro de lo que revelaste para este siervo Tuyo que ha sido agraviado en este mundo. Todo ello lo hizo con el fin de embaucar a las almas e infundir sus rumores malignos en los corazones de Tus siervos devotos. De ello dio testimonio su segundo cabecilla, confesándolo con su puño y letra, estampando en ello su sello y difundiéndolo por todas las regiones. ¡Oh mi Dios! ¿Acaso puede haber injusticia más grave que esta? Y aun así no descansaron sino que, con terquedad, falsedad y engaño, con desprecio y calumnia, se esforzaron más todavía por promover la sedición en el seno del gobierno de este país y de otros lugares, haciéndoles creer que soy el promotor de rebelión y llenando las mentes con cosas que el oído detesta oír. Así, el gobierno se alarmó, el soberano se sobrecogió de temor y se suscitaron sospechas en la nobleza. Las mentes se inquietaron, los asuntos se trastocaron, las almas se sintieron agitadas, el fuego del sufrimiento y del dolor se encendió en los pechos, las Hojas Sagradas (de la Familia) estaban trémulas y sobresaltadas, sus ojos derramaban lágrimas, se elevaban sus suspiros y lamentos, y sus corazones se consumían en su interior, gimiendo por este agraviado siervo Tuyo que había caído víctima de sus parientes; no, más bien, de sus enemigos mismos.
¡Señor! Tú ves todas las cosas que lloran por mí, y a mis parientes que se regocijan con mis adversidades. ¡Por Tu Gloria, oh mi Dios! Incluso entre mis enemigos, algunos han lamentado mis dificultades y mi sufrimiento, y de entre los envidiosos, algunos han derramado lágrimas a causa de mis desventuras, mi exilio y mis aflicciones. Lo hicieron así porque no encontraron en mí otra cosa que no fuera afecto y cuidado, y no presenciaron otra cosa más que bondad y misericordia. Viéndome arrastrado en el torrente de tribulaciones e infortunios, y convertido en blanco de las flechas del destino, sus corazones se sobrecogieron de compasión, se les llenaron los ojos de lágrimas, y declararon: «El Señor es nuestro testigo; nada hemos visto en él sino fidelidad, generosidad y suma compasión». Sin embargo, los violadores de la Alianza, presagios del mal, se volvieron más encarnizados en su rencor, se regocijaron al ver que caía víctima del más penoso tormento, se levantaron contra mí y se divirtieron con las dolorosas circunstancias que me envolvían.
Yo Te suplico, oh Señor, mi Dios, con mi lengua y con todo mi corazón, que no los castigues por su crueldad y sus malas acciones, sus intrigas y sus maldades, pues son necios e innobles, y no saben lo que hacen. No disciernen el bien del mal, ni distinguen lo correcto de lo impropio, ni la justicia de la injusticia. Van en pos de sus propios deseos y siguen los pasos de los más imperfectos y necios de entre ellos. ¡Oh mi Señor! Ten misericordia de ellos, protégelos de toda aflicción en estos tiempos turbulentos, y haz que todas las pruebas y dificultades sean el destino de este siervo Tuyo, que ha caído en este oscuro foso. Escógeme a mí para cualquier aflicción y sacrifícame por todos Tus amados. ¡Oh Señor, el Altísimo! Que mi alma, mi vida, mi ser, mi espíritu, mi todo sea ofrendado por ellos. ¡Oh Dios, mi Dios! Humilde, suplicante y con el rostro en el suelo, Te ruego con todo el fervor de mi invocación que perdones a quien me haya hecho daño, absuelvas a quien haya conspirado contra mí y me haya ofendido, y purifiques las maldades de quienes me han tratado injustamente. Concédeles Tus excelentes dádivas, confiéreles alegría, alívialos de las penas, concédeles paz y prosperidad, dales Tu gracia y derrama sobre ellos Tus dones.
¡Tú eres el Poderoso, el Magnánimo, Quien ayuda en el peligro, Quien subsiste por Si mismo!
¡Oh bienamados amigos! Me encuentro ahora en grave peligro y he perdido la esperanza de tan solo una hora más de vida. Por ello me veo obligado a escribir estas líneas para la protección de la Causa de Dios, la preservación de Su Ley, el resguardo de Su Palabra y la seguridad de Sus Enseñanzas. ¡Por la Antigua Belleza! Este agraviado no ha guardado ni guarda rencor a nadie en modo alguno; no alberga malestar con respecto a nadie y no pronuncia palabra alguna que no sea por el bien del mundo. No obstante, mi obligación suprema me mueve necesariamente a proteger y preservar la Causa de Dios. Por tanto, con el más profundo pesar, os aconsejo diciendo: guardad la Causa de Dios, proteged Su Ley y temed al máximo la discordia. El fundamento de la creencia del pueblo de Bahá (que mi vida sea ofrendada por ellos) es este: «Su Santidad, el Exaltado (el Báb), es la Manifestación de la Unidad y la Unicidad de Dios y el Precursor de la Antigua Belleza. Su Santidad la Belleza de Abhá (que mi vida sea sacrificada por Sus fieles amigos) es la Suprema Manifestación de Dios y la Aurora de Su Muy Divina Esencia. Todos los demás son Sus siervos y obedecen Su mandato». Todos deben volverse hacia el Libro Más Sagrado, y todo lo que no esté expresamente consignado allí debe remitirse a la Casa Universal de Justicia. Lo que apruebe este cuerpo, ya sea por unanimidad o por mayoría, es, ciertamente, la verdad y el propósito de Dios mismo. Quienquiera se desvíe de ello es, en verdad, de los que aman la discordia, ha mostrado malevolencia y se ha apartado del Señor de la Alianza. Por esta Casa se entiende esa Casa Universal de Justicia que habrá de elegirse de entre todos los países, es decir, de entre aquellos lugares de Oriente y Occidente donde se encuentren los amados, a la manera de las elecciones habituales de países occidentales, como las de Inglaterra.
Incumbe a esos miembros (de la Casa Universal de Justicia) reunirse en determinado lugar y deliberar sobre todos los problemas que hayan causado diferencias, cuestiones que sean poco claras y asuntos que no se hallen consignados expresamente en el Libro. Todo cuanto ellos decidan tiene el mismo efecto que el Texto mismo. De la misma manera que la Casa de Justicia tiene poder para promulgar leyes que no estén consignadas expresamente en el Libro y que tengan relación con asuntos cotidianos, también tiene poder para derogarlas. Por ejemplo, la Casa de Justicia promulga hoy cierta ley y la pone en vigor y, cien años más adelante, al haber cambiado profundamente las circunstancias y habiéndose alterado las condiciones, otra Casa de Justicia tendrá poder para cambiar esa ley, de acuerdo con las exigencias de la época. Esto lo puede hacer porque dichas leyes no forman parte del Texto divino, de manera explícita. La Casa de Justicia es, a la vez, la que promulga y deroga sus propias leyes.
Ahora, uno de los principios primordiales y de mayor importancia de la Causa de Dios es rehuir y evitar completamente a los violadores de la Alianza, pues destruirían totalmente la Causa de Dios, exterminarían Su Ley y frustrarían todos los esfuerzos realizados en el pasado. ¡Oh amigos! Os incumbe recordar con ternura las tribulaciones de Su Santidad, el Exaltado, y mostrar vuestra fidelidad a la Más Bendita Belleza. Se debe hacer el máximo esfuerzo, no sea que resulten en vano todas esas penas, dificultades y aflicciones, toda esa sangre pura y sagrada que ha sido derramada tan profusamente en el Camino de Dios. Bien sabéis lo que han obrado las manos del Centro de la Sedición, Mírzá Muḥammad Alí, y de sus aliados. Una de sus acciones es la corrupción del Texto Sagrado, de lo cual sois todos conocedores, gracias al Señor, y sabéis que es un hecho evidente, probado y confirmado por el testimonio de su hermano, Mírzá Badí’u’lláh, cuya confesión está escrita de su puño y letra, lleva su sello y ha sido impresa y difundida por doquier. Esta es solo una de sus maldades. ¿Acaso puede imaginarse una transgresión más flagrante que la alteración del Texto Sagrado? ¡No, por la rectitud del Señor! Sus transgresiones están consignadas por escrito en una hoja aparte. Dios mediante, la leeréis.
En breve, de acuerdo con el Texto divino explícito, la menor transgresión hará de este hombre una criatura caída, ¡y qué transgresión es más grave que intentar destruir la Estructura Divina, violar la Alianza, desviarse del Testamento, falsificar el Texto Sagrado, sembrar las semillas de la duda, calumniar a ‘Abdu’l-Bahá, formular pretensiones que Dios no ha legitimado, incitar a la maldad e intentar derramar la sangre misma de ‘Abdu’l-Bahá, y muchas otras cosas de las que todos sois conocedores! Así pues, es evidente que si este hombre lograra producir alteraciones en la Causa de Dios, la destruiría y exterminaría totalmente. ¡Cuidaos de acercaros a este hombre, porque acercarse a él es peor que acercarse al fuego!
¡Bendito sea Dios! Después de que Mírzá Badí’u’lláh declarara de su puño y letra que este hombre (Muḥammad ‘Alí) había violado la Alianza y había proclamado su falsificación del Texto Sagrado, comprendió que volver a la Fe Verdadera y rendir lealtad a la Alianza y Testamento no promovería en modo alguno sus deseos egoístas. Por ello, se arrepintió y lamentó lo que había hecho e intentó sigilosamente recoger sus confesiones escritas, conspiró siniestramente contra mí con el Centro de la Sedición y le informó día a día de lo que acontecía en mi casa. Incluso ha tenido un papel destacado en las malvadas acciones que se han cometido recientemente. Gracias a Dios, las cosas recuperaron la estabilidad de antes y los amados consiguieron cierta tranquilidad parcial. Pero desde el mismo día en que se unió de nuevo a nosotros, comenzó otra vez a sembrar las semillas de aflictiva sedición. Algunas de sus maquinaciones e intrigas se consignarán en una hoja aparte.
Con todo, mi propósito es mostrar que incumbe a los amigos que son constantes y firmes en la Alianza y el Testamento estar siempre vigilantes, no sea que, tras la partida de este agraviado, ese conspirador activo y presto cause trastornos, siembre ocultamente las semillas de la duda y la sedición, y erradique por completo la Causa de Dios. ¡Mil veces rehuid su compañía! Poned atención y no bajéis la guardia. Observad y examinad: si alguien tuviera la menor relación con él, ya sea privada o abiertamente, expulsadlo de vuestras filas, pues con toda seguridad causará turbación y daño.
¡Oh amados del Señor! Esforzaos con toda el alma por proteger la Causa de Dios del asalto de los hipócritas, porque almas como esas hacen que lo recto se tuerza y que todo empeño piadoso produzca resultados opuestos.
¡Oh Dios, mi Dios! Te pongo a Ti, a Tus Profetas y Tus Mensajeros, a Tus Santos y Tus Escogidos como testigos de que he declarado de manera concluyente Tus Pruebas a Tus amados y les he expuesto todas las cosas con claridad, para que vigilen Tu Fe, resguarden Tu Recto Camino y protejan Tu Luminosa Ley. ¡Tú eres, en verdad, el Omnisciente, el Sapientísimo!